Revista Viajes
En el condado de Kent, a tan solo una hora escasa en tren desde Londres o, como nosotros hicimos, a veinte minutos en coche desde el puerto de Dover, en pleno corazón del centro histórico de la ciudad de Canterbury se erige su impresionante y bella catedral.
No se trata de transcribir aquí la vasta historia del templo aunque, como es natural, es imprescindible dar unas pequeñas pinceladas. Aún cuando su origen se remonta al siglo VI, cuando el misionero Agustín desembarca en Canterbury para iniciar la conversión de los anglo-sajones en lo que vino a ser una simple abadía. No es hasta 400 años después, en 1.070, cuando empieza a ser reconstruida como catedral por el arzobispo Lanfranco, designado por el duque Guillermo. Posteriormente se han producido incendios, reconstrucciones y ampliaciones hasta lo que hoy es el inmenso templo, sede del arzobispado primado de Inglaterra, cuna de la historia de Inglaterra y el más importante centro de peregrinación cristiana de la isla y, por supuesto, Patrimonio de la Humanidad.
Como enuncié al principio, nuestra rápida e interesante visita se inició nada más desembarcar en el puerto de Dover, escala del crucero que desde Málaga nos encaminaba hasta Kiel, con el MSC Orchestra. Nada de excursión con el grupo del barco; junto con nuestros acompañantes de cena, es decir 4 personas, contratamos los servicios de un taxi por 40 GBP para que nos llevase a Canterbury, esperase durante 2 horas; nos trasladase al Castillo de Dover para su visita y, finalmente, nos dejase en la propia localidad: Dover. Siento decir que la visión de los acantilados blancos la tuvimos, como pudimos dado el día nublado, desde el barco. Pero es que, llegados a los destinos, hay que elegir.
El acceso al espectacular recinto se realiza a través de la Chris Church Gate, que da paso a los bien cuidados jardines exteriores. Allí, tras el paso previo por taquilla que mejor consultáis aquí el acceso a la nave principal lo hacemos por la puerta sudoeste, que data de 1.422.
La nave es grandiosa. En su parte central y subiendo unos escalones nos encaminamos al coro, así como a la Trinity Chapel. Aparte de la belleza de sus vidrieras, otro de los puntos destacables es el sepulcro de San Tomás Becket, con su permanente vela encendida. Arzobispo de la Catedral, fue asesinado en el mismo templo en 1.170 por los seguidores de Henry II, que intentaba obtener el control y poder que ostentaba la iglesia anglicana.
El Martirio, el Claustro, la Sala Capitular, el Coro románico de 1,184 y desde aquí, mirando hacia el cielo, la policromía del rosetón de la bóveda Bell Harry. La Capilla de la Trinidad (Trinity Chapel) y, por supuesto, un lugar especial en donde no está permitido, no solo sacar fotos, sino tampoco hablar: su Cripta, la parte más antigua de la Catedral.
Con la misma fascinación con que leemos la descripción que realiza Ken Follet en su ya famosa obra “Los Pilares de la Tierra” nos quedaremos nosotros al poder observar la evolución de la catedral desde un estilo normando, cuyo mayor ejemplo es su torre central de 91 metros de altura, al gótico anglicano que se produce a partir de 1.174, fecha en la que ocurre uno de sus incendios.
Hubiésemos cubierto más tiempo en nuestra parada a este bello edificio. Quedaba recorrer un poco las calles medievales de Canterbury para, de nuevo, retomar nuestro taxi en el lugar acordado y desplazarnos al Castillo de Dover, pero eso será tema de un nuevo artículo. De momento, y recomendando con sumo interés esta visita, os deseamos como siempre: Salud, ciudadanos viajeros.