No tenía previsto visitar este país. Mi intención era ir directamente de Nueva Delhi a Hong Kong pero, un imprevisto semanas antes de empezar mi viaje, me obligó a cambiar la hoja de ruta.
Mi amiga Laura me recomendó ir a Nepal. Unos amigos suyos habían visitado, hacía no mucho, el país y le hablaron muy bien del lugar.
No me lo pensé mucho. Los billetes de Nueva Delhi a Katmandú no eran caros. El trayecto era de poco más de una hora y podía obtener mi visado al llegar al aeropuerto. ¿Por qué no?
Y así me planté en la capital nepalí. Por sorpresa.
Pero, lo cierto es que, la sorprendida fui yo.
Hay algo que está claro. Cuando no tienes expectativas sobre un lugar y llegas con la mente abierta, el destino que visitas se abre a ti y te muestra su cara más amable.
Llegué por la tarde cuando aún disponía de varias horas antes de que se pusiera el sol. Hice el check-in, dejé mi mochila y salí a la calle a ver qué sensaciones me daba la ciudad. No sabía con qué iba a encontrarme...
Y cometí un grave error.
Vine con la mentalidad de que Katmandú era como Nueva Delhi y de que Nepal era como la India. Era inevitable, ¿no? Están tan próximos geográficamente... Pero ahí acaban las similitudes.
Katmandú es amable. Es un poco caótica, sí, ¿pero qué ciudad asiática no lo es? Tal vez, Tokyo. Y ya.
Decía que es algo caótica, pero tampoco demasiado.
Katmandú es fácil de recorrer. De hecho, pues visitar la ciudad tranquilamente a pie ya que sus atractivos turísticos principales se encuentran muy cerca entre sí.
Katmandú me atrapó es tan solo un paseo vespertino. ¿Quién me lo iba a decir? ¡Ni tan siquiera tenía pensado visitar el país!
Algo que me está sorprendiendo acerca de la capital nepalí es que, por primera vez desde Roma, estoy viendo a muchas chicas viajando solas. Nos miramos, nos sonreímos y seguimos con nuestro camino.
Me da tranquilidad ver que no soy la única; la zumbada de turno que no tenía cosa mejor que hacer terminar en el país de los Himalayas.
Somos unas cuantas con la misma pedrada y eso me da tranquilidad ;-).
La capital que resurge de sus cenizas
No sé si lo recuerdas, pero hace ahora un año, Nepal fue azotado por un terrible (y temible) terremoto de escala 7.8 que dejó el país destrozado.
El temblor se sintió más en ciertas partes del país y Katmandú se llevó una de las peores partes.
Las consecuencias de este terrible temblor aún se ven cada día. Durbar Square, su plaza más importante y Patrimonio de la Humanidad, aún se recupera de esta catástrofe natural. Muchos templos fueron derruidos y aún hay montones de ladrillos, escombros, en el suelo.
El templo Boudhanabath, uno de los más importantes y grandes del mundo, también fue sacudido por el temblor y todavía hoy está cubierto de andamios. Me ha dado mucha pena no poder verlo en todo su esplendor. Pero, en fin, así tengo excusa para volver en un futuro.
A pesar de la catástrofe, Katmandú no ha perdido su encanto. Sus ciudadanos trabajan día y noche, de forma completamente desinteresada, para recuperar la normalidad cuanto antes.
De hecho, salvo en puntos concretos como los que he mencionado, es difícil saber que esta ciudad estuvo patas arriba hace tan solo un año.
Estoy disfrutando como una niña recorriendo esta ciudad por mi cuenta. Sobre todo porque en la India me sentí un poco atrapada teniendo que ceñirme a los horarios y rutas de las visitas guiadas.
En Katmandú he podido volver a perderme por las calles y explorar este lugar... a mi bola.
Y en éstas sigo. En el próximo post te contaré cómo llegué a la ciudad que vio nacer a Buddha. ¿Nos vamos a Lumbini?