"20 años, 20 historias"-Capítulo 2: ¿Por qué en castellano?
Como comentaba en el capítulo anterior, una de las cosas que me tuve que plantear en el momento de crear este blog fue la lengua en que lo escribiría. De hecho podía haberlo hecho en catalán o en castellano, dado que, si bien mis padres eran castellanoparlantes (mi padre, de Los Hinojosos [Cuenca], llegado a Barcelona con 4 años a principios de los 40 y mi madre, de Villalobos [Zamora], pero criada en Bujaraloz [Zaragoza]), yo domino ambas lenguas con fluidez.
La cuestión era que, aunque en casa siempre hablábamos en castellano, mi padre sí que hablaba catalán habitualmente (a su forma, porque era un comercial nato y lo había aprendido hablándolo) y siempre me enseñaba alguna cosa. De hecho, explicaba que, durante la mili como artillero en los cuarteles de Sant Andreu de Barcelona, tenía que hacer de intérprete de un compañero catalanoparlante al cual, un sargento chusquero -más franquista que Franco-, hizo llorar al humillarlo pública y agriamente por no hablar en "español". Una situación extremadamente vejatoria, por cuanto el pobre chaval no tenía estudios y no había hablado castellano en su vida. El contrapunto divertido era que este compañero, cuando salían al baile, se sacó una novieta andaluza...¡y mi padre hacía de traductor entre ellos!
Por su parte, mi madre también lo sabía hablar, pero la timidez y el miedo a hablarlo mal, la frenaban de hacerlo continuamente. Tanto es así que, si algún catalanoparlante le cambiaba al castellano, no dudaba en exigirle que continuara hablando en catalán. Como anécdota nos contaba que recién llegada a Barcelona (finales de los 50) servía en una casa catalana "bien" de la parte alta y que la "mastresa" (la dueña, vamos) tenía dos hijas, un poco más jóvenes que mi madre -que tenía unos 16-17 años- las cuales tenían prohibido expresamente que hablaran catalán con ella. Mi madre, con ganas de aprender, cuando se giraba la madre de las chicas les decía " Parleu! Parleu-me en català!".
Sea como sea, si tenemos en cuenta que, en los 70, en Primaria -nuestra antigua EGB-, todo el temario era en castellano, que en casa hablábamos castellano, los medios de comunicación eran todos en castellano y vivía en un L'Hospitalet lleno de inmigración de procedencia española hasta la bandera... que a principios de los 80 yo hablara catalán con cierta fluidez, se ha de considerar poco menos que un milagro. Aunque, claro, nada hay imposible si te gusta algo y, encima, tienes a tu padre diciéndonos a mi hermana y a mi "¡pues vaya catalán, que no sabe catalán!" y es que, otra cosa no, pero chinchar...¡le encantaba! La llegada al instituto durante la adolescencia, con la mayoría del temario en catalán (no en vano, mis primeros relatos fueron en este idioma) y mi mayor participación en el negocio familiar de venta de chándals para colegios -con una comunidad educativa mayoritariamente catalanoparlante-, me acabaron por convertir en bilingüe. No obstante... ¿qué tiene que ver esto con el idioma en que escribiría en Memento Mori? Pues de hecho, todo.
En tanto que escribir en una u otra lengua me era indiferente, y dado que por aquellos días de 2005 las bancadas de la derecha nacionalista española aún vomitaban bilis contra todo lo que olía a catalán, fruto de la sonada derrota en las elecciones generales tras la chapucera gestión del 11-M y de la tramitación del nuevo estatuto de autonomía catalán de 2006, decidí que no podía hacerlo en catalán como me pedía el cuerpo, sino en castellano. Y conste que digo en "castellano" y no en "español" porque la lengua que aprendí de mis padres fue el idioma de Castilla: Si estamos en España y tenemos en cuenta que no hay un solo idioma, el catalán, el vasco y el castellano son todos igual de españoles, ergo el "español", en España, no existe (otra cosa es Hispanoamérica, pero eso es harina de otro costal). Y tras este levantamiento de principios en barra libre que habrá cortocircuitado al facherío más inclemente, sigo con mi perorata...
Como iba diciendo, la idea de hacerlo en castellano la tenía bastante clara. Más allá de que fuera mi lengua materna, lo que pretendía expresar en este blog eran las opiniones personales, basadas en la experiencia vital subjetiva, de un catalán en Catalunya. Unas opiniones y unas realidades que podrían molestar a unos y a otros pero, sobre todo, a aquellos energúmenos que vendían (y venden) que el día a día de lo que pasa por aquí es lo más parecido que hay a un gulag estalinista al uso. La población catalana ya sabemos qué es lo que hay en nuestra tierra, pero los de afuera no, por lo que hacer el blog en catalán lo único que alimentaría sería una endogamia de esta información. Los catalanes estaríamos contentos, pero no llegaría de ninguna forma a quien, por pura desinformación, estaba creyendo a pies juntillas las mentiras que contaban en su propia lengua. Por tanto, Memento Mori, tenía que expresarse en castellano. Y se hizo. Y se hace.
Así las cosas, comencé a expresarme sobre todo lo que me corroía de mi alrededor y a defender -como no podía ser menos- el catalán (siempre) y lo catalán (cuando valía la pena hacerlo), pero en castellano. Curiosamente, nadie hizo ningún comentario al respecto de esta aparente incongruencia hasta casi dos años y 341 artículos después de iniciar el blog. La realidad es que, al contrario de lo que creía, el tema de la lengua que he utilizado en Memento Mori no ha creado, en estos casi 20 años de andadura, más que algún comentario aislado que provenía mayoritariamente de perfiles anónimos muy, pero que muy malintencionados.
Eso sí, el tema de los comentarios y los trolls, ya os lo explicaré en la próxima entrega...