Aún quedan supervivientes. En
un mundo en el que se ha impuesto la comida rápida, recibimos la información a
través de 140 caracteres, nuestra comunicación se rige a través de emoticonos y
se prima la velocidad por encima de todo, apenas queda lugar para la pausa. Ésa
que ellas sí tienen. La soberanía del más fuerte se ha visto subyugada por la
del más rápido, conciso o meramente breve. Detenerse a pensar a mitad de camino
antes de tomar una decisión, es un lujo en blanco y negro. Los charlatanes han
muerto con las charlas, palabra que nos han querido inculcar a base de calzador
como aburrida. Ya no queda tiempo para sentarse una hora a conversar. Entender.
Comprender. Ni ganas puesto que escasean los conversadores, las personas por
las que valga la pena echar el freno de mano y centrarse en escuchar. Corremos
como pollos sin cabezas para llegar a algo que debemos hacer, prima el cundir, estamos
industrializados. Máquinas que corren y hacen lo que les mandan. El pensamiento
no está de moda. Eso quieren hacernos ver.
Aprovechemos y sentémonos al
lado de todas aquellas mujeres que nos rodean, ellas si son capaces de hacer
varias cosas a la vez.