El día 3 de marzo no es un día que me guste recordar, pero tengo que hacerlo, tengo que asumir que fue así, han pasado 18 años de aquel día en que el ser que más he amado tenía que partir, traté de arrancar de este día, me escabullía ese día escondiéndome en irme a los caminos para estar con los abandonados, así me sentía, de tanto conocer el cruel abandono en que los perros quedan cuando son dejados en medio de la oscuridad y los botan como si fueran basuras, sentí que el universo entero me había abandonado, los días eran esas noches oscuras en las que solo quieres dormir y dormir para despertar descubriendo que había sido una pesadilla. He visto tanto sufrimiento de abandono en seres tremendamente llenos de inocencia, sufrimiento de abandono que ninguno de ellos merecía, conocer ese abandono me hizo odiar la palabra abandono. Así me sentí por años, mi inconsciente no quería asumir esa perdida tan tremenda que es la partida de una madre.
Hace dos días soñé con ella, la veía feliz caminando a mi lado tomada de mi brazo. Me encanta soñar con ella, la veo casi joven y reluciente como en los mejores tiempos, los mejores años. Anoche la sentí en mi casa, no me crean loca, pero he visto cosas que nadie imaginaría, creo que me falta mucho aún para ser la Vanesa Daroch. En una de esas les cuento lo que he vivido, pero sin reirse, ya, y si se ríen, bien también.
Hoy por la mañana amanecí diferente, tomamos desayuno, miro el cielo, estaba hermoso, hermoso como hacía tiempo no lo veía, me fui a la feria del 22 de Vicuña Mackenna, donde la casera que tiene flores lindas, le compré flores blancas como le gustaban, claveles rojos para ese toque especial de elegancia y nos fuimos al cementerio, era mi primera vez de ir este día. Ese cielo hermoso iluminó mi día.
De inmediato pensé en ganarme su confianza y traerlo conmigo en un principio, hasta que vi su conección con un guardia de seguridad muy especial que es quien lo cuida, protege y quiere, pero no se lo lleva a su casa.
Me acerqué a conversar con el, me contó que lo llama Capitán, que lleva en el cementerio alrededor de cinco años, es compañero de la Mona, una perrita negra como mi Raj, viejita que lleva toda su vida viviendo en el lugar desde los cuatro meses y que apadrinó a Capitán como su hijo cuando llegó, describe maravillas de ambos perros, que es un perro maravilloso, un balazo para correr, prefiere correr detrás de la camioneta que el maneja en vez de subirse a ella. Historias como estas hacen que nuestros días se iluminen convirtiéndolos en mágicos. Imposible no recordar aquel día de invierno, frío, lluvioso, cuando me traje conmigo a un perro que llamaban Firulai, que al final resultó ser perra y la llamé Firulai Adriana del Carmen.
Puse las flores blancas en sus respectivos floreros, me fui a la iglesia a esperar a mis hermanos que salieran de la misa de las 12.30 hrs., primera vez que me decidía entrar a una misa en todos estos años. Mi creencia en los curas es casi nada, pero este cura que hizo la misa, la hizo diferente, como cuando asistía a esas antiguas misas que daba gusto escuchar los sermones donde aprendíamos a ser mejores personas. El tiempo y la vida me ha puesto incrédula. Me pareció extraño que el sacerdote luego de dar la comunión ofreciera el cáliz de sangre para beber. Al comienzo nadie se atrevía hasta que lo hizo un hombre, luego fue mi hermano, después otra persona, y por último otro de mis hermanos, me causó risa y conociendo a ese hermano me dije, se lo va a tomar todo, y me reí por dentro.
Al seco le dijo el cura.
Cosas que pasan.
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"Un perro no tiene por que andar en la calle solo, debe salir a pasear tirado de una correa de la mano de su dueño, de lo contrario se convierte en un perro callejero." Hoy la ley prohibe que los dueños dejen salir solos a sus perros a las calles