Revista Diario
Cómo pude, dios mío. Cómo pude ser tan idiota.Creía que, al llamarlo, le diría todo lo que siento de golpe. Pero no, tuve que hacer las preguntas que más le ofendían, y encima había descubierto algo que no hubiera querido saber en mi vida.En realidad no quería ser mi amigo, ni reconciliarse. Es más, yo creo que estaba deseando irse de la ciudad para perderme de vista.Me tumbé en mi cama boca abajo. Me crucé de brazos y dejé que las lágrimas humedecieran mis ojos, que estaban ardiendo. Era como si en mis ojos estuviera el fuego del dolor por perder a la persona que le había dedicado todos mis bellos pensamientos, y de la rabia por haber creído como una niña pequeña que a pesar de todo, había algún modo de llamarlo aunque fuera un par de veces al mes, sin interrumpirle.Pero claro, eso hubiera funcionado si aún me tuviera aunque fuera algo de cariño, que no es así.Sollocé varias veces, tapándome la boca con la almohada. ¿¡Por qué no podía dejar de sentirme tan mal!? Ya había pasado lo que tenía que pasar. Tarde o temprano tenía que saber que, en realidad, el pasado no significaba nada para K. Pero… ¿Por qué me tuve que enterar de esa forma, por teléfono y de malas maneras?Simplemente, no lo entendía.Por mucho que lo pensara, no me hacía a la idea. Eran demasiadas fotos junto a él, demasiadas palabras intercambiadas, demasiados abrazos y juegos a su lado… Él podría olvidarlos, pero para mí eran como flashes que se me venían a la mente cada vez que recuerdo su rostro, sus palabras, su sonrisa…¿Por qué todo era tan difícil? ¿Por qué él no podía verlo como yo lo veo, algo sencillo y fácil de llevar? Es como si realmente no le importara nada de lo que ha pasado, como si hubiera sido todo un juego, algo divertido en su momento pero que, ahora mismo, debía ponerle final.Y no era un final feliz.Me puse boca arriba en la cama, y medité en todo lo que estaba pensando, y en todo lo que estaba sucediendo. Menos mal que mis padres y mi hermano no estaban en esos momentos, porque se habían ido a comprar, si no, seguramente tendría a mi madre preguntándome por qué estaba así, y contándome un montón de cosas que en esos momentos no quería entender.Apreté los puños con fuerza. Deseaba con toda mi alma que todo fuera un sueño, que nada fuera real. Era un sufrimiento casi insoportable. Debería de haberle querido menos, incluso estoy llegando a pensar que debería haber apreciado más a Alex. Seguramente hubiera perdido menos el tiempo.Me senté en la cama, y me limpié con la camisa las lágrimas. Mi rostro estaba neutral, pensante. ¿Y si lo que debía hacer era eso, hablar con Alex y centrarme en él? Rechacé la idea una vez se formó en mi cabeza. Si lo hacía, me demostraría a mí misma que dependo de alguien, y no quería que eso fuera así. No quería pensar que era la típica “barbie” que necesitaba un “Ken” de complemento. No. Mi Ken se iba a ir de mi lado, y no había otro que lo reemplazara.Tal vez, en su momento, pueda apreciar a Alex tal y como se lo merece, pero ahora no. Sería muy precipitado y de muy mal gusto.Pero, igualmente, ¿quién me impedía que le llamara para contarle lo ocurrido? Seguramente, en el fondo, se alegre mucho que la cosa acabe de esta manera, tan radical y tan dura. Cualquiera sabe que, si las cosas se quedan así, y encima él se va a estudiar sin contacto alguno, cada día habrá más frialdad entre ambos.Y dos años son muchos días.Cogí el móvil, y marqué el número de teléfono de Alex. Le di un toque y esperé a que me llamara él.Las llamadas a Francia eran muy caras, y yo a diferencia de él, no tenía dinero para dar y regalar. Por eso él me dijo que siempre que necesitara hablar con él, que le diera un toque. Era lo más económico.Mi teléfono móvil comenzó a vibrar en mi mano, y oprimí el botón verde para recibir su llamada.-¿A…Alex? –Mi voz sonó más rota y desolada de lo que quería.-¿¡Qué te pasa, Vic!? –Su tono de preocupación me hizo sentir mal, como si tuviera una estaca en el corazón.-Perdona que te llame… seguro que ahí hay otra hora, y…-Pero Vic, que aquí es como España, chiquilla. –Se rió, seguramente para que me animara un poco. –Anda venga, que no me has interrumpido nada. Es más, estoy sólo en casa. Mis padres se están despidiendo con la empresa de mi padre en un desayuno de despedida.Me quedé blanca, sin esperar aquello. ¿Ya iba a venir? Me parecía como un sueño, como si realmente no viniera de nuevo a España, y todo eso no ocurriera.-Entonces… nos… ¿nos vamos a ver? –Musité.-Bueno, si no quieres, no nos veremos, pero tengo muchas ganas de verte.El corazón me palpitaba cada vez más. Iba a volver, mi salvavidas iba a estar conmigo. Seguramente a su lado no recordaría tanto a K (que no creo que le olvide, eso es algo ciertamente difícil para mí), y me haría más feliz…Feliz. ¿Realmente podría ser feliz?-Yo… yo también quiero verte, Alex. –Sonreí, aunque sabía que no me podía ver. –Me alegro de que vengas.-Y yo, pero creo que no me has llamado para saber cuándo me voy. Perdona que me enrolle hablando sobre ello, es que me muero de ganas.-¿Es que allí son muy malos los chicos de tu instituto?-Vic… no te enrolles tú tampoco. Qué te pasa.Desvié la mirada. Ahora estaba pensando que no era una muy buena idea haberle llamado. Se estaba gastando el dinero para nada seguramente, y a demás, pronto nos íbamos a ver, y en esos momentos podría decirle más serena todo lo que había pasado.Pero ya le había llamado, no quería dejarle con la preocupación en la mente.-Verás… es que K y yo nos hemos peleado, y… ésta vez creo que es en serio. Me he comportado como una idiota con él. –Respiré hondo, y sentí que necesitaba desahogarme. –Yo soy a veces demasiado impulsiva, y hablo sin saber, porque me da miedo que al estar callada piensen cosas que no son. Yo quería decirle a K realmente que le quiero, y que no quería que se fuera, y que en verano, aunque esté con sus cursillos y demás, que se acuerde de mí y que me llame… sólo… quería decirle… eso…Comencé a llorar sin contemplaciones. ¿Por qué no sería una chica más fácil de entender? Ni yo misma comprendía mi comportamiento. Lo único que debería haberle dicho es lo mismo que le acababa de decir a Alex, y sin embargo, lo único que dije fueron tonterías que ni siquiera sentía.-Pues chiquilla, sabes perfectamente que yo quiero que sientas eso por mí, y que si quieres a otro, lo que te aconsejo es que lo olvides, pero, en vista de que es mi rival desde pequeños, y le quieres mucho, te aconsejo que lo vuelvas a intentar.Escuché sus palabras en silencio, hasta que hubo una parte que me resultó bastante extraña y difícil de creer.-Espera… ¿Cómo es eso de que es tu rival desde siempre?-¡Ay Dios! –Exclamó. –Me estoy gastando un pastón. Mira Vic, mejor hablamos cuando llegue a España, ¿vale? Que si no, mi padre me mata. ¡Hasta luego!Colgó súbitamente, sin dejar siquiera que me despidiera. Estaba claro que había eludido mi pregunta de una forma clara y precisa, pero no le podía hacer nada.Oprimí el botón rojo, y tiré el teléfono móvil.Balanceé mis piernas largo rato, pensando en todo lo que había estado hablando con él. Muchas de aquellas cosas no me parecían mentira, puesto que ya me dejó bastante claro lo que sentía por mí, pero… igualmente era normal que me sintiera extrañada.Escuché el timbre, y me fui corriendo al cuarto de baño a lavarme la cara para abrirle a, seguramente, mis padres. Fijo que no disimularía mucho, pero por lo menos que no me vieran todas las lágrimas.Carraspeé y puse la mano en el pomo de la puerta. Y una vez giré, me acordé de que mis padres tenían llaves.