En cuanto la crisis comenzó a reducir los ingresos de su bar-restaurante La Bardemcilla, en el barrio de Chueca, en Madrid, la izquierdista y obrerista familia Bardem lo cerró y puso en la calle a sus once empleados.
Muy cerca hay lugares parecidos que siguen abiertos: han bajado los precios, negociado sueldos y se mantienen vivos.
Los Bardem, la matriarca Pilar y sus hijos, el famoso Javier, Carlos, también actor, y Mónica, la gerente del negocio, no hicieron lo mismo.
Como desprecian el capitalismo no usaron las armas capitalistas para mantener su negocio que sólo era un capricho de ricos guay, como de otros es poner una boutique.
Por toda España hay miles de comercios, pequeños o medianos, cuyos propietarios, los explotadores capitalistas que denuncian los Bardem presentándose como bandera sindical, resisten heroicamente esta terrible crisis, y mantienen a sus trabajadores, a veces arruinándose y quedándose en la calle ellos.
Despreciado por gochistas estéticos como ellos, ese capitalismo luchador, que sufre hasta la extenuación, lo vemos a escala gigante en otra empresa familiar, El Corte Inglés, que no ha despedido de momento a ninguno de sus casi 100.000 empleados de sus más de cien centros por toda España.
Los sindicatos acusan a esa empresa de grandes almacenes de no permitir la vida sindical, de rechazar a sus representantes, lo que justificaría que casi no tienen militantes allí.
Lo que ocurre es que no consiguen parroquia: los empleados prefieren la protección de la empresa, que ahora demuestra su tradicional paternalismo, tan odiado por el sindicalismo, al mantenerlos en nómina, muchas veces con los centros vacíos de clientes.
Como los sindicatos se llevan una comisión por cada despedido en los ERE, si hubieran tenido poder que no nos extrañe que llevaran ya al paro 50.000 empleados de El Corte Inglés, y a numerosos conseguidores como Juan Lanzas y los de la Junza de Andalucía a hacerse multimillonarios.
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SALAS