Anna Seguí viene comentando en este blog las canciones del Cántico Espiritual de S. Juan de la Cruz. Primero fueron las trece primeras canciones. Más adelante, nos ofreció las canciones catorce y quince. En otra publicación, comentaba las canciones dieciséis y diecisiete. En esta ocasión, va a comentar las canciones 18 y 19, combinando sus palabras con las del místico doctor carmelita.
Anna Seguí, ocd Puçol
CANCIÓN 18
¡Oh ninfas de Judea!
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
morá en los arrabales
y no queráis tocar nuestros umbrales.
¡Oh ninfas de Judea!
En esta nueva canción, la esposa expresa su relación con el Esposo desde una perspectiva profundamente interior. Destaca la lucha interna y humana entre lo espiritual y lo sensual, un conflicto constante que refleja la tensión entre los deseos terrenales y la aspiración hacia lo trascendental. La esposa anhela conservar y disfrutar los dones que el Esposo le ha otorgado, los cuales la enriquecen y embellecen. No obstante, es consciente de que sus apetitos sensuales interfieren y diluyen la experiencia de la “porción superior espiritual” que él le ofrece. Así, su búsqueda se centra en hallar el equilibrio entre los impulsos sensuales y su deseo profundo por lo espiritual y trascendental. Ella aspira a ser dueña de sí misma, preservando “el bien y la espiritualidad” que disfruta cuando se siente favorecida por el Esposo. En este sentido, dice la canción…
¡Oh ninfas de Judea!
Al referirse a «Judea» como la parte inferior del alma, «flaca y carnal», evoca una visión crítica de lo sensible y material, considerándola limitada y «ciega», ya que perturba la razón y la voluntad al alimentar el deseo de lo espiritual. En estos «movimientos y afecciones» de la parte sensitiva, que llama «ninfas», sigue poniendo de relieve la lucha interna de la esposa, dividida entre lo espiritual y lo sensorial. Esta dualidad genera una tensión profunda, que provoca una fuerte lucha entre los placeres temporales y el deseo más elevado y profundo del corazón hacia lo espiritual. Lo sensible y sensual intenta arrastrar la voluntad racional hacia el placer inmediato, «procurando conformar y aunar la parte racional con la sensual», apartándola así de su anhelo más elevado hacia la bondad y el equilibrio espiritual, donde se encuentra la verdadera paz del corazón. Y continúa cantando la canción:
en tanto que en las flores y rosales
Las flores y los rosales expresan la vida interior con las potencias y virtudes del alma. Las flores simbolizan las virtudes que embellecen y enriquecen nuestra existencia espiritual, mientras que los rosales representan las potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad), que son las facultades esenciales para el desarrollo y florecimiento de esas virtudes. Porque “llevan en sí y crían flores de conceptos divinos y actos de amor”, las cuales nos permiten cultivar una vida espiritual rica y plena, a la manera de Dios. En conjunto, todo esto nos invita a seguir creciendo personal y espiritualmente, un proceso que nos va humanizando conforme a la voluntad divina.
el ámbar perfumea
El ámbar simboliza aquí “el divino Espíritu del Esposo que mora en el alma”, ejerciendo una comunicación íntima y delicada entre lo divino y lo humano. Este mismo símbolo se asocia también “en las flores y rosales”, llenando el alma con dulzura y suavidad espiritual, cuando esta se encuentra en sintonía con lo divino y nuestras capacidades internas se ven enriquecidas. Es como si el Espíritu Santo actuara con una gracia transformadora, elevando y potenciando las virtudes espirituales, capaces de dignificar nuestra naturaleza humana, otorgándole “suavidad espiritual al alma” y haciéndola más suave y amorosa. Todo esto constituye una manera de hacer más bella y humana nuestra vida.
morá en los arrabales
La metáfora de “los arrabales” describe la dimensión sensible, representando los sentidos y las facultades sensitivas, como la memoria, la fantasía y la imaginación, que impulsan los apetitos y las codicias. Las “ninfas” simbolizan las formas e imágenes que emergen de los sentidos, tanto seductoras como desviadoras del camino espiritual. Todos estos sentidos se adentran en “los arrabales”, apartándose del centro interior, denominado “la ciudad”, un lugar profundo que alberga la parte racional, capaz de guiarnos en nuestra relación con Dios.
De ahí la importancia de equilibrar en nuestro ser lo sensitivo, lo racional y lo espiritual, con el fin de alcanzar una verdadera unión con Dios en la «ciudad», entendida como el centro y la esencia de nuestro ser profundo. Esta es la lucha cotidiana de quien busca esa unión divina, consciente de lo que le inquieta y domina negativamente, con el propósito de alcanzar una serena quietud interior. Es un proceso de adquirir equilibrio y atención plena, hasta lograr la calma del alma, con los sentidos exteriores e interiores aquietados. Que nada nos domine de tal manera que nos impida experimentar la comunicación con Dios.
Y no queráis tocar nuestros umbrales
Este texto se adentra profundamente en la relación entre el alma y los movimientos de la sensualidad y las emociones. La metáfora de “tocar umbrales” sugiere que existe una frontera sutil entre los pensamientos y sentimientos iniciales y los actos más desordenados que pueden derivarse de ellos.
La idea de que los “primeros movimientos del alma” son como entradas a su interior implica la importancia de ser conscientes de esos primeros impulsos antes de que se transformen en acciones. Además, el énfasis en la «quietud» y el «bien» del alma subraya que el equilibrio interno es esencial para evitar el desorden, lo que explica la constante lucha del alma por alcanzar equilibrio y moderación.
El texto invita a reflexionar sobre cómo nuestras emociones y deseos influyen en nuestras decisiones, y resalta la importancia de cultivar una conciencia clara para preservar la quietud del alma y el gozo del corazón.
CANCIÓN 19
Escóndete, Carillo,
y mira con tu haz a las montañas
y no quieras decillo,
más mira las compañas
de la que va por ínsulas extrañas.
El alma esposa pide cuatro cosas al Esposo:
- Que se comunique íntimamente con el alma.
- Que embista sus potencias con la gloria de su Divinidad.
- Que esta experiencia sea tan profunda que no pueda ser expresada exteriormente.
- Que se enamore de las virtudes y gracias que ella posee, llevándola hacia Dios.
Y dice:
Escóndete, Carillo
La amada anhela la presencia del Amado en lo más profundo de su alma, deseando que se comunique con ella en secreto, al margen de miradas mortales y presencias externas. Esta conexión es una belleza que solo se experimenta solo en la intimidad del corazón.
Y mira con tu haz a las montañas
La amada expresa aquí la relación íntima entre ella y su Amado, su vinculación amorosa y su anhelo de ser embestida por parte del Amado para ser enriquecida en las potencias del alma, que son entendimiento: “dándole inteligencia divina”; en la voluntad: “comunicándole divino amor”; y memoria: dándole “divina posesión de gloria”.
Todo lo que la Amada quiere es una relación directa y en profundidad con el Amado. No por efectos secundarios o “por las espaldas”, ella quiere una unión directa, porque ya no se satisface con menos. Busca la luz de Dios como “comunicación esencial de la Divinidad”. Es la absoluta desnudez del alma que solo quiere ser revestida de divinidad. Es impactante la petición que hace el alma a su Amado, para vivir una experiencia tan profunda.
Y no quieras decillo
La amada ya no quiere las comunicaciones del Amado a “los sentidos exteriores”, que ya no se satisface con estas noticias. La lucha del alma es deseo de una comunicación más íntima y esencial con Dios, “porque la sustancia del espíritu no se puede comunicar al sentido, y todo lo que se comunica al sentido, mayormente en esta vida, no puede ser puro espíritu, por no ser él capaz de ello”.
Al anhelar esta comunicación inalcanzable por sus propios medios, el alma gime en su dolor por tal limitación, sintiendo la frustración de no poder trascender los límites de la naturaleza. Clama al Esposo que lo que le conceda sea tan profundo, “que el sentido ni lo acierte decir ni a sentir”, por lo que implora “no quiera decillo”. Todo transcurre más allá de lo contable e inteligible para los sentidos, en una realidad donde las palabras y las percepciones se evaporan.
Mas mira las compañas
“El mirar de Dios es amar y hacer mercedes”. Nos resulta difícil mirar hacia dentro y vernos enriquecidos por los tesoros y dones que Dios ha puesto en nuestro interior. Nuestra realidad profunda es una mina de riqueza escondida. Cuando somos conscientes de ello, todo nuestro ser busca conectar íntimamente con lo divino que está dentro de nosotros. Aquí, la intrepidez de la amada es pedir al Esposo que se convierta él y se enamore de ella por las propias “joyas” conque la ha embellecido, y se quede con ella escondidamente.
Todo llama a la contemplación del Amado y a la belleza con que nos ha enriquecido, que estos tesoros interiores nos ponen semblanza con el Esposo. Y añade que, si las riquezas son suyas, también son
“de la que va por ínsulas extrañas”
Lo que aquí se habla está fuera de lo tangible, porque la búsqueda se realiza por “vías extrañas y ajenas a los sentidos”, todo va fuera de lo natural que son los sentidos físicos. La amada ordena y “obliga” al Esposo que haya encuentro íntimo y transformador para que se realice la plena comprensión de su presencia en lo interior, donde ningún sentido externo llegue. Que todo sea tan interior que resulte ajeno a los sentidos.