Revista Deportes
Se habla de la cantera de un club de fútbol como si se tratara de una ciencia exacta, cuando resulta ser todo lo contrario. Déjenme hablarles brevemente de la del Barça, a ver si consigo acercarles esa realidad compleja. En los últimos diez años han ocurrido cosas de todo tipo: por ejemplo, un presidente pensó en cerrarla; un entrenador ordenó cambiar el sistema de juego que llevaba implantado quince años; una de las mejores plantillas perdió la categoría y motivó la desaparición del Barça C, lo que años más tarde fue considerado un gran acierto por personajes tan opuestos como Rosell y Cruyff; el mejor jugador del mundo fue contratado en una servilleta de papel y contra la voluntad de la junta directiva; dos de los mejores promesas emigraron a Inglaterra y fueron refichados años más tarde; algunas grandes promesas no quisieron entrar en La Masia; otras grandes promesas pelearon denodadamente por hacerlo; algunos brillantes chavales decidieron aceptar ofertas suculentas de clubes extranjeros; otros las rechazaron, pese a ser igual de suculentas; el brillante debut del mejor futbolista mundial en el primer equipo motivó que otros delanteros igualmente jóvenes fueran lanzados a un prematuro debut, que acabó mal para todos ellos; todos los equipos inferiores regresaron al sistema de juego original en cuanto se comprobó que la decisión del primer entrenador solo generaba interferencias formativas; tres jugadores formados en la casa coparon el podio del Balón de Oro; el rigor y la sobriedad del director de la cantera arrojó grandes frutos, mejores que nunca, pero el nuevo presidente decidió cambiar toda la cúpula del fútbol formativo; los nuevos gestores, como sus antecesores, hicieron cosas bien, regular y mal; los equipos siguieron jugando el mismo sistema apuntado en 1972 e implantado en 1988, con las lógicas evoluciones; los ascensores entre equipos de distinta categoría funcionaron a pleno rendimiento; el entrenador del primer equipo, tras ascender a nuevos canteranos, tuvo que pedir calma y valorar que los jugadores externos aportaban otras cualidades también muy interesantes, con lo que se negó a formar un equipo con once jugadores surgidos de La Masia, para evitar confusiones; hubo tensiones entre técnicos de un equipo y su inferior; también hubo mucha coordinación e intercambio franco de opiniones; y siempre, por encima de coincidencias y discrepancias, existió unanimidad en algo: se trataba de formar personas que fuesen formidables competidores en el fútbol, pero siempre con el mimo del artesano, lejos de la fabricación industrial.
Todo lo anterior puede calificarse como se quiera, menos como ciencia exacta. Es un ciclo vital, lleno de aciertos y errores, de altibajos y curvas, como ocurre en cualquier ámbito. Ha habido fallos clamorosos y éxitos estruendosos porque así sucede a diario en todas partes y porque la vida, en resumen, es esfuerzo, formación, talento y adaptación, pero también azar.