Capítulo Tres
La vida en Xerxes era solitaria para Aidan, pero cuando Elara llegó con una carpeta de documentos, su vida cambió de rumbo. Se sumergió en los textos, gráficos y tablas, buscando en ellos algún tipo de respuesta a las preguntas que lo atormentaban.
Los documentos, llenos de tecnicismos y lenguaje críptico, parecían no tener sentido al principio. Pero Aidan, que había sido educado por sus padres y la inteligencia artificial de la base en una amplia variedad de disciplinas, poco a poco comenzó a desenredar las complicadas hebras de información.
Una y otra vez, una palabra seguía apareciendo: Pangea. Al principio, Aidan pensó que podría referirse al supercontinente de la antigua Tierra, pero pronto se dio cuenta de que se trataba de algo diferente. Pangea era el nombre de un proyecto, uno que parecía haber sido ideado y financiado por las grandes empresas farmacéuticas de la Tierra.
Aidan pasó días estudiando los documentos, olvidándose de comer y dormir. Cuando Elara volvía cada atardecer, se encontraba con un Aidan cada vez más obsesionado con descifrar la verdad. Hablaban de lo que él había descubierto, y cada conversación parecía sumergirlos más y más en un mar de incertidumbre.
Elara se mostraba preocupada, pero también fascinada. Sus conversaciones sobre Pangea se prolongaban hasta el último minuto de su tiempo juntos, y luego ella volaba de regreso a la Tierra, dejando a Aidan solo con sus pensamientos y sus descubrimientos.
A medida que Aidan se sumergía más en el proyecto Pangea, comenzó a darse cuenta de algo aterrador. Las grandes farmacéuticas no eran solo empresas interesadas en la ciencia y la salud. Eran mucho más que eso. Tenían sus propios intereses y estaban dispuestas a hacer cualquier cosa para protegerlos.
El proyecto Pangea parecía ser un plan a largo plazo, una conspiración diseñada para resolver el problema de la superpoblación en la Tierra. Los documentos sugerían que las empresas habían conocido la existencia del virus en Xerxes mucho antes de la expedición, y que su verdadero propósito era utilizarlo para causar una pandemia en la Tierra.
Aidan se sintió invadido por una mezcla de ira y miedo. ¿Habían enviado a su familia a Xerxes sabiendo lo que podría suceder? ¿Habían causado la muerte de sus padres y de los demás miembros de la expedición por su despiadado plan?
Pasaron las semanas, y cada día Aidan se sumergía más y más en los documentos. Cada atardecer, cuando Elara llegaba, encontraba a Aidan más y más obsesionado con el proyecto Pangea. Comenzaron a discutirlo, a debatirlo, a desglosarlo en sus partes más pequeñas, buscando una manera de deshacer lo que las farmacéuticas habían hecho.
Y mientras tanto, en la soledad de Xerxes, Aidan se encontraba cada vez más aislado. Su obsesión con Pangea lo había consumido por completo. Pero a pesar de todo, la esperanza se mantenía. Si podía descubrir la verdad detrás de Pangea, tal vez podría encontrar una manera de detenerlo.
Una tarde, Aidan esperaba a Elara con una mezcla de ansiedad y expectación. A medida que avanzaba en el intento de desentrañar el proyecto Pangea, las dudas sobre la inocencia de Elara lo habían asaltado. Pero cuando la vio desembarcar de la nave, con su habitual sonrisa radiante y un pequeño bulto envuelto en una manta en sus brazos, todas sus dudas parecieron desvanecerse.
- ¡Sorpresa! – dijo Elara, al ver la cara de asombro de Aidan. En sus brazos, envuelto en una manta de un azul profundo, había un pequeño gatito con los ojos aún cerrados. – Sé que es una responsabilidad enorme, pero pensé que te haría compañía – dijo con suavidad.
Aidan miró al pequeño felino, sintiendo cómo su corazón se derretía. Cuidadosamente, tomó al gatito en sus brazos, acariciando su pelaje suave y sintiendo su diminuto cuerpo vibrar con un ronroneo débil.
Pasaron el resto de la tarde jugando con el gatito y conversando, la tensión y la preocupación del proyecto Pangea parecieron desvanecerse, al menos por un tiempo. En ese momento, Aidan no podía ver a Elara como parte de ninguna conspiración. El amor que sentía por ella era demasiado real, demasiado puro.
Cuando llegó el momento de despedirse, Aidan sostuvo a Elara en sus brazos, con el gatito durmiendo a sus pies. Hablaron sobre el amor que se tenían el uno al otro, de cómo su relación les había dado fuerza y esperanza, a pesar de la situación desesperada en la que se encontraban.
- Elara, eres mi vida, mi sol. -dijo Aidan mirándola a los ojos- No sé qué sería de mí sin ti. Te necesito más de lo que las palabras pueden expresar.
- Y yo a ti, Aidan – respondió ella, con lágrimas en los ojos. – Pase lo que pase, debes confiar en mí.
Elara lo besó suavemente, un beso que era una promesa de amor, de fe y de esperanza. Y cuando se separaron, Aidan supo que, sin importar lo que sucediera, siempre confiaría en Elara. Con ella, siempre tendría una esperanza.