Había pasado una semana desde que llegué al campamento. Una semana desde que casi muero a las puertas de mi salvación. Una semana desde que le vi a él. Desde luego no intercambiamos muchas palabras. Unas presentaciones bastante escuetas constituyeron nuestra pobre conversación y el poco tiempo que realmente tuvimos para hablar (los cinco minutos de después antes de que él se fuera a entrenar) los pasó riéndose de mi. Irónico. Y sin embargo lo que más me llamó la atención de él fueron sus ojos. Eran realmente perturbadores. ¿Ojos color miel? ¿No es eso muy fantasioso? Y sin embargo, teniendo en cuenta estos últimos meses, prácticamente me creería cualquier cosa que me contaran.
-¡Sara! ¡Estás en una clase de tiro con arco, pero no solemos disparar a nuestros campistas! -me gritó Quirón desde el otro lado del campo. Y entoces caí en la cuenta de que, sumida en mis pensamientos, había desviado mi flecha hacia el cielo donde unos campistas aprendían a montar en pegaso.
-Lo siento mucho Quirón, me he distraido un segundo. No volverá a pasar.
-Eso espero Sara. Sabes que esto no es un juego y que cuando te enfrentes a un monstruo cualquier error es fatal. Y ante ellos no puedes disculparte. -enrojecida de vergüenza miré hacia la diana. Tensé el arco y disparé. Centro perfecto.
-Eso está mejor Sara. Mucho mejor. Sé que tienes unas hablidiades increíbles, utilizalas.- Entonces Quirón comenzó a trotar hacia la Casa Grande y le perdí de vista en poco tiempo.
Cerré los ojos un momento y volví a recordar esos perturbadores ojos dorados y, como atendiendo a mi petición silenciosa, alguien golpeó ligeramente mi hombro. Me giré lentamente y en tensión. Y ahí estaba él. Mirándome intensamente. Desvié la mirada y me centré en un punto en su armadura de cuero.
-Eyy Sarita, ¿qué tal? -sin darme tiempo a responder el continuó hablando.- Definitivamente el tiro con arco es lo tuyo. Eres casi tan buena como un hijo de Apolo -sonrió chuleandose- ¿Qué tal has sobrevivido a esta semana sin mi?
-¿Sinceramente? No he pensado en ti -mentí- Pero es genial que te "acuerdes" de mi nombre. Tú eras Dilan o algo así, ¿no?
-Ja. Ja. Ja. Estoy segurísimo de que te acuerdas, solo quieres disimular para que no se note lo coladita que estás por mi. Admitlo Sarita -sonrió con prepotencia. Que increiblemnte irritente era...
-Para tu información, sí, me acuerdo de como te llamas Ian. Y segundo -empecé a andar y él me siguió- me voy a duchar y a cambiarme para la cena. ¿Vas a seguirme o tengo que parar hasta que te vallas? -le ví enrojecer un momento, tan fugaz, que supuse me lo habría imaginado.
-De hecho...sería interesante seguirte pero...prefiero hacer lo mismo por mi cuenta. Además, aún tengo que preparar varias flechas, mañana hay captura de bandera ¿recuerdas? -asentí a pesar de que se me había olvidado- Perfecto, mañana te veo en el equipo contrario ehh -me guiñó un ojo y se empezó a ir hacia su cabaña.
¿Estresante? Sí ¿Irritante? Sí ¿Terriblemente atrayente? Sí. Maldito sean Ian y sus preciosos ojos dorados. Pero ahora tenía que dejar de pensar como una adolescente. Ahora tenía que ponerme en modo semidiosa. Y esto era lo que iba a hacer. Tenía una captura que ganar.
Hasta aquí el capítulo dos :) Aquí el capítulo uno
Esta entrada participa en la iniciativa La senda de los Dioses
P.D. Aún no subiré mi "crónica" sobre el evento Idhuita puesto que quiero subirla cuando me llegue la enciclopedia para subir también una foto con ella :)