Pues este es el caso.
Fue leer CAPERUCITA y TERROR en un mismo título junto con su imagen mirando la señal luminosa del Torreón del monte Igueldo en San Sebastián y pensar, ya está, ya he encontrado lo que estaba buscando sin saberlo.
Porque siempre he pensado que muchos de los cuentos clásicos infantiles son una clara muestra primigenia de lo siniestro. Porque San Sebastián es una de las ciudades más bonitas del mundo. Me atrevo a decirlo incluso sin haberlas visto todas. Porque mis recuerdos infantiles me remiten al misterio y la magia de Igueldo, su funicular y su parque de atracciones que entonces ya me parecía de otra época. Retro o vintage se diría ahora. Porque no hay montaña rusa que supere a su montaña suiza y porque ésa fue mi primera casa del terror y desde entonces no ha disminuido mi fascinación sobre el tema.
Todo esto son inusitadas conexiones mentales y motivaciones muy particulares de cada cual que en la mayoría de los casos nada tienen que ver con el contenido del libro en cuestión. Por eso, una para asegurarse, siempre debe darle la vuelta y leer la contraportada, última y definitiva prueba para ir a pagar a caja y así consumar la compra compulsiva del día.
Voy y leo lo siguiente: (...) Cruce entre el género fantástico-muy particularmente tal y como lo entendió H.P. Lovecraft- y la tradición vasca más truculenta y esotérica. (...). No hay nada más que pensar. Libro comprado.
No me crucé con Caperucita por un pelo. San Sebastián día 3 de diciembre de 2012 en mi Instagram
No sé qué es lo que esperaba encontrar pero ha superado mis expectativas. Ha sido un gran hallazgo.
Son ocho relatos cada cual más sorprendente. Partiendo de personajes y escenarios históricos, el autor desarrolla narraciones fantásticas mezclando mitos y leyendas. Puedes encontrar referencias a los famosísimos mitos de Cthulhú de Lovecraft y a creencias o leyendas del País del Vasco y Navarra que fundamentalmente se han ido trasmitiendo por tradición oral y por eso no son tan conocidas. Uno se sumerge en la lectura y ya no discierne lo histórico y real de lo fantástico y eso es lo mejor. Pero para sacarnos de ese nimbo sobrecogedor de lo sobrenatural tenemos al final de cada relato un glosario de personajes que viene fenomenal en casos de manifiesto analfabetismo histórico como el mío. En más de una ocasión he leído el relato, he leído su glosario y he vuelto a leerlo otra vez. Por gusto. No me podía perder nada.
Cthulhú
Cthulhú
Cthulhú
Cthulhú Cthulhú Cthulhú Cthulhú Cthulh Mikel Rodríguez es historiador y se evidencia en lo bien contextualizadas que están las historias en su época. Me encanta leer palabras como aojar, hollar, miasmas o sunturario. Os remito a este foro que me ha parecido muy interesante donde el propio Mikel Rodríguez ha participado. Participa mucho y es muy de agradecer. Incluso en este blog ha hecho sus comentarios. Nadie mejor que él para explicar las cosas:
Existía una literatura oral poblada de monstruos y espantos. Lamias, gizotsos(hombres-lobo), sorgiñak o basajauns (una especie de "pie grande") aterrorizaron a nuestros antepasados las largas noches de invierno. Las eguzkilores (una corona de flores) protegieron los caseríos y a sus moradores de los chupadores de sangre hasta hace cien años. Una serie de ritos mortuorios de lo más diverso –cruces de crisantemos blancos o helechos, rezo de jaculatorias, mortajas, rosarios y crucifijos, enterrar en los cuatro extremos del sepulcro ramas de romero bendecido...– impedían al muerto regresar del más allá como anima erratubac, como fantasma errante o ánima del purgatorio. Las mismas canciones populares advertían contra el mal. Como la balada de Maddi, mujer de día, cierva de noche, muerta por la jauría de su hermano, quien, ignorante de ello, la devora. Alguna de estas canciones, como Goizean Goizik, una historia de necrofilia del XVII, se llevó incluso al cine bajo el título de Amor eterno.
Pero, curiosamente -o no tanto, sería largo de explicar- esta literatura oral no ha generado un literatura escrita de terror.
Hasta ahora.
Y no, no voy a hablar de la Trilogía del Baztán. Que aunque aparezca Mari y un Basajaun no sé si pegan ni juntan con el cúmulo de estereotipos de novela negra aunque queden muy resultones. Que le falta el puntito de calidad del que a menudo carecen los fenómenos de masas dando prioridad a lo que ya se sabe que funciona. Que a mí estos fenómenos de masas me gustan y me entretienen también. Pues ya está. Ya he hablado.
Ahora voy a seguir por donde tendría que haber empezado:
El rollito de las portadas es que me encanta.
Compraros los dos aquí, aquí, y aquí. No me vengáis con que en Jerez no los venden.