
Hace un año o así que mis hijos se duchan solos. Eso está bien por dos motivos fundamentales: el primero, porque me deja - a mí o a mi santo - tiempo libre para ir haciendo la cena; el segundo, porque, de esta manera, se fomenta su independencia. Pero, de vez en cuando, les doy un repaso, por si la independencia tiene "murras" en algún lado. El otro día, cuando fui a buscarlos al colegio, Susanita tenía el pelo como si hiciera una semana que no oliera el jabón. - Pero, hija, ¿qué te has hecho en el pelo?¿Te has olvidado de quitarte el champú? - le pregunté - Esta noche mejor te lo lavo yo. Esa noche la lavé cuidadosamente, eliminando bien los restos de suavizante, pero, cuál no sería mi sorpresa cuando al día siguente, al ir a buscarla al cole, volvía a parecer Severus Snape en versión nueveañil. - Pero...pero...-tartamudeé al verla - ¿Qué te pasa en el pelo? Ella se quedó pensativa y, al cabo de un rato, me contesta: - Te lo digo si no te enfadas... Cuando alguno de mis hijos contesta eso, me pongo a temblar. Asiento con la cabeza y ella continúa: - A lo mejor es esa colonia nueva tuya que me estoy poniendo por las mañanas. - ¿Colonia nueva?¿Qué colonia nueva? - La que tienes en el estante de detrás de la puerta del baño. - En el estante de detrás de la puerta no hay colonia, sólo hay aceite corp...¡Madre mía!¿te estás poniendo aceite corporal en el pelo! Su hermano relincha de risa. Y, la verdad, yo tampoco puedo contenerme. Y ella, como una reina ofendida, responde: - Bueno, tú tampoco lees nunca la letra pequeña.
