Capítulo 18 “Indecisa”
Pasaron varios segundos de silencio.
—Jess... —comenzó a decir Jack, pero se detuvo. Soltó suavemente la mano de Jessica y se alejó de nuevo, bajando la mirada y contemplando su regazo, abatido. Jess lo observó con el corazón roto.
—Será mejor que vuelva a casa —dijo, mientras le dedicaba una sonrisa que mezclaba tristeza y cariño. Salió de la habitación antes de que su compañero pudiese replicar.
En el pasillo, volvió a ver el cuarto de Diana, vacío en aquel momento. Incapaz de resistir la tentación, entró. La estancia estaba levemente a oscuras, ya que las cortinas estaban parcialmente corridas, pero aquello sólo conseguía que la muchacha destacase más. Su piel clara—mortalmente pálida—y su cabello castaño intenso parecían brillar. La imaginó en el coche, con la cara contraída de espanto, gritándole a Jack desesperadamente que se detuviera antes de que... se sumergiera en el sueño indefinido en el que se encontraba en aquel momento.
— ¿Dónde estás, Diana? —murmuró Jessica en voz baja.
—Eso es lo que nos gustaría saber a todos —una voz femenina le respondió, sobresaltándola—. Y si querrá irse de allí para volver a nuestro lado algún día.
Jessica casi dio un saltito del susto, y se giró preparando mentalmente una disculpa y una explicación sobre su presencia allí. Pero la visión de la madre de Diana entrar en la habitación dejó su mente en blanco.
—Elizabeth... —susurró. Aún le sorprendía y le incomodaba la revelación de su padre, y no sabía muy bien cómo debería tratar con ella —. Yo... lo siento, vi a Diana desde el pasillo y entré sin pensar y...
—No te preocupes —le sonrió Elly—. En otro tiempo, si las cosas hubiesen ido de otra manera, tú y Didi seguramente os hubieseis conocido desde pequeñas y os hubieseis hecho inseparables como tu madre y yo lo fuimos. Y estar aquí hubiese sido completamente normal para ti.
Elizabeth se giró hacia su hija con una expresión vacía en su rostro.
—A veces las personas se van sin que ni siquiera podamos decirles adiós.
Jessica sabía que parte de aquellas palabras también se referían a su madre, Flavia. Tragó saliva.
—Aún no sabemos qué será de Diana. Todavía no se ha ido. Así que no tiene por qué decirle adiós aún —dijo, sin pensar. Sin embargo, al ver el rostro de la mujer, sin esperanzas, no pudo evitarlo—. Diana podría despertar. Por eso, pienso que es mejor que prepare las palabras que le dirá cuando regrese.
No sabía ni lo que estaba diciendo. Se sintió ridícula soltándole aquellas palabras tontas a la madre de aquella chica, cuando ni siquiera conocía ni era cercana a ninguna. Se mordió el labio inferior. Sin embargo, Elizabeth sonrió. Sus ojos estaban ligeramente brillantes.
—Gracias, Jessica.
***
Richard contempló abstraído el plato de pasta que había sobrado del mediodía girar y girar dentro del microondas. Últimamente no se sentía él mismo. No se sentía nada. ¿Qué estaba haciendo? Repasó mentalmente sus acciones y su comportamiento en las últimas semanas, y sólo pudo concluir que había sido un soberano imbécil. Se había liado con Emy, y había hecho daño a Jessica incontables veces. La quería, quería luchar por ella y quería protegerla. Pero al final debido a sus celos y a su imbecilidad solo acababa hiriéndola. ¿Siempre había sido así? ¿Ni siquiera sabía cómo hacer feliz a la chica que le gustaba? Él había pensado que era diferente. Que era otro tipo de chico, menos egoísta, más paciente, un chico que podría conquistar de forma limpia a la persona que quería. Pero lo único que había hecho había sido cagarla una y otra vez, decepcionando sin parar a Jessica y a sí mismo. Al final, no había demostrado ser mejor que Jack.
Interrumpió momentáneamente esa espiral de autodesprecio para levantarse y sacar el plato del microondas. Se sentó de nuevo en la pequeña mesa de la cocina, ya que el salón se le hacía demasiado grande y vacío para él. De nuevo, una cena solo. Pensó que aquel plato de pasta recalentado y aquella cocina podrían perfectamente englobar y representar su vida en general.
Definitivamente, tenía que cambiar. A partir de ese momento actuaría diferente. Sabía que habían pasado muchas cosas, y que Jessica aún estaba conmocionada y necesitaba tiempo. Así que se lo daría. Jess sentía algo por Jack, ese era un hecho innegable, pero haría que lo que sintiese ella por él fuese mucho mayor. Y la conquistaría por méritos propios, no a costa de alejarla del moreno.
Allí solo, en medio de la pequeña cocina de una casa demasiado amplia para una sola persona, incluso para dos, Richard se sintió un poco mejor tras tomar esa resolución.
***
Los días pasaron con rapidez. Richard encontró a Jessica varias veces por el instituto, pero no pasaron del mero saludo. Decidió dejarle el tiempo que ella necesitaba. Sin embargo, su relación no se enfrió, ya que siempre imprimían un cariño especial en cada "hola" o "hasta luego" que se decían.
De vez en cuando le enviaba WhatsApps casuales, simpáticos, divertidos, que la hicieran reír. Sobre todo en esa época en la que se acercaban los exámenes finales, que hacían que la tensión y el estrés se empezaran a notar en el ambiente y obligaban a dejar el resto de problemas momentáneamente de lado. Después de aquello, vendrían las vacaciones.
Para Richard, éstas se resumirían en trabajar en el bar, aunque era posible que algún fin de semana hiciera alguna escapada con su hermano a alguna parte. También podría cantar en la banda de Luc. Había pensado muchas veces en la oferta de su amigo. Le había dicho que le daría una respuesta pronto, pero al final nada había quedado en claro. Para ser sincero, le había encantado la experiencia de situarse sobre un escenario, frente a un público alocado contagiado por la locura y el ritmo frenético de la música. Le había gustado cantar, y que la gente respondiera a su voz.
El problema era que en la banda también estaría Jack, y no sabía con seguridad que aquello funcionara dada su relación con él. No sabía si podría cantar siguiendo los acordes de su guitarra, o si él podría tocar para guiar y acompañar a su voz. Se necesitaba una relación de compenetración íntima, y ellos dos apenas podían contenerse para no matarse a hostias cuando se veían. A pesar de que, claramente, ambos disfrutaran de la música.
Richard se preguntó si algún día arreglaría sus diferencias con el moreno. Sin embargo, comprendió, estando Jessica en medio sería difícil. Y la historia de Diana solo complicaba las cosas.
***
Jessica estaba contenta. Al día siguiente le darían el alta a Jack y saldría del hospital al fin. Había ido ocasionalmente a visitarle, pero últimamente debido a los exámenes apenas había tenido tiempo para ir. El día siguiente, sin embargo, le vería sí o sí.
Tumbada boca a abajo en su cama, en medio de un descanso de estudiar, miró la pantalla de su móvil frente a ella dudando de si debía contárselo a Richard. Aquella última semana, por algún motivo, habían comenzado a hablar bastante. Al principio sólo eran WhatsApps casuales, a veces graciosos y bromistas, pero un día que estaban ambos en línea comenzaron a hablar y la conversación les duró horas. Empezaron comentando asignaturas del instituto y exámenes, pero pronto rotaron a temas más personales. A Jessica le gustaba hablar con Richard. Sentía que hasta aquel momento no había podido hacerlo, ni conocerlo realmente. Sus aficiones, sus pensamientos, sus temores y sueños... precisamente porque no sabía nada de él, la noche en que le vio y oyó cantar se sorprendió tanto.
Tuvo la sensación de que comenzaban a acercarse de nuevo, pero de manera diferente a como había sido hasta ese momento. Sin agobios, sin rozaduras tensas. Simplemente... estaba conociéndolo y dejando que él la conociera a ella. Comenzaban a entablar una confianza de amistad. Aunque, por supuesto, su corazón seguía aumentando el ritmo de sus latidos cada vez que recibía una respuesta del rubio.
Contempló de nuevo el último mensaje de él: <<¿Qué te cuentas?>>, enviado hacía poco. Al final, decidió escribirle <<Mañana le dan el alta a Jack>>. Sencillo, sin explicaciones innecesarias. Sentía que de algún modo Richard tenía derecho a saberlo ya que había estado de alguna manera implicado en toda aquella historia. Vio el estado "escribiendo..." del chico, pero antes de que pudiese recibir y leer su contestación unos golpecitos en la puerta la sobresaltaron.
—Adelante —dijo en voz alta. La figura de su padre la recibió desde el marco de la puerta—. Vaya —dijo con tono alegre—. Normalmente nunca me haces caso cuando te pido que llames a la puerta, hoy te has portado.
—Jess... —el tono serio de su padre y su expresión apagaron pronto su júbilo. Jessica se levantó de la cama.
—¿Qué ocurre? —de pronto, sintió miedo. ¿Qué podría haber ocurrido para que su padre tuviese aquella cara?
—Me acaba de llamar Elizabeth. Pensé que debías saberlo. Es Diana.
Un vacío en su estómago le vaticinó los peores presagios.
—¿Qué pasa? ¿Ha ocurrido algo malo? —no se molestó en esconder su nerviosismo y miedo. Después de aquella charla que había tenido con Elizabeth... si al final a Diana le pasaba algo...
—No. No, no, Jessica, todo lo contrario —finalmente, Lucius sonrió, y las pequeñas arruguitas que se formaron en la comisura de su boca le dieron un aspecto jovial—. Diana ha despertado.
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Y ahora le toca el turno a María Orgaz, luego a Encarni Maldonado.
¡Saludos y buen inicio de semana!
Revista Cultura y Ocio
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