A veces los cuentos no son como nos los han contado, cuando
ocurren cosas inexplicables, nadie las cree, por eso a veces
los cuentos solo son simplemente eso, cuentos, la realidad
suele ser mucho mejor.
Va a ser un cuento sin buenos ni malos, los lobos son
como los de verdad, bonitos y con sus cosas. En este bosque encantado vivía una preciosa lobita marrón,
era curiosa y juguetona, siempre quería enterarse de lo que ocurría en su bosque.
El día en que Caperucita Roja pisó el bosque de la lobita marrón,
fue un día cualquiera, de esos que no hace ni frío, ni calor, uno de
esos días en los que el bosque respira y deja respirar, todo estaba
en orden, Caperucita Roja estaba maravillada con la belleza del
lugar, no tenía miedo, todo lo contrario, disfrutaba de cada paso.
La lobita marrón enseguida olfateo algo nuevo, mejor dicho alguién nuevo, un olor fresco y dulce, con una pincelada a regaliz. Empezó
a buscar y se escondió, ahí fue cuando la vio por primera vez, una
persona... Había oído hablar mucho de los humanos y los temía
enormemente, sin ningún motivo algunos mataban a amigos suyos,
otros venían y talaban árboles, pero ella parecía diferente no
le infundía temor.
Enseguida fue a avisar a su hermanita pequeña, la lobita blanca. Ella era temeraria y alocada, no tenía miedo a nada, quería ver urgentemente a la humana, albergaba una tremenda curiosidad, nunca había visto ninguna y quería saber por ella misma si era cierto todo lo que se decía de esos humanos.
Caperucita Roja hizo un alto es su camino y decidió intentar
descansar, estaba agotada, llevaba tras de si un largo recorrido,
quería encontrar su lugar, intuía que no estaba muy lejos, este
bosque le gustaba cada vez más.
No estaba segura pero percibia que algo o alguien la observa tal vez eran imaginaciones suyas, quien sabe, el bosque está lleno de ruidos, de pequeños animales, puede que solo fuera el silbar
de las hojas de los árboles con la caricia del viento, intentó convencerse de todo ello, pero esa sensación no cesaba.
Al fin el cansancio la venció, estaba desfallecida, llevaba
demasiado tiempo caminando, ese bosque poseía algo especial,
se sentía protegida, no lo dudó, se abandonó al sueño en una gran
piedra forrada de esponjoso musgo, era el colchón perfecto.
Cuando Caperucita Roja se hallaba profundamente dormida, las dos lobitas aprovecharon la ocasión, cada vez se acercaban más, y más, querían olerla, verla, sentirla. Ese humano era realmente fascinante, no parecía ser malo, todo lo contrario, más bien aparentaba estar perdido.
Ya estaba lista, podía seguir, era una sensación maravillosa, tan viva, este bosque definitivamente le sentaba de fábula, pero no dejaba de advertir esa presencia, era una constante, pero sorprendentemente no sentía inquietud, ese algo era apacible, cordial.
Aquí era, este es su sitio, lo encontró, estaba segura de ello,
lo sentía en su interior, un lugar donde ser ella misma, un retiro
magnífico que necesitaba en su fuero interno, estaba fascinada
con la belleza del bosque, nunca pensó en encontrarse
tan sumamente bien.
Las lobitas vivían muy cerca de donde quería asentarse Caperucita Roja, estaban muy contentas, no dejaban de aullar de júbilo, sabían que se quedaría, deseaban con todo su corazón ser amigas, pero
era inevitable tener un poquito de recelo, no sabían como aquella
humana reaccionaria al verlas. ¡Era toda una incógnita!
Decidieron ir a por alimento, con todas estas emociones se habían
olvidado de comer y estaban verdaderamente hambrientas!
Caperucita Roja también estaba buscando víveres y útiles
para comenzar su nueva etapa en el bosque, allí encontró
multitud de seres amables y educados que le dieron
la bienvenida, estaba encantada con su decisión!
La lobita blanca no dejaba de pensar en la humana, era imposible
quitársela de la cabeza, olía tan bien... estaba resuelta arriesgarse
e ir a conocerla ella sola, lo haría mientras la lobita
marrón durmiera una de sus largas siestas.
Caperucita Roja estaba en el Lago Transparente, así le habían
contado sus nuevos amigos del bosque que se llamaba ese lugar
tan mágico, cuando de pronto, notó que alguien se acercaba tras
de sí, era lo más bonito quehabía visto nunca, una pequeña lobita
blanca, no sintió ningún miedo, la pequeña se le acercó como si
ya la conociera, entre ellas pasó algo maravilloso, eso que pocas
veces ocurre, esa conexión que fluye y te llena, comenzaron a
hablar y a hablar de todo y de nada. Mientras tanto, la lobita
marrón se despertó asustada, no estaba su hermana.
¿Donde se había metido??
Siguió el rastro y descubrió que había ido tras la humana, estaba triste, no había contado con ella, también la quería conocer, pero se tenía que hacer con cuidado, nunca se sabe con estos humanos...
Por fin las vio en el lago, estaban hablando y parecían llevarse muy bien, de modo que decidió acercarse a ellas, la humana no se asustó, su expresión era de asombro, parecía estar cómoda con ellas, no pudo evitarlo y riñó a su hermana pequeña por la temeridad que había hecho, no debía de haber corrido tanto riesgo, la humana se portó bien y las ayudó a reconciliarse.
Tuvieron una larga conversación en un lugar apartado, lejos de esa humana, por fin las dos pequeñas lobas logran ponerse de acuerdo, no querían discutir por ella. La lobita marrón solo estaba preocupada y se lo hizo saber a su hermana, ella lo comprendió y pidió perdón, no debía de haber ido solita. Caperucita Roja estaba escuchando todo lo que decían, no deseaba ser causa de enfado entre hermanas, pero le gustaban tanto esas dos pequeñas... la larga tarde que había pasado con la lobita blanca fue increíble, debía tomar una decisión crucial. ¿Estaría preparada?
Volvió de nuevo al Lago Trasparente y pidió un deseo, el deseo más importante de su vida que la transformaría para siempre, había encontrado el lugar y a los seres con los que compartir su tiempo, su risa, sus abrazos, su tristeza, sus enfados, sus preocupaciones sus miedos y su felicidad. Ahora era una de ellas, era una loba gris.