Revista Literatura
En mis ya lejanos tiempos de aficionado al fútbol, uno de mis primeros héroes fue el rubio e iracundo centrocampista alemán del Barça Bernd Schuster. Recuerdo que, en el incontenible y a menudo absurdo afán de hallar sinónimos que tienen todos los periodistas, José María García se refería al jugador indistintamente como el teutón o el nibelungo. Nibelungo, qué maravillosa palabra me parecía, sin tener ni idea de lo que quería decir. Hoy me sigue pareciendo igual de maravillosa, tanto como las diferentes teorías sobre su etimología y su significado preciso.
Sigfrido forjando su espada, en un fotograma de Los nibelungos, de Fritz Lang
La complejidad sobre su procedencia y significado se constata en este Cantar, donde el término se refiere en primer lugar a un reino, el de los nibelungos, donde reinaba un rey, Nibelungo, con dos hijos llamados Schilbungo y Nibelungo (menos mal que luego llegó el cristianismo y su santoral, para arreglar todo eso), que mueren a manos de Sigfrido. Sólo luego pasa el término a referirse también a los burgundios.
Sigurd, el Sigfrido original
Pero si interesante es la historia del sobrenombre de Schuster, qué os voy a decir de la historia de este clásico. El Cantar de los nibelungos tiene sus orígenes en la historia, la tradición oral y la mitología nórdicas, es decir, de Escandinavia e Islandia. De Islandia procede, por ejemplo, la Saga Volsunga, considerada una versión arcaica de la obra que nos ocupa.
Cómo se manejaba el dragón de la película de Lang
El poema en su forma escrita se perdió hacia el siglo XVI, pero en el XVIII se descubrieron diversos manuscritos escritos cinco siglos antes. La historia, sin embargo, hunde sus raíces mucho antes, y como ya he señalado más arriba, procede de las sagas nórdicas. En la forma definitiva con que hoy se conoce, el poema se ha alejado del odinesco mundo de vikingos y dragones, y se ha instalado en una corte medieval, donde tenemos las consabidas dulces doncellas y los nobles y gallardos caballeros cristianos.
Sigfrido mata al dragón. Muy sepia, pero, por lo demás, buena calidad
Es fácil, no obstante, reconocer en Sigfrido a Sigurd, el héroe nórdico original de las sagas islandesas, que mata al dragón y se convierte en invulnerable tras bañarse en su sangre. Pero existe también otra teoría acerca del origen de Sigfrido, que relaciona a éste con Arminio, el caudillo germano que infligió a Roma la humillante derrota en el Bosque de Teutoburgo, y que nos recordaba Tácito en sus Anales.
La catedral de Worms, escenario de la fatal discusión entre Krimilda y Brunilda
No voy a insistir otra vez en lo sencillos de leer y amenos que son los clásicos, pero sí haré hincapié en otro aspecto de estas epopeyas que a veces obviamos: el retrato psicológico y la complejidad de sus personajes. Los héroes del Cantar de los nibelungos son personas de carne y hueso que tienen cosas mejores que hacer que encasillarse en un papel de por vida. ¿Quién puede reconocer en esa fiera diabólica y sanguinaria a la tierna y virginal Krimilda de la primera parte? ¿Cómo puede el mezquino Hagen de Trónege mostrar un comportamiento tan noble a medida que se acerca su fin?
"Vaya chasco", se dijo Gunter (cuadro de Johann Heinrich Füssli)
Una de las escenas más inolvidables es, sin lugar a dudas, la de la noche de bodas de Gunter y Brunilda. El pobre rey de Burgundia ha necesitado la ayuda de Sigfrido para vencer a Brunilda, la invencible y despiadada reina de Islandia, en el duelo al que ésta le reta si quiere su mano. Así, Sigfrido se ha servido de su capa mágica, que lo vuelve invisible, para ayudar a Gunter en las tres pruebas de fuerza de que constaba el desafío. Vencida, Brunilda se ve obligada a desposarse con, hablemos claro, tan patético personaje y trasladarse con él a Worms. Llegada la noche de bodas, sin embargo, Brunilda se niega a dejarse desflorar por Gunter y lo deja colgado. No, no es una metáfora. Le ata las manos, lo cuelga del techo, y se echa a dormir.Una Brunilda para La Walkiria de Wagner
Al día siguiente, Sigfrido ve la cara de apaleado de su amigo, que le confía sus penas. Tranqui, que esto lo arreglo yo, le dice Sigfrido el matadragones. ¿Para qué están los amigos?
Con tal de que no te propases, habló aquí el rey, con mi querida esposa, estoy de acuerdo en lo demás.
Y dicho y hecho, esa noche Sigfrido se hace pasar por Gunter, se acuesta con Brunilda, la doma y le quita su anillo y su cinturón, con lo que la reina pierde su fuerza sobrenatural y se convierte en una amorosa y leal esposa. El autor no es más explícito en los detalles de esa singular lucha, y la escena se nos presenta de un modo algo ambiguo. No nos queda claro, por ejemplo, si Gunter es del todo consciente de lo bajo que ha caído, pero la simbología del anillo y el cinturón sugieren que Sigfrido se la ha dado con queso.
La muerte de Sigfrido, de Julius Schnorr von Carolsfeld
Ese anillo y ese cinturón serán los desencadenantes de la tragedia, mujer contra mujer, entre Krimilda y Brunilda, cuando la primera se jacta de que su adorado Sigfrido poseyó a la reina de Burgundia antes que su propio marido. El anillo y cinturón que Brunilda reconoce son la prueba que no engaña. Brunilda decide que Sigfrido debe morir, y le encarga el trabajo a Hagen de Trónege, quien consigue con engaños sonsacarle a Krimilda el punto vulnerable del matadragones y príncipe de Xanten.
Hagen a punto de lanzar al río el tesoro de los nibelungos
Y eso es sólo la primera parte, conocida como "La muerte de Sigfrido". La segunda nos narra "La venganza de Krimilda", y en ella, como ya he dicho antes, vemos a una Krimilda implacable y, en efecto, vengativa, y a un Hagen leal a su señor y valiente hasta el final. Pero hay más personajes, entre los que destacan algunos clásicos de los libros de historia como Teodorico el Grande y Atila.Atila, rey de los hunos, el azote de Dios. Bueno, pues según el Cantar, tampoco había para tanto. Es más, en lugar de un salvaje despiadado y bárbaro, nos encontramos con un señor de lo más razonable y conciliador, que pide cortésmente la mano de la viuda Krimilda, y que es capaz de llorar a moco tendido junto a Teodorico, al ver a sus soldados muertos y a su señora cortada en pedacitos.
Atila no consigue que Krimilda olvide a Sigfrido
Como veis, la historia, sobre todo en su segunda parte, no es especialmente compleja. Con su revelador y conciso título, "La venganza de Krimilda" avanza en un sencillo crescendo que cada vez es más tenso merced a los constantes anuncios de grandes tragedias que hace el narrador. Sí, amigos, el autor del Cantar fue también el inventor del spoiler, y la verdad es que el uso que le daba era sumamente efectivo. Y así, como muy bien se nos ha ido advirtiendo, la historia acaba en una verdadera masacre con la que el lector se lo pasa pipa.
Y tan entusiasmado estaba yo con la obra, que en cuanto vi en la biblio la versión que hizo Fritz Lang en 1924 de la obra me puse a dar saltos de gozo. La verdad es que, en el momento en que escribo esto, todavía no he acabado de verla. Son dos películas de más de dos horas cada una, y, después de llegar a casa a las diez y cenar, mi cuerpo sólo puede aguantar una dosis bastante limitada de cine mudo. Pero que nadie me malinerprete: al igual que el libro, la película de Lang es una maravilla, y cada uno de sus fotogramas, con algunos de los cuales he ilustrado esta entrada, es de una abrumadora y casi insultante belleza. Así que aquí tenéis una muestra de esos fotogramas, y aquí, la peli enterita. A disfrutar.