Revista Libros

Capítulo 2

Publicado el 11 mayo 2014 por Letrasconsaborachocolate
Capítulo 2 Hace un año y medio, cuando entré en la universidad, llené el formulario para ser candidata a un intercambio a la ciudad que siempre me ha fascinado. En los últimos tres semestres mi petición había sido denegada, pese a todas mis actividades extracurrilares y mis buenas calificaciones, pero este semestre, por obra del destino o qué sé yo, mi petición fue acreditada y en dos días salgo rumbo a Madrid junto a otros estudiantes. Estoy segura que la experiencia será de lo más excitante, y lo mejor es que este no será un regalo de cumpleaños que mi padre compró para mí, se trata de algo por lo que luché con todas mis fuerzas y por lo que estoy orgullosa de decir que es gracias a mí esfuerzo que lo conseguí. Cuando tu padre suele darte todo lo que has deseado desde que eras pequeña, luchar por algo pierde sentido.
 Así que para festejar mi decimoctavo cumpleaños y mi gran logro, Stefan propuso que fuéramos al club de moda para festejar. Al llegar a casa me enfoqué única y exclusivamente en buscar el atuendo perfecto, pasé varias horas al teléfono con Nicole para una asesoría de moda express.
 —¿Qué va a pasar con tu relación con Stefan cuando te vayas a Madrid? —preguntó.
Me quedo callada mientras revuelvo la ropa dentro de mi closet. Encuentro una falda de lentejuelas que hacía siglos que no veía.
 —No lo sé, tal vez… terminemos. —Había pensado en eso antes, pero decirlo en voz alta se sentía totalmente ridículo.
—¿Has hablado con él al respecto?
 Niego con la cabeza, como si ella pudiese verme.
 —Nop. Realmente no quiero pensar en ello por ahora. Justo en este momento sólo me importa encontrar el par de mi zapatilla.
 Ella ríe por un segundo y luego recupera la compostura.
 —De verdad, Carrie, deberías hablarle sobre esto. Stefan de ama, de eso no cabe duda. Y no creo que sea justo que le hagas esto.
 —Es mi sueño, Nicole.
 —Lo lastimarás.
 Quizá tiene razón, pero de verdad que no quiero pensar en eso. Lo último que deseo en la vida es hacerle daño a Stefan. Hemos estado juntos por los últimos cuatro años y realmente me gusta estar con él. Tal vez mi corazón no se acelere inexplicablemente cuando lo veo, ni me suden las manos cuando estamos demasiado cerca y quizá no se me corte la respiración ni me vuelva un manojo de nervios, pero eso sólo sucede en los libros que solía leer cuando tenía trece años. Yo amo a Stefan. O al menos creo estar segura de lo que siento.
—Jamás lo lastimaría. No soy esa clase de persona y lo sabes perfectamente. —Me duele que crea que puedo ser tan insensible como para lastimarlo. Ella me conoce mejor que nadie—. Es simplemente que hemos estado juntos durante mucho tiempo y, no sé, quizá sea bueno para él que salga con alguien más. Tal vez así podremos estar más seguros de lo que sentimos por el otro.
Casi podía imaginar a mi amiga negando con la cabeza.
—Tal parece que lo has pensado muchísimo, así que sólo me queda decirte que aunque seamos las mejores amigas, Stefan también es mi amigo y no me voy a quedar con los brazos cruzados si lo lastimas.
—Suenas como una leona, pero está bien. Quédate tranquila que nunca sería capaz de lastimarlo. Simplemente le pediré que se tome un tiempo, que salga y se divierta con otras chicas. Si cuando regrese, él está totalmente seguro de que quiere que continuemos juntos, por mí estará bien.
—Te vas por seis meses, eso es muchísimo tiempo.
—Lo sé. Así que dime, ¿medias o leggins para combinar con mi falda?
La escucho suspirar antes de contestar.
—Medias.
Y así como así, nuestra pequeña pelea sobre Stefan se extingue y todo es como si nada hubiese pasado. No voy a negar que me parezca algo raro que se preocupara tanto por mi relación con mi novio, pero sé que tiene razón. Ella es tanto amiga mía como suya.
Más tarde ese mismo día, le doy la noticia a mi padre. Él se alegra inmensamente por mi triunfo y me dice lo orgulloso que estaba de mí, lo que hace que mi pecho se infle con felicidad. Hacía mucho tiempo que no le veía sonreír de verdad y saber que la razón de su enorme sonrisa es mi logro, me hace sentir orgullosa.
Cuando Stefan llega por mí, una sonrisa se encontraba dibujada en mi rostro. No recuerdo cuando se apoderó de mis labios pero da la impresión que la tengo tatuada en el rostro.
—Te ves radiante —murmura, besando galantemente el dorso de mi mano—. Me gusta cuando estás tan feliz.
Juro que mi sonrisa se ensancha todavía más. Finalmente me decidí por usar una falda negra con pantimedias en tono nude, una blusa holgada semitransparente en color café que deja gran parte de mis hombros al descubierto y unas zapatillas altas.
—Y cómo no estarlo. —Río—. Es uno de los mejores días de mi vida. Estoy a un paso de cumplir mi sueño realidad.
Él ríe junto a mí y me lleva hasta su auto. Mientras conduce hasta el club, charlamos sobre cosas triviales y sin interés. Una de las cosas que me gustan de pasar el rato a su lado es que podemos pasarnos horas y horas hablando de tonterías sin cansarnos e incluso inventar chistes sobre las cosas sin sentidos que hablamos.
Al llegar a nuestro destino su mano se posa en mi cadera y me sujeta con firmeza, como si quisiera decirle al mundo que la mujer a su lado está con él y que quizá se trate de su verdadero amor. Para algunas esta acción podría parecerles machista, pero a mí me hace sentir cómoda y protegida, porque sé que podré contar con que él me defenderá si algo llega a suceder.
La música del lugar es excesivamente alta, pero se siente bien estar en un lugar así. Digamos que he pasado una muy buena parte de mi vida entre fiestas de sociedad con música baja y hablando sobre economía y política con gente que fácilmente me dobla la edad. Comportarme como una chica de dieciocho años por primera vez podría resultar muy divertido. Lo primero que veo es la gran masa de gente aplastándose en la pista de baile, y por más ridículo que suene, me gustaría encontrarme en el centro de esa pista dejando que mi cuerpo se libere de toda tensión para moverme al ritmo de la música.
—Voy a extrañarte —susurra en mi oído mientras me abraza por detrás. Hemos estado bailando por un buen rato y en este momento nos encontramos en la barra, buscando algo para refrescarnos.
Estoy sudando, pero a él parece importarle poco y besa mi cuello con ternura. Me estremezco.
—Yo también te extrañaré —admito, dándome la vuelta.
Mis manos suben hasta sus hombros, donde me quedo colgada mientras observo sus ojos. Me gusta ver los ojos de las personas porque creo que son la puerta del alma. Los ojos de Stefan siempre me han mostrado un amor infinito hacia mí y por eso dudo un segundo de lo que estoy a punto de decirle esta noche, pero sé que necesitamos este tiempo de distanciamiento para saber realmente qué es lo que queremos.
—Prometo que te llamaré todos los días.
Sonrío a medias.
—No es necesario, Stefan.
—¡Claro que lo es! Voy a necesitar escuchar tu voz. Te amo demasiado, nena.
Siento una punzada en mi pecho, pero guardo silencio. No es el momento ni el lugar para decirle las cosas. En lugar de decirle lo que está en la punta de mi lengua, hago lo más cobarde que alguien puede hacer: me pongo de puntillas y lo beso.
Pasamos el resto de la noche bailando y bebiendo un par de cervezas para refrescarnos. Me dejé llevar por la noche y puedo decir que me divertí sanamente.  No fue hasta que estábamos en el auto, frente a mi casa, cuando decidí que era hora de hablar con él.
Stefan aparca el auto y voltea a verme. Su sonrisa coqueta domina en su rostro y me dice que, al igual que yo, se la ha pasado de lo lindo. No hemos bebido demasiado, por lo que conducir no es mucho problema para él.
—¿Quieres que mañana pase por ti? —pregunta, poniendo una de sus manos en mi muslo. Es un toque intimo bastante normal para nosotros.
Niego con la cabeza en respuesta a su pregunta.
—Stefan, tengo que decirte algo. —Siento que esto será cruel, pero realmente tengo que decirlo. Debo hacerlo—. No puedo dejarte atado a mí cuando me vaya a Madrid.
Su ceño se frunce y una sonrisita pequeña aparece en su rostro, esa sonrisita que pone cuando no comprende las cosas del todo.
—Eso significa que pienso ponerle fin a nuestra relación tan pronto como ponga un pie en el avión.
Simple y directa son dos palabras que me describen perfectamente. No suelo irme por las ramas.
—¿Estás de broma? —Niego con la cabeza—. ¿Estás diciendo que vas a romper conmigo para irte a Madrid?
—Creo que es lo mejor.
Suelta un bufido.
—¿Lo mejor? ¿Por qué simplemente no aceptas el intercambio? Di que cambiaste de opinión y que no quieres ir.
Escucharlo decir eso se sintió como un golpe en la cara. Él sabía lo que había luchado por conseguir la aprobación para mi intercambio y en este preciso instante me está pidiendo que lo deje todo de lado para quedarme con él.
—Eso es egoísta —contesté.
—¿Y lo que tú estás haciendo no lo es?
—No. Te estoy dejando en libertad para que hagas lo que desees sin el menor remordimiento. Quiero que cuando regrese de Madrid tanto tú como yo estemos seguro que lo sentimos por el otro es amor de verdad y que realmente queremos estar juntos. Esto será como una prueba, Stefan.
—Suficiente prueba es que te vayas, ¿por qué también quieres terminarme?
—Necesitamos esto.
—Si nos amamos, no necesitamos esto.
—Por favor.
—¿No me amas? ¿Acaso tienes dudas de lo dices sentir?
Bajo la mirada y me quedo en silencio. No sé qué contestar a eso. Siento que el aire a mi alrededor se carga de tensión y deseo que suceda algo que me permita irme sin responder esa pregunta, pero no hay casualidades como en las películas en la vida real. El silencio entre nosotros se vuelve pesado, más de lo que realmente me hubiese gustado.
¿Realmente estoy dudando de él? ¿Lo amo? ¿Cómo sé si lo que siento es amor verdadero si no he tenido a nadie más a quien amar? Amar es tan subjetivo e irracional. ¿Cómo sabes cuándo verdaderamente amas a alguien? ¿Las mariposas, el tartamudeo, el sudor, los estremecimientos, son todos ellos partes únicamente de los libros?
 —Bien. —Su boca se vuelve una línea fina y su mirada se enfría—. Bien. Entonces es eso.
Casi siento que voy a llorar, puedo percibir las lágrimas asomándose a mis ojos.
—No es eso, te lo aseguro. —Mi voz sale insegura y temblorosa. No estoy segura de estar diciendo la verdad pero tampoco se siente como una mentira—. Sólo creo que… necesitamos esto.
—No necesariamente. —Sus ojos han empezado a ponerse acuosos y siento que mi pecho se oprime.
Una lágrima furtiva escapa de mis ojos, pero me mantengo firme.
—Lo siento, Stefan. No puedo mantenerte atado a mí durante este tiempo que no estaré aquí. Es injusto.
Espero que diga algo, cualquier cosa, pero en cambio se queda callado y observa el frente sin el menor interés. Me da la impresión que está ansioso por partir así que murmuro una tímida despedida y dejo un casto beso en su mejilla antes de bajar del auto. Tan pronto como estoy en la acera, su auto arranca y se aleja a toda velocidad a la misma vez que las lágrimas caen incontrolablemente por mi rostro.
¿Lo amo? Realmente no lo sé, pero espero que con este viaje, logre aclarar mis sentimientos hacia Stefan. Quizá pueda encontrarme a mí misma y saber qué es lo que espero de un chico. Tal vez Madrid tenga algo mejor deparado para mí.
Doy media vuelta para entrar a mi casa mientras limpio las lágrimas. Si algo aprendí cuando mamá murió es que no se les debe dar demasiada importancia a las personas porque un día están con nosotros, pero al otro día pueden irse y dejar un tremendo vacío en nuestro interior.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista