Negar el cambio climático es, a día de hoy, tan cerril como sostener que la Tierra es plana o que en España no hay corrupción política. Y es que, después de tener en septiembre unas temperaturas caniculares que no se habían visto en la vida, el hecho de que el planeta se está calentando como una olla al fuego resulta evidente para todo el mundo (que quiera verlo, claro). En esta tendencia al alza, las zonas que más están padeciendo son las tierras polares -sobre todo el Ártico-, donde los inviernos cada vez son más cortos y los veranos más largos, pero, sobre todo, las zonas de transición al clima polar, debido a que los períodos fríos son notablemente más cortos y menos intensos, afectando a todo bicho viviente en aquella zona, ya sean plantas, insectos, mamíferos o el propio ser humano. Es en esta franja especialmente sensible del planeta que tienen su hogar pueblos como los Saami, que habitan el norte de la península Escandinava y que viven del pastoreo de los renos desde siempre. Sin embargo, se están encontrando que, con el cambio climático, sus renos tienen cada vez más problemas para alimentarse en invierno... y han hallado una solución ecológica, sostenible, aunque un tanto impactante: capar los renos a bocados. Como lo leen.
El hecho de que el clima se vaya calentando de forma global hace que los climas de transición, en tanto y en cuanto están a medio camino de uno u otro clima, se vean obligados a decantarse a uno u otro lado del filo de la navaja. Ello hace que climas templados pasen a ser cálidos ( ver La increíble supervivencia de los cocodrilos del desierto) y zonas que eran casi polares, se atemperen (caso de partes de Escandinavia, Canadá o Siberia). No obstante, y por mucho que el calentamiento sea acelerado a nivel geológico, el cambio se produce gradualmente, alternando períodos cálidos anormales con períodos fríos totalmente normales lo cual tiene sus lógicas consecuencias.
En el caso que nos concierne, cuando acaba el verano, las primeras nieves hacen un colchón que protege térmicamente a las hierbas y a los líquenes de los duros días de invierno, manteniendo el interfaz entre suelo y nieve tanto más estable cuanto más grueso sea el manto de nieve. Normalmente a cero grados.
Los renos, habituados a estos ambientes, con sus pezuñas y cuernos (es el único cérvido que tanto machos como hembras tienen cuernos) remueven la capa de nieve y acceden a la superficie del suelo donde se encuentran los líquenes y hierbas de los que se alimentan habitualmente. Pero el cambio climático está alterando esta pauta...
Al alternarse en invierno las épocas frías con épocas anormalmente calientes, cuando caen las nieves, estas no se mantienen estables, sino que, por efecto de los períodos de calor, estas pueden llegar a derretirse. Este deshielo a destiempo provoca que la nieve se humedezca durante el tiempo que duran las temperaturas altas y que, en la siguiente entrada de aire frío, el agua líquida se congele, transformando la mullida capa de nieve en una capa de hielo que cubre toda la superficie, complicando muy mucho la vida de las especies que allí viven, sobre todo la de los renos.
De esta forma, al haberse producido una dura capa de hielo, los renos tienen serias dificultades para llegar a su alimento, habida cuenta que los animales han de ejercer una fuerza especial para romper ese inesperado escudo helado; escudo que no todos los individuos de las manadas tienen la capacidad de romper. O dicho de otra manera, que los individuos más grandes rompen el hielo para comer ellos, pero los más débiles se aprovechan de esta ventana "rota" para poderse alimentar también.
Así las cosas, conforme que el calentamiento progresa, los renos se encuentran con el inconveniente de que, o eres grande, o no comes, muriendo de hambre por el hecho de no haber suficientes renos grandes que abran huecos en el hielo en el que poder comer... y porque los grandes machos están más pensando en luchar por las hembras que por alimentarse, todo sea el decirlo. Y aquí es donde entra el papel de la castración a bocados.
Los saami -o sami-, al dedicarse al pastoreo de renos desde antiguo (desde los últimos 5.000 años como mínimo), ya tenían la tradición de castrar a algunos machos en las manadas ya que, cuando los machos entran en celo, se vuelven muy agresivos y difíciles de controlar en los grandes desplazamientos que hacen anualmente por los pastos. Aunque claro... ¿cómo castrarlos sin provocarlos heridas exteriores que se lleguen a infectar? Pues pegándoles un bocado en los huevos y romperles los testículos como quien casca una avellana con las muelas. Sencillo.
El método tradicional empleado por los samis, llamado " gaskit", por burro que pueda parecer, tiene sus ventajas. Según parece, al no eliminar los testículos del reno de forma quirúrgica, éstos continúan segregando una cierta cantidad de testosterona en el cuerpo, la cual hace que el animal aumente su masa muscular sin perder vigor. Ello se traduciría a su vez en una mayor capacidad física para sobrevivir al invierno ( ver El inquietante caso de los renos de Saint Matthew) junto a una menor pérdida de energía al no tener necesidad de luchar por los harenes de hembras. Todo ventajas.
De esta forma, los renos machos, como fruto de su castración, cogen peso extra y se vuelven los más grandes de la manada con lo que adquieren una mayor capacidad de romper las capas de hielo que se forman como consecuencia del cambio climático. A su vez, al no estar dominados por sus hormonas sexuales, estos pasan a estar centrados en la búsqueda de comida ayudando a la manada a abrir las ventanas de nieve y hielo sobre los líquenes, en las cuales se alimentarán las hembras y las crías.
Sea como sea, el problema viene del hecho que, como se considera una castración dolorosa para los renos (gracia no les hace, evidentemente), en virtud de una ley contra el maltrato animal, el gaskit se ha ido dejando de hacer en beneficio de otras formas menos dolorosas, más caras y más difíciles de implementar. No obstante, este cambio ha hecho que se reduzca el número de individuos castrados a aquellos imprescindibles para mantener la manada en orden, por lo que el progreso del calentamiento climático y sus inconvenientes ha pillado a los pastores con rebaños con muy pocos renos " capones". Situación la cual, ha llevado a los ganaderos (recordar que el reno para los saami es el cerdo para nosotros) a estudiar la reintroducción del gaskit como forma fácil, barata, sostenible y segura de evitar que sus rebaños mueran por pasar más hambre que un caracol en un espejo.
En conclusión, que por muy salvajes que nos parezcan las prácticas de castración saami con los renos, el hecho es que, por culpa de nuestra propia actividad diaria (y aquí no nos salvamos nadie), les estamos obligando a que retomen una forma de hacer que tenían prácticamente olvidada. Nos puede gustar o no, nos puede importar o no, pero tal vez lo que teníamos que hacernos mirar muy seriamente es que, si por un lado nos asquea ver cómo los capan a bocados y, con altanería, ¡exigimos! que no sean crueles con sus -aunque no lo parezca- queridos renos, por otro lado, con nuestra inconsciencia para con el medio ambiente, los estamos forzando a que utilicen y extiendan una práctica cruel, para evitar algo más cruel todavía: la muerte.
¿Doble rasero? No. Sencillamente, hipocresía humana.