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En él se incluyen las actuales ciudades tunecinas de Nabeul, Kélibia o Menzel Temime. El propósito del trabajo es deshojar, levantar la solapa a la que los arqueólogos denominarían como “unidad estratigráfica 00” y mostrar la riqueza arqueológica de sus yacimientos, relacionarlos en el contexto de los siglos IV y III a.C. dentro del protectorado de Cartago y trazar la importancia de estos restos que nos hablan del legado arqueológico cartaginés en el Magreb.
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Cape Bon: El legado de Cartago en el Magreb
Sobre el terreno, lo primero que llama nuestra atención es la inmediatez de la metrópoli cartaginesa. Esta potencia se vendría desarrollando en el Mediterráneo desde siglos antes, herederos de los primeros colonizadores fenicios en tierra africana. En cuanto a éstos, resaltar que ya sus primeros asentamientos en la costa magrebí se situaron preeminentemente en puntos costeros y próximos a los ríos. Así se fueron disponiendo los puertos que, en su gran mayoría aprovechaban las formaciones geográficas naturales (ensenadas, lenguas) para amoldarlos y acomodarlos al modelo portuario. Cuando éstas colonias fenicias fueron perdiendo su importancia, Cartago toma el papel de protectorado aglutinando bajo su influencia política y económica la presencia púnica en África.
Esta metrópoli se ubicaba en el Golfo de Túnez, una formación de bahía de pocos kilómetros de distancia entre una orilla y la otra, la que la cae en el Cape Bon. Y es en esta orilla del susodicho cabo donde se desarrollan los asentamientos que todavía hoy presentan construcciones de tipo defensivo, como son los ejemplos conocidos de Ras Fortas y siguiendo la costa más al noreste el de Ras Drek en El Haouaria. Esto vendría a explicar la necesidad de proteger bien toda la bahía que precede al Golfo de Túnez, un fenómeno que vendrá a darse entre los siglos IV y III a.C. todo ello previo y con previsión del inminente roce con Roma en la I Guerra púnica. Sin embargo, en la orilla Este del cabo y a lo largo de la línea de costa que nos lleva desde Kerkouane hasta Menzel Temime más al Sur, parece que solamente existía la bonanza económica que se refleja en asentamientos urbanos parapetados por el poder defensivo desarrollado en la bahía tunecina. Así, nacerían asentamiento a priori desprovistos de puertos y estructuras defensivas: lo que hoy denominaríamos como “zonas residenciales” destinadas al goce y disfrute de la población cartaginesa. Cape Bon es remunerado con halagos en las fuentes clásicas por la calidad de sus aguas, lo que nos deja ver al mismo tiempo la fertilidad de sus tierras. Todo ello hace que podamos comparar al Cape Bon con un locus amoenus a la manera cartaginesa.
Para acercarnos a la idea de cómo se articulaba este lugar agradable, debemos de hacer referencia a las vías de comunicación que articulaban el cabo. Algunas de ellas debemos de suponer que existían, pero de otras tenemos mayor certeza. Sin duda, salvar el promontorio por vía terrestre sería harto complicado, por lo que la mejor opción era rodearlo, creando así un cinturón de vías que unían los puntos costeros. Los yacimientos (todos del IV-III a.C.) los veremos en dos grandes grupos según su utilidad: los de carácter defensivo y los de carácter poblacional o residencial.
Los yacimientos de carácter defensivo
Centraremos la atención en los yacimientos de Ras Fortas y Ras Drek. El primero se ubica cerrando la bahía del golfo de Túnez en su extremo Este, dentro del Cape Bon. Todavía se conservan restos del emplazamiento que sin duda responde al sistema defensivo dirigido a proteger a la propia Cartago. Consiste en un conjunto de baterías y dependencias militares que sin duda por su ubicación preveían la cercanía de naves enemigas en el conflicto con Roma. Por su parte Ras Drek se sitúa siguiendo la línea de costa hacia el Norte del Cape Bon, en la punta noroeste, cerca de Haouira. Este emplazamiento quizás estuviera destinado a parapetar la entrada en el Golfo de Túnez por un lado y a proteger la costa Este del Cabo, adónde se situaban las zonas residenciales desprovistas de estructuras defensivas.
Los yacimientos poblacionales
Estos son de Norte a Sur: Kerkouane, Kélibia, Sidi Jamel-Eddine y Menzel Témime. Destaca Kerkouane por su excelente conservación, un lugar provisto de ricos pavimentos y de lujosas estructuras hidráulicas (cisternas, baños, salas de baño) que harían a buen seguro las delicias de la población cartaginesa allí afincada. Como hemos señalado arriba, estos asentamientos costeros debieron de estar articulados por vías terrestres siguiendo la costa. Así nos desplazamos hacia el Sur por los restantes Kélibia, Sidi y Témime, de los que se conservan principalmente sus necrópolis, la que nos hablan de que vivieron un esplendor habitacional entre los siglos IV y III a.C.
Volviendo a Kerkouane, esta ciudad aparece desprovista de lugares públicos, de puntos defensivos, eran sólo viviendas de lujo que no fueron arrasadas a la llegada de los romanos, pero que tampoco fueron reutilizadas. Por un momento parece que Kerkouane pasó desapercibida para la barbarie romana. Los ricos pavimentos basados en la arcilla roja ya dejan ver los antecedentes del opus signinum que luego harían famosos los romanos, incluso existe la teoría de que Roma “copió” muchos de los rasgos arquitectónicos de los cartagineses para adaptarlos a su urbanismo.
No hay razones para pensar que la riqueza arqueológica y la disposición de los yacimientos nos permita hablar del Cabo como el suelo del legado arquitectónico y cultural de la metrópoli cartaginesa en el Magreb. Parece ser que Roma, con el lema de Carthago delenda est, pasó por alto estos puntos, gracias a lo que hoy podamos disfrutarlos.
Autor: José Alejandro Ortiz para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
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Prados Martínez, F.: El espacio doméstico en el área de Cartago. Arquitectura y sociedad ante la conquista romana.
Prados Martínez, F.: La necrópolis de Kerkouane, Rev. Arqueología, año xxii, nº 241.
Sghaier, Y. : l’architecture funéraire punique : etude comparative entre le cap bon, la Sicile et la Sardaign.
Vassal, V.: Opus signinum un héritage de l’antiquité.
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