Me gustaría saber por dónde comenzar esta breve historia que no puedo clasificar como aventura, intriga, amor o algún otro género. Pero creo es mejor comenzar ya con la historia para no ahuyentar a mis lectores o personalmente a ti lector afortunado que por alguna razón llegaste a este escrito; espero no decepcionarte.
Esto pasó hace unos dos años en casa de mis abuelos. Cada verano iba a visitarlos y pasaba por lo menos un mes con ellos. Mi abuelo se llama Alberto y mi abuela María, eran una pareja que llevaban muchos años juntos, 78 recuerdo, vivían de su pensión, tenían un pequeño perro salchicha llamado Tomy y básicamente sus amigos eran sus vecinos que también ya eran gente mayor. Donde vivían era una área muy rural, alejada de la ciudad a 30 minutos de distancia en coche. A la casa la rodeaban árboles de 12 metros de altura, un lago de 25 metros de diámetro y la carretera.
Como pudiste notar dije que “eran” una pareja muy feliz y mayor y, me consuela que se hayan ido juntos al menos.
Ya llevaba tres semanas con ellos. Ya me había vuelto a acostumbrar a mover los sillones y reacomodarlos para que mi abuela pudiera pasar y mover el asiento del coche para que cupiera su silla. Con mi abuelo sólo tenía que ser paciente pues no escuchaba muy bien.
Recuerdo que ese día había comenzado normal, despertamos con -5° de Temperatura, un poco de escarcha en el lago y en las ventanas. Mi abuela estaba lista para ir a visitar a su amiga Carolina y mi abuelo listo para que lo llevara de compras. Sí, un señor mayor iba de compras con su nieto para comprarle a su amada esposa un ramo de azucenas; sus favoritas. Me levanté a preparar el desayuno y me asomé al jardín para apreciarlo cubierto de una fina capa de blanco. Tomy clamaba por atención, así que fue en un momento fugaz que lo vi…la entrada trasera no tenía candado. Al ser tan rápido y no bien apreciado el panorama, no le hice caso y el día siguió corriendo.
Por fin iba a recoger a mi abuela y llevarla a la casa para esperar que llegara la familia Lurez; sí, yo también creía que no era un apellido real hasta que Armando me mostró su identificación. Ellos son 3-creo siguen siendo-, el papá, el hijo y su hermana. Su mamá había muerto ya hace años en un accidente automovilístico. Le chocó un hombre que estaba borracho, ella murió por el choque y él se desvió hacia el lago. Por esas fechas la Temperatura del lago era de hasta -50°. Murió de hipotermia. El cuerpo de ella se calcinó.
Volví a asomarme al jardín para rectificar lo que habpia visto y parecía que sólo había imagindao cosas; el candado estaba de nuevo ahí. Claro, hasta ese momento no le había prestado atención.
Los Lurez llegaron a casa. Abrí la puerta de madera y les dejé pasar hacia la sala, lo primero que se veía eran las nuevas azucenas de mi abuela. A Mónica Lurez también le gustan.
Cenamos, platicamos, nos pusimos al día y dentro de esa plática, Armando me contó algo en privado:
“Amigo, por favor no le digas a nadie pero, la policía me mandó a llamar hace dos semanas diciéndome que mi mamá puede que haya fingido su muerte…”-lo dijo con tal voz que mi corazón se apralizó.
“Arty”-le decía así yo-“¿por qué te dirían algo así?”-le pregunté nervioso y tartamudeando.
“Me dijeron que hacía meses que estaban llegando muchos paquetes a una casa que decían no eran de ellos los paquetes. Pero una mujer misteriosamente los reclamaba a la paquetería. Una mujer que cada nuevo paquete cambiaba de nombre, rostro y vivienda”-me decía mientras seguía sintiendo mi corazón latir apresuradamente y el frío correr por mis brazos y piernas.
“Oye, pero ¿por qué tu mamá?”
“Lo mismo les reclamé a los oficiales, pero me dijeron que uno de la patrulla civil de la ciudad la reconoció”-dijo asombrado.
“Me tienes que estar jugando una broma, ¡Arty!”-exclamaba preocupado.
“Mira, es verdad. Al menos eso me dicen. Además me llegó una carta hace una semana donde me decía que no buscara más ni preguntara. LA verdad no sé qué hacer. Pero bueno, es hora de irme. Mañana te veo.”
“Cuídate; mañana platicamos”.
Los Lurez se despidieron, Mónica se llevó unas azucenas y su papá un abrazo de mi abuelo.
Lo que me acababa de contar Armando en verdad me había dejado impactado. Era ya hora de irse a acostar así que me despedí de mis abuelos y los dejé de la planta de abajo. Una vez en mi cuarto, me asomé por la ventana que da hacia el jardín. Miré la puerta trasera y noté que tenía candado. Por fin pude reconciliar el sueño y me perdí.
“¡Crash!
Ese ruido claramente venía de la planta baja. Tomé un bat que tenía en el cuarto y bajé apresuradamente con mi pijama y descalso. Vi a alguien salir hacia el jardín de manera torpe. No pensé, simplemente actue: le di con el bat en una de sus piernas. Gruñó, cayó, se golpeó y entonces vi; mi abuelo.
Escuché otro grito. Era mi abuela. Fui a su cuarto miestras dejaba desangrar a mi abuelo por el cristal que tenía enterrado y sufriendo por el dolor que le había provocado en su pierna izquierda.
Vi la mano que sostenía un cristal en el cuello de mi abuela y con otra mano sostenía un papel. Fue cuando quedé paralizado y no pude hacer nada. Le dejó el cristal en el cuello, mi abuela descansó del dolor y quedó tiesa. Ella simplemente pasó a mi lado, soltó el papel y me hizo un ligero corte en el rostro. Sonrió y se fue.
Quise hacer algo; sólo pude correr tras ella y ver cómo pisaba a mi abuelo que estorbaba la salida al jardín. En su salida triunfal predió la casa comenzando por el jardín y fue cuando pude ver su rostro: Yoselin Lurez. Mi hermana mayor.
Lo último que escuché decir a mi abuelo fue: “Te quiero…”
Ahora la policía me toma como el principal testigo del caso. No puedo salir del país, en cada distrito hay en las comisarías un aviso de que soy pieza clave para un caso. Ahora tengo arresto domiciliario porque los oficiales encontraron un lugar donde podría estar Yoselin.
Hasta acá dejo este escrito. Básicamente es ilegal lo que hago. Los policías no dejan que hable con periodistas ni con nadie. Rescluido, encerrado en mi propia casa. El único periódico digital que vi que hablaba sobre el caso decía como título: “Casa que alberga a la llave”; y aparecía una foto de mi casa. Ahora he pedido una cita con un reportero del periódico y escribo esto en caso de que pase algo que no tenía contemplado. Si lo lees ahora sabes que pasó algo que no vi venir. Quizá haya muerto o tal vez siga siendo la clave del misterioso asesinato y desaparición de Yoselin Lurez. Y sí, ese también es mi apellido,