Por un segundo parece cómo si hubiera regresado a Italia, ¿verdad? Lumbini suena muy italiano.
Pero no, sigo en Nepal. Continúo disfrutando de este país, a pesar de los pocos días que tengo para conocerlo.
Una de las cosas que uno debe hacer al visitar este país es dedicar un día al trekking. Y eso hice. Como no estoy en forma física para hacer ningún campo base, decidí que podía realizar un recorrido desde Katmandú hasta el pueblo de Nargarkot, situado en la cima de una montaña.
Dicen que en días claros se puede ver perfectamente el Himalaya. Después de recorrer 15 kilómetros en ascensión continúa, llegamos a Nagarkot... con tan mala fortuna que, nada más llegar, el cielo se cerró por completo y empezó a caer granizo. Sí, granizo, del tamaño de garbanzos.
Así que me voy de Nepal sin poder haber visto el Annapurna y Everest, aunque fuera desde una distancia.
Un nacimiento especial
Hasta ahora he visitado las ciudades religiosas para el Cristianismo, Islam, Judaísmo, Hinduismo y Sikhismo. Me quedaba una gran religión (o casi más bien, filosofía de la vida): el Budismo.
En un principio iba a abordar este tema durante mi estancia en la India, ya que fue ahí donde Siddhartha Guatama, Buda, fue iluminado. Pero en la India ya había cubierto el Hinduismo y Sikhismo, así que pensé que, ya que estaba en Nepal, podía acercarme hasta la ciudad en que nació Buda... Y sí, si pensabas que esa ciudad se llama Lumbini, estás en lo cierto.
A Lumbini se puede llegar en autobús, tras un trayecto de ocho horas, o en avión, en tan solo 25 minutos. Y como tenía pocos días en Nepal, opté por la vía rápida.
En seguida sabes que te encuentras en la ciudad que vio nacer a Buda: la aerolínea se llama Buddha Air, el aeropuerto Gautam Buddha, hay un letrero enorme que te da la bienvenida a la ciudad natal de Buda, los establecimientos locales se llama Siddhart, Buddha, Gautam Buddha o alguna variación del estilo.
Vamos que si aún no te has dado cuenta de dónde estás... creo que todos estos sitios te dan una pista bastante clara.
Lumbini, el lugar en que nació Buda, es un recinto cerrado, perfectamente cuidado hasta el último milímetro. Es un lugar al que no pueden acceder vehículos de motor, así que te recomiendo que si algún día visitas el lugar, alquiles un rickshaw para desplazarte de un sitio a otro porque el complejo es bastante grande y no se puede hacer a pie.
Llegué a la entrada con la intención de adquirir mi billete (200 rupias nepalíes), cuando el agente de seguridad me pidió que me sentará. Habló con alguien por walkie-talkie y de repente vi que llegaban 2 agentes de seguridad más y 3 militares. ¿Qué había hecho? Todos hablaban en nepalí, así que no sabía qué estaba sucediendo. Yo sólo quería mi billete para entrar.
Le pregunté al agente a ver qué sucedía A lo que él me respondió, "Five minutes". Sí, pero five minutes de qué, por qué!
Cinco minutos se tornaron en 20 y volví a decirle, ¿qué sucede? ¿hice algo mal? Me mira y me dice, "ok, you can go."
No hubo más explicaciones.
Me quedé mosqueada. Así que al pasar por seguridad para acceder al recinto, no pude evitarlo y terminé preguntándole al agente a ver si había hecho algo mal... "No, madam, the ticket counter was still closed. We had nobody to give you the ticket. That was the problem.", me dice con carcajadas.
¿Y para eso necesitan 3 agentes de seguridad y 3 militares? Ni que fuera una cuestión de estado.
El militar que me atendió no dejaba de reírse, supongo que porque se dio cuenta de lo cómico y exagerado de la situación.
Lo bueno es que tuve el recinto prácticamente para mí. A pesar de ser un sitio sagrado y de peregrinación para los budistas, había muy poca gente aquel día.
Y así, caminando por los jardines y excavaciones arqueológias del área llegué a punto preciso en que nació Buda.
El complejo también tiene un espacio dedicado a los templos budistas del mundo. Cada país con una población budista densa ha querido dejar su huella en Lumbini y por ello, puedes recorrer el mundo a través de sus templos... Empiezas en Nepal, de ahí vas a Myanmar (Birmania), Sri Lanka, China, Tailandia, hasta llegar a Alemania.
Lo que más me gustó es que cada templo o estupa sigue la arquitectura de su país, así que fue un poco como hacer el recorrido de It's A Small World de Disneylandia pero con templos budistas preciosos.
Me sobró tiempo, así que decidí ir a comer en un bar situado frente al recinto para reponer fuerzas antes de volver a Katmandú.
Sólo había una persona en el bar. Una chica que también viajaba sola. Me saludó uniendo sus manos y diciendo Namaste.
Se ha convertido ya en un hábito diario para mí y me encanta saludar así a las personas.
Nos miramos un par de veces hasta que le pregunté en inglés de dónde era. Para mi sorpresa, ¡era chilena! Se acercó a mi mesa y comimos juntas mientra ella relataba su viaje y yo el mío.
Yo pensaba que lo que estaba haciendo era, en ocasiones, difícil. Algo que no muchas mujeres (y hombres, todo hay que decirlo) hacen. Pero lo de Sole es de quitarse el sombrero. Lleva 3 meses sola en Nepal. Camina con una mochila que pesará unos 25 kilos; la levanté y casi me da un patatús de lo que pesaba.
Y ha llegado al campo base del Annapurna, solita, con esa mochila que es casi más grande que ella.
Increíble. Me inspiró mucho haberla conocido y creo que ella también disfrutó del tiempo que pasamos juntas.
A veces, cuando llevas tanto kilómetros recorridos tú sola y pasas tantas horas contigo misma, es gratificamente poder compartir una comida con alguien que habla tu mismo idioma y te muestra una perspectiva diferente de la vida del viajero.
Me despido de Nepal con la certeza de que algún día volveré. Es un país que me ha cautivado por completo. Sin saberlo, sin quererlo... Aquí, en Lumbini y con Buda, se ha quedado un cachito de mi corazón.
Ahora sí ha llegado la hora de recoger mis cosas y volver a subir al avión para ir a conocer un lugar completamente diferente a Nepal... Hong Kong, ¡allá voy!