Revista Opinión

Cansados pero contentos

Publicado el 06 septiembre 2015 por Miguel García Vega @in_albis68

chaplin 01

Lo prometido es deuda y las deudas, si son legítimas, hay que pagarlas. Este verano me dediqué a reflexionar como una marmota y a ratos sueltos leí un poco. Entre otras cosas, uno de los libros que les anuncié en el post anterior, La sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han, filósofo alemán de origen coreano que seguro conocerán; no juega en el Bayern pero es una eminencia en lo suyo.

En un país en el que después de convencernos a todos de que lo mejor era una hipoteca y empujarnos a ser autónomos (algunos benditos todavía los llaman emprendedores) como segundo escalón al éxito, la obra de Han debería ser de lectura obligatoria en institutos.

Pero como se que los chavales de instituto están muy ocupados en otros asuntos importantes, aquí tienen una especie de sinopsis. Tal vez no sea del todo acertada, pero la otra opción es leerse el libro completo, ustedes eligen.

Lo primero el contexto; situar al autor nos ayudará a entenderlo mejor. El señor Han estudió metalurgia en Corea por imposición familiar, pero lo que quería de verdad era irse a Alemania, sin tener ni idea del idioma, a estudiar literatura. Según sus propias palabras: “Yo, que soy un romántico, pretendía estudiar literatura, pero leía demasiado despacio, de modo que no pude hacerlo. Me pasé a la filosofía. Para estudiar a Hegel la velocidad no es importante. Basta con poder leer una página por día”. ¿A que ya les cae bien?

El libro habla de las sociedades occidentales actuales, algo que solemos confundir con nuestra época, así en general.  En resumen (con un par, lo reconozco), Han nos dice que nuestra tendencia hacia el rendimiento, la sensación de libertad que experimentamos y el exceso de positivismo instalado en nuestro pensamiento nos llevan a la extenuación, a autoexplotarnos.

24.tifEn épocas pasadas –y no tanto, en el mundo de Marx por ejemplo– la figura del explotador era externa y claramente identificable. La sociedad era “disciplinaria”, basada en la “negatividad”, en la prohibición; y sustentada por cárceles, psiquiátricos, cuarteles y fábricas. Ahora existen sus equivalentes 2.0, que vienen a desembocar en lo mismo pero ‘de buen rollo’, expresión mágica que ya va mereciendo nombrar una calle o una plaza.

Somos nuestros mejores explotadores

Según Han, “… al inconsciente social le es inherente el afán de maximizar la producción. A partir de cierto punto de productividad (…) el esquema negativo de la prohibición alcanza de pronto su límite. Con el fin de aumentar la productividad se sustituye el paradigma disciplinario por el de rendimiento, por el esquema positivo del poder hacer. (…) La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber (…) El sujeto de rendimiento es más rápido y más productivo que el de obediencia”.

La sociedad del cansancioEso no es nuevo, el hombre libre convencido de que puede prosperar es mucho más productivo que el trabajador esclavo. Han no lo dice, pero si a eso le unes la inseguridad flexibilidad laboral, el cuentakilómetros se pone a reventar.

El éxito de la nueva doctrina es total porque afecta a todos los niveles sociales, desde el reponedor al máximo directivo de la cadena de supermercados. La presión por el rendimiento lleva a infartos psíquicos y otras enfermedades por las que nuestro cuerpo y nuestra mente rechazan el sobreesfuerzo. El ‘nada es imposible’ de la sociedad positiva lleva al ‘nada es posible’ del individuo depresivo, aquel que no ha podido alcanzar la meta.

El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. Esta es mucho más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Víctima y verdugo ya no pueden diferenciarse.

Y no solo  en el trabajo, hay que estar a tono y positivo en todo momento. Me viene a la cabeza un anuncio que protagoniza Dani Rovira, en el que dice “cuando te sientes vital, te puedes comer el mundo”,  y que hay que “sonreír a la vida”. Por eso en el mercado existen multitud de complementos vitamínicos (la “sociedad del dopaje”, la llama Han) que hay que comprar para estar a la altura y no ser el cenizo que no quiere comerse el mundo y que alterna algunos momentos vitales y breves instantes fugaces de felicidad con otros muchos en los que no te da la gana sonreír al vecino o al jefe.

Pero volvamos a Han. “Sin embargo, el poder [hacer] no anula el deber. El sujeto de rendimiento sigue disciplinado. Ya ha pasado por la fase disciplinaria”. Porque la disciplina no desaparece, los condicionantes sociales tampoco y la ley es la ley (salvo alguna cosa).

Hemos pasado del cartel ‘Prohibido pisar el césped’ al de ‘Gracias por no pisar el césped’. El ejemplo pedestre es mío. El segundo cartel mantiene la sensación de libertad, cuando en realidad dice lo mismo que el primero, pero sin usar esa fea palabra del principio. Es positivo. Si hasta te dan las gracias, ¿qué más quieres?

Condenados a positivizar

Así que todos nos hemos convertido en gimnastas de rítmica, obligándonos a un esfuerzo antinatural sin dejar de sonreír para no vernos penalizados por la jueza germanororiental, que aunque no lo parezca, sigue ahí.

Los eslogans tipo puedes ser lo que te propongas tal vez funcionen en casos muy concretos, pero a la vez son generadores masivos de cansancio, ansiedad y neurosis. Es la nueva teología, repetida como jaculatoria sin la más mínima reflexión sobre su efecto.

Muchas veces no se alcanza ni la salida -no querer alcanzar ninguna meta es aún más sospechoso- con lo que de la meta ya ni hablamos. Y a esa frustración se unirá que, además, la culpa es tuya. Hay que ser positivo, hay que ser resiliente, hay que convertir cualquier putada en una oportunidad, y si te fijas bien, serás tú también el culpable de dicha putada. Incluso las enfermedades son culpa de tu actitud vital, y se pueden revertir si te concentras fuerte.

brian 02El individualismo exacerbado es el marco ideológico que nos ha tocado vivir, y esa ideología impregna la industria de la autoayuda, la nueva religiosidad. Es ideal para el statu quo ya que los problemas y las soluciones son individuales, no existe alternativa colectiva. Es una ‘ideología’ en la que el escenario se diluye, en el que ‘el sistema’ -con perdón- es como la lluvia, algo natural e inmutable. Y sálvese quien pueda.

Se que generalizo y que la brocha gorda a veces salpica donde no toca, pero esto es solo un post y creo que no me equivoco al interpretar el mensaje general. Como mínimo el de las soluciones encapsuladas de esos nuevos gurús, tan seguros de su verdad como un obispo medieval.

Por eso la propuesta de Han, con sus posibles fallos, es tan estimulante. Al menos es un giro razonado y sugerente en el pensamiento general. El decir No de manera soberana, la rabia y el aburrimiento como instrumento de mejora (no solo personal sino también social) son ideas poco sexis hoy día, pero de gran calado. “La rabia es una facultad capaz de interrumpir un estado y posibilitar que comience uno nuevo.”

Ante un mundo a toda velocidad y en permanente aceleración, Han aboga por detenerse, por el don de la escucha. Los logros culturales, nos dice, se deben a una atención profunda y contemplativa. Correr no genera nada nuevo, simplemente es caminar más rápido. Por eso la danza es una facultad puramente humana,  es algo verdaderamente distinto a caminar y significa un lujo ajeno al principio de rendimiento.

“La máquina no es capaz de detenerse. A pesar de su enorme capacidad de cálculo, el ordenador es estúpido en cuanto le falta la capacidad de vacilación.”

Si al llegar hasta aquí piensa que todo esto no tiene mucho sentido, estupendo. A diferencia de los gurús, yo no tengo las respuestas. Ni siquiera tengo las preguntas correctas. Pero si por un momento se ha parado y ha vacilado: enhorabuena, no es una máquina.

Por si quieres compartirShare on FacebookEmail to someone

Volver a la Portada de Logo Paperblog