Revista Diario

Capítulo XXXV: Vic

Por Seles
Comencé a arreglarme. Eran ya las nueve de la noche, y les había dicho a mis padres que tenía que ir a casa de Isabel para recoger dos camisetas que le presté, que quería lavarlas mañana y ponérmelas para salir la próxima vez. Fui ingeniosa y guardé dos camisetas en el porche de mi casa, liadas detrás de las macetas, bien escondidas. Así no mentía en lo referente a lavarlas.Una vez salí de casa, mi corazón comenzó a bombear sangre precipitadamente. Iba a hacer una visita sorpresa, y no pude evitar evocar un par de veces que lo pillé con la toalla en la cintura, y su pelo y cuerpo aún empapados. Fueron unas ocasiones realmente embarazosas para mí, aunque él actuó como si aquello no tuviera la más mínima importancia.Suspiré hondamente. Tal vez para él esos encuentros tan extraños no tengan ningún valor. Él era así de raro.Comencé a caminar despacio, sin poder evitarlo. Empezaba a pensar en los demás, en Víctor, Miriam, Nico… ellos tres eran los amigos predilectos de K, según me contó, ya que de vez en cuando le daban conversaciones que le hacían subirle la moral. Con Miriam ha vivido una amistad sana y algo ligera, de esas que hay siempre algo más que un “hola” y “adiós” cuando se ven, pero no lo suficientemente fuertes como para tener la misma confianza que conmigo, o eso me dice él.Pero no son Nico y Miriam los que me preocupaban, ya que ellos, a pesar de ser buenos amigos de él, no lo eran tanto como Víctor. Él le había apoyado mucho en estos años, y vivían cerca. Podría decirse que era su mejor amigo, y tal vez por eso me tratara de un modo tan falso, ya que no era tonta. Sabía perfectamente que dentro del corazón de aquel muchacho latía una enemistad contra mí, y entre nosotros había una especie de guerra fría cuando no estaba K delante.Lo que me preguntaba era qué haría Víctor cuando se marchara la única persona con la que compartía un vínculo de amistad tan fuerte. En unos años consiguió ser tan amigo de K como yo, y eso era complicado en una persona como él.Tal vez lo busque, tal vez le llame cada dos por tres, o tal vez no haga nada. Sinceramente no sé qué va a ocurrir después de toda esta locura de su marcha. Sólo sabía que yo tendría que concentrarme en mis estudios tanto o más que K.Lo que quería estudiar era algo que a muchos les sorprendió. Artes escénicas, música y danza. Todo el mundo, al ser una chica que leía mucho, decían que iba a ir para humanidades, y otros decían que lo mejor para mí sería ciencias. Pero lo que a mí realmente me llama la atención es el arte, la interpretación, la música, y el poder transmitir cosas con el cuerpo, interpretar los sentimientos de un modo sensible. Me gusta hacer llorar, reír, suspirar de alivio…Sencillamente, me gusta transmitir.Antes de que me diera cuenta, ya estaba delante de la puerta de su casa. Tragué saliva varias veces, tomándome mi tiempo, hasta que me di cuenta de que no tenía toda la noche para decidirme, así que, finalmente, oprimí el botón del timbre, y le di tres leves golpecitos a la puerta (era una manía mía).Tardaron un minuto en abrirme, y estuve a punto de marcharme, pensando que estaban dormidos, hasta que, al fin, me abrieron la puerta.Fue la madre de K quien lo hizo. Una luz blanca que estaba en el interior de la casa hizo que me fijara en su rostro, que estaba algo apagado, y sus ojos entristecidos y rojos. Al principio dudé en hablar, pero no tenía otra opción.-¿Y… y K?No obtuve respuesta. La madre de K agachó la cabeza, mirando el suelo. Intenté encontrarlo dentro de la casa, pero sólo vi a Christan y al padre de mi amigo. Ambos estaban igual que ella.-… Victoria, cielo… ¿No te dijo… que se iba ésta noche? –Susurró la mujer, con voz ciertamente temblorosa.En ese instante mi corazón se paró. Mis ojos miraban asustada la casa, intentando asimilar que ya se había marchado, que ya no había vuelta atrás… que no podía despedirme por última vez como había planeado.Pero no quería asimilarlo, no podía. Debía de haber alguna solución, por pequeña que fuera…-¿Se ha ido hace mucho? –Dije, decidida a buscarlo.-No hagas locuras, Victoria. –Miguel, el padre de K, me habló con severidad. –Ya habrás notado que mi hijo se ha largado sin que lo supieras nada para no despedirse de ti. Supongo que sería por evitarte un disgusto y verte llorar. –Con la última palabra, me fijé que en sus ojos había un vacío descomunal, y que estaba aguantando las lágrimas. –Puede que lo mejor que puedas hacer sea irte a tu casa. Yo te llevo.Se acercó a mí, pero yo retrocedí. No pensaba irme sin verle. No podía aceptarlo de ninguna de las maneras. Necesitaba verle, hablarle… besarle…-Perdone señor, pero prefiero cometer una locura. –Murmuré sin mirarle. Estaba ciertamente avergonzada por hablarle así, pero la decisión ya estaba tomada, y no podía andarme con rodeos.Sentí que el ambiente estaba cargado, y que el silencio de Miguel estaba repleto de reproches, así que me sorprendió mucho cuando suspiró de cansancio.-Haz lo que quieras, niña.-¡Pero Miguel…!-¡No te metas en esto! Si ella quiere ir tras sus pasos, que vaya, pero una cosa te dejo clara, chiquilla. –Alcé la vista hacia él, sintiendo que era lo menos que podía hacer. –En cuanto llegues a casa, llamas a ésta casa y a quien lo coja le dices que estás bien. Si a las doce no has llamado, llamaremos nosotros a tu casa, y como no estés… ¡La que vas a armar!Sonreí, agradecida, y me entró el impulso de abrazarle, pero me daba cierta cosa. La que sí se acercó para abrazarme fue la hermana de K.-Por favor, encuentra a mi hermano y dile que venga pronto, que aunque sea malo conmigo le sigo queriendo igual.Asentí, y, sin perder más tiempo, me fui de aquella casa.
Corrí como si el diablo me estuviera persiguiendo, respirando entrecortadamente, de un modo casi irregular. Cuando me fui de la casa, me indicó Miguel a gritos por dónde se había ido. Un vecino empezó a quejarse, y entonces comenzaron a discutir. No pude oír el final de la disputa, porque estaba demasiado ocupada pensando en todo lo que le iba a decir a K.Pensé en reprocharle todo el daño que me estaba causando su marcha, o decirle que era injusto que, después de que nos confesáramos lo que sentíamos el uno por el otro, se fuera así, sin más. Parecía que quería jugar conmigo, pero ese no es el estilo de él. Nunca haría algo así conmigo, o al menos, nunca lo había hecho.Seguí corriendo, algo exhausta. Por la dirección en la que iba, algo me decía que se dirigía a la calle por donde vivía un primo suyo. Fer.No lo conocía demasiado, la verdad, aunque tuvimos varios encuentros graciosos. Él era el némesis claro de K, puesto que eran polos opuestos. Muchas veces me había planteado que podían ser de diferentes familias, aunque la verdad es que había de todo dentro del círculo familiar de mi amigo.Me acerqué a una esquina, y aminoré el paso. Me fijé en si había alguien andando por allí, pero estaba todo desértico.A excepción de algo.Una figura oscura estaba sentada en el bordillo de una vivienda. Estaba tirando una colilla al suelo, y seguidamente la pisó malamente. Miró al cielo unos segundos, y luego se dispuso a beber de una botella que tenía al lado.Al principio me dieron ganas de darme la vuelta y marcharme, aunque luego comprendí quién era la persona que estaba dañando el medio ambiente con su cigarro terminado.K.Me sorprendió muchísimo darme cuenta de que era él, más que nada porque no sabía que fumaba. Tenía diecisiete años (ya que repitió curso en primero de la ESO), pero igualmente se me hacía raro verle en esa pose tan… tan solitaria y nociva.Temblando, me acerqué unos pasos hacia él. No vi indicios de que se diera cuenta de que era yo, así que supuse que eso sería un buen factor sorpresa.No se dio cuenta porque había poca luz en la calle, ya que algunas farolas estaban rotas. Eso no sabía si me daba puntos o me hacía peligrar más.Pero no pensé bien en eso en ese momento. Lo único que pensé fue en él.

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