Revista Cultura y Ocio

Capital erótico, de Catherine Hakim: Un chiste sin gracia pero con público potencial

Por Ruta42 @ruta42

Capital erótico, de Catherine Hakim: Un chiste sin gracia pero con público potencial

En el fondo me gusta indignarme. A esa conclusión he llegado, después de que sin saberlo, por arte de mi subconsciente, mis dedos escribiesen un correo solicitando tamaña falta de respeto a la humanidad para hacer esta crítica que estoy apunto de empezar. El capital erótico de Catherine Hakim está a la altura de todas tus expectativas en cuanto a insulto a lo científico y a los valores constructivos para con la humanidad. Bien visto parece casi post-humor bien hecho. Pero no, es sólo provocación impostada acogiéndose a chascarrillos de ayer, hoy y siempre. Ira. 

 “El máximo error en el movimiento feminista ha sido, en cierto modo, decir a las mujeres que carecen de poder y que son víctimas, inevitablemente y a la perpetuidad, de la dominación masculina, lo cual no tarda en convertirse en una profecía autocumplida que incita a las mujeres jóvenes a creer que la partida está cantada y que no hay ninguna posibilidad de ganarla. El feminismo ha pasado a formar parte del motivo por el que las mujeres no piden lo que quieren, ni reciben lo que les parece justo, sobre todo en las relaciones privadas.” Eso dice Hakim en este libro.

Las teorías de esa señora se sustentan en dos cosas que cree haber descubierto (y que no es más que una tergiversación continuista de los estudios de Pierre Bourdieu sobre el capital). Primero en el “capital erótico”, que es más alto en las mujeres per se que en los hombres. El capital erótico se define como “una mezcla nebulosa pero determinante de belleza, atractivo sexual, cuidado de la imagen, aptitudes sociales, una amalgama de atractivo físico y social que hace que determinados hombres y mujeres resulten atractivos para todos los miembros de su sociedad, especialmente los del sexo opuesto”.

Para Hakim, este capital ha sido obviado automáticamente para medir los bienes propios, primero por los hombres y luego por las feministas como fórmula para que las mujeres no lo exploten en su beneficio. Los hombres, según Hakim ven el acceso a la carne femenina como un derecho innato que tienen por el hecho de ser hombres (y que por eso cuanto menos se potencie su economía del capital erótico más fácil será acceder a mujeres y así saciar sus necesidades son conferirles a ellas el poder que pueden sustentar a través de su erotismo). Y las feministas, que por desubicadas han considerado como única forma de valía social para ambos sexos debería ser el intelecto de los individuos, y le han negado una fuente de beneficios inmensos a las mujeres, que además son culpables de hacer daño a las mujeres así:

“Cada año, miles de mujeres jóvenes (y un pequeño número de hombres jóvenes) cursan asignaturas de estudios de género que no dan poder a las mujeres, sino que las debilitan, y no les infunden confianza, sino rabia. Los mensajes feministas que se transmiten explícita e implícitamente estimulan una rabia impotente hacia los hombres y la sociedad, sin ninguna alternativa realista a la heterosexualidad y el matrimonio, salvo la castidad y el lesbianismo

Y la segunda cosa en la que se sustenta este libro, y que también ha creído descubrir es el “déficit sexual masculino”. Se trata de la descompensación natural entre ganas de tener sexo entre hombres y mujeres (ya que ellos siempre tienen de media muchísimas más ganas que ellas, y por eso ellas pueden negociar el sexo a cambio de otros beneficios, como el económico), y que las mujeres y hombres se han relacionado usando esta fórmula conviviendo sin diferencias de poder en el hogar durante muchos años a través de la vida marital (él trabajando y ella en casa). Ahora, por la corrección política, sobre todo de las políticas feministas, se insta a las mujeres a buscar un trabajo y ser independientes económicamente a pesar de que como es bien sabido las mujeres cobran de media mucho menos que un hombre por las mismas funciones. Propone la autora que ante este desajuste mucho más inteligente para muchas mujeres, antes que pelear por ver igualados sus derechos de independencia económica a través del trabajo, será buscarse un marido rico que las mantenga, y que ellas les ofrezcan su capital erótico a cambio. Cita ejemplos de modelos que se casan con golfistas y donde en el divorcio se pueden llevar sumas de hasta 100 millones de dólares. Los hombres-florero apenas son mentados en este libro, dice Hakim, porque no existen.

Habla de muchos tópicos, como de la publicidad centrándose en la publicidad actual, pero no en toda. Campañas bastante más innovadoras y funcionales como las de Dove con sus Mujeres reales, o la Uma Thurman de Coca Cola Light no caben en ese análisis. En el fondo, si lo que piden los espectadores son tías buenas (y sólo la clásica tía buena) esto es lo que cuenta y lo que debe ser. Sufre, deja de comer, gástate la pasta en maquillaje y ropa, colabora con un sistema que hace que tu IMC sea el indicador de tu autoestima.

Habla también de los gordos, que para ella, por cierto, lo son siempre porque quieren y es gente deleznable que no se esfuerza por encajar como lo hacen los demás. Se mete contra el movimiento del Lookism, que surgió en defensa de los gordos a los que se discriminaba por su volumen en trabajos en los que esto no suponía ningún riesgo laboral y su formación estaba más que cubierta.

Habla de las feministas (que casi siempre odian a los hombres, mezclando los conceptos de feminismo y hembrismo una vez más) que sólo le niegan el valor que tiene el capital erótico a mujeres que por su poca cabeza estarían mejor en brazos de un millonario que estudiando. Cito textualmente de nuevo: “Muchas feministas presentan mi teoría del capital erótico como una invitación a que las mujeres vuelvan a prostituirse en el matrimonio o el lap dance, en vez de ganar dignidad y autonomía con la esclavitud salarial del mercado de trabajo”.

Por supuesto, la solución al conflicto de la diferencia de inversión en capital erótico a lo largo de estos siglos, en los que la mujer, por gastar más energías en acicalarse y en cotizar en las tendencias y en el pavoneo no pasa porque dejen de hacerlo, sino porque ahora también los hombres (que según ella no lo hacen, apenas ahora un poco unos pocos, predominantemente homosexuales imitando el rol femenino dentro de sus relaciones) pasen por ese aro. Gasten más tiempo, dinero y esfuerzos en parecer y aparentar para que los demás tengamos mejores opiniones sobre ellos. Parece que me lo invento ¿eh?

Y uno puede decir: Muy bien, me creo que hay una cosa que se llama capital erótico, que lo has inventado tú, que cuenta en las relaciones y yo no me he preocupado por ello hasta ahora ¿qué debo hacer para potenciar mi capital erótico? ¿qué mágicas fórmulas he de seguir para formar parte de los guapos de este mundo? Pues no hay guión. No da pautas para ello. El libro es un constante ataque a diferentes fórmulas de feminismo haciendo ad hominems, tópicos infundados y falso análisis que no se apoya en nada más que opiniones propias y cuatro estudios a veces incompletos, a veces con más de 20 años y otras más de 40. Donde a veces da por hecho que la gente dice la verdad en las encuestas sobre sexo y otras veces no (cuando no interesa no, claro).

Sugiere en cualquier caso que vayas a las bibliotecas y te des un paseo por las secciones de moda y estilo, y tomes nota de lo que en esos libros se dice para aumentar tu capital erótico, (con todos los problemas que puede acarrear esto, claro que sí). Podría molestarme en incluir en este análisis imágenes de señoritas escuálidas, operadas, estiradas, amasadas y vestidas en eso que es moda (o en eso que llaman estilo, lo mismo me da) pero creo en el poder recreativo visual de mis lectores lo suficiente como para no tener que conducirles.

Insisto, parece una gigantesca broma. Parece que es una sucesión de tópicos y de vuelta a los valores que las madres de principios de siglo podían intentar meterle en la sesera a sus hijas para meterlas en el redil del casamiento, cosa que espero cada vez esté menos de moda. A lo primero diré que no, y a lo segundo que sí. Como dijo Grace Morales en su Facebook: “El feminismo es una cosa feísima y supersuperada. No hay más que echar un vistazo alrededor”.

Podría pedir como contraataque que los potenciales lectores de este libro se paseen por las páginas de los feminismos de Donna Haraway , o Judith Butler . Si no tienes tiempo, y por poner una película de entre las cientos que tratan este tema, más interesante, y más libre de restricciones sociales se me hace la cinta de Masato Harada de 1997 Bounce Ko Gals (Baunsu ko Gaurusu), una película que habla de esas estudiantes japonesas que vivieron su crisol en esas fechas y que se dedicaban (y dedican) a ofrecer servicios de acompañamiento, entretenimiento visual y a veces sexual a ejecutivos y ricos a cambio de dinero que en muchos casos gastaban en ropas de marca y maquillajes. Una película que explora algunos puntos de vista importantes, crea situaciones que se dan en la vida real sobre el sexismo, y que no da respuestas definitivas a un problema que tiene tantos frentes como las resultas de la suma de sus jugadores, que somos todos, como de sus contextos y circunstancias, que son muchísimas.

¿Por qué es divertido este libro? Porque parece escrito por Michael Scott (¿es en realidad Catherine Hakim un troll o sólo es estupidez y saber popular todo muy concentrado?). ¿Por qué no es divertido? Porque es completamente ofensivo y peligroso. Si cae en manos de gente en proceso de formación intelectual (el libro se llama Capital Erótico y la señorita que sale en portada llama a la compra) les confundirá, y creará en sus mentes un churro erótico que no sabrán dónde meter, y si le hacen caso acabarán siendo esclavos de un sistema dañino que perpetuarán sin miedo. Por último, y por ponerme a su nivel analítico: debe haber llegado a la menopausia y así lo sobrelleva.

 


Volver a la Portada de Logo Paperblog