Por la ventana lograba ver que estaba nublado y el ruido de los árboles tronar por el aire que asotaba a la ciudad.
Le agradecía a Mónica que le ubiera cambiado las pilas a mi lámpara. La verdad es que nunca cuido esos pequelos detalles; pero veo que ayudan mucho. Me paseo por las habitaciones y en una de ellas, la que está al fondo, la que su ventana da al patio trasero, descubro que la luz estaba encendida.
Por miedo no apagué mi lámpara, abrí temeroso la puerta y poco a poco me daba cuenta de algo. No estaba solo en mi casa.
Al medio abrir la puerta veo una sombra; muevo mi lámpara hacia otro lado y me asomo.
No podía reconocer la forma, sólo notaba que estaba encorvado; como si estuviera tratando de sacar algo. Moviendo la cabeza de un lugar a otro.
Como cualquiera, quedé inmovil. Al tratar de cubrir mi boca con mi mano solté la lámpara. Ésta asotó. Y pasó lo que se esperaba, volteó.
Cerré la puerta y me salí corriendo mientras…no sé como describirlo, pero creo estaba gritando.
Me tropezaba con todo. Por fin llegué a la salida y traté de abrir la puerta, pero por alguna razón estaba trabada y no podía seguir. Sólo escuchaba cómo cada vez más el grito se acercaba a mí. Me metí a la cocina y tomé un cuchillo. Para eso, escuché las sirenas de las patrullas; mi esperanza crecía.
Llegó a la cocina.
Traté de mantener cerrada la puerta, pero fue en vano. Logró entrar.
Lo único que sentí fue una navaja aferrarce a mi pierna derecha y mi brazo izquierdo quedó inmóvil. Gritó y sabía que no iba a pasar de esa noche.
Con el cuchillo traté de herirlo pero nada.
Los policías tiraron la puerta y comenzaron a disparar.
En ese momento sentía que mi cuerpo ya no respondía. Todo estaba salpicado de rojo y sentía húmedo. Después de eso, ya no supe.
De ahí vi blanco y tuve ganas de vomitar. La enfermera vino, me hizo unas preguntas y me dio de comer. Después llegaron ustedes.
Dice la enfermera que la pierna se perdió, mi brazo izquierdo no lo puedo mover pero dice que sea positivo, que con reabilitación hasta podré jugar beisball. Pero bueno, esa es la historia.
En ese momento todo quedó en silencio.
El señor del lado derecho se quitó los lentes obscuros, los limpió con un trapo que sacó de su pantalón.
–Señor Victor–dijo el hombre extraño.
–Aún tengo 31, no me diga señor–interrumpió Victor tratando de hacer menos tensa la situación.
–Señor Victor–replicó con una voz un poco más grave el extraño–hoy es 23 de marzo–
–¡Qué!–gritó Victor enojado, trizte–mi celular decía el día del incidente 15 de marzo–decía preocupado Victor–¿qué fue lo que pasó? Por favor, explíquenme–
Un silencio.
–Señor Victor, hay algo que debe saber–cuando interrumpió Victor–¿Qué? ¡No se detenga!— gritó Victor.
–Nosotros pusimos a Veer–y se calló el extraño.
–Supondré que Veer es la cosa que me atacó–trató de decir lo más calmado posible mientras que con el botón de la cama trataba de llamar a una enfermera.
–Señor Victor. Debe entender que es parte de algo más grande. Verá, teníamos que probarlo, ver en campo. Esperábamos más; pero para eso son las pruebas. Para mejorar– en ese instante Victor no se molestó en tratar de ocultar que llamaba a la enfermera.
–Gracias por su colaboración señor Victor. Pero ya no lo requerimos. No se preocupe, la enfermera ya no ha de tardar– Victor se paralizó.
–¡Ayuda!–gritaba Victor cuando vio una sombra en la puerta. Era la enfermera.
–Tranquilo Señor Victor. Todo mejorará.–dijo la enfermera de manera dulce y tranquila.
Victor se soltó a llorar.
La enfermera le aplicó en su suero una sustancia blanca.
–Sentirá tranqu
ilidad Señor Victor–
–¿Por qu
é? ¿Quiénes son ustedes?–decía Victor con una voz cansada.
–Llévese esto en mente Señor Victor…UCCA. Lo que hizo es para un bien mayor. Hasta luego–
Ya no hubo señal de vida.
Simplemente cerró los ojos.