Revista Opinión

Capítulos 61 y 62 (Un cadáver exquisito)

Publicado el 02 mayo 2019 por Carlosgu82

Capítulo 61.- Volvemos después de la publicidad

Violeta parecía que se había recuperado. Y se había escapado de su habitación, metiéndose en otra. El conocimiento sí lo había recuperado, pero no la memoria. Sufría una extraña amnesia que le había borrado el 50% de sus recuerdos y los había rellenado con culebrones venezolanos que había visto en la tele de la pelu. De hecho cuando la enfermera Críspula, la encontró en la otra habitación tumbada en una cama y se le acercó muy cerca, nariz con nariz, le preguntó con ese soniquete especial:

– Pero ¿qué hacemos aquíiii? ¿Cómo nos encontraaaamos, Patricio? -(este último dato venía en la hoja de registro de entrada, puesto que el Ente había decidido que realmente esa señora era un travestí y que le pegaba llamarse Patricio).

Violeta, alucinando como una bellota al ver ese peaso nariz, con verruga incluida, preguntarle algo que desconocía desde que se abrieron los signos de interrogación, le dijo:

– Luisa Federica de los Arrayanes, no sé que me habrás puesto en el mentapoleo, pero que te quede muy claro, que nunca renunciaré al amor de Ricardo José. Él me ama. Yo lo sé. Y aunque tú y la ladina del ama de llaves, Braulia, que está durmiendo la siesta en esa cama, estéis continuamente conspirando contra mí y mi familia para haceros con la propiedad de “Los Frijolitos”, antes muerta que sencilla… Perlán lava más blanco… Nueve de cada diez dentistas recomiendan chicle sin azúcar… he venido del futuro… papá, ¿porqué somos del Atleti?… no lo conseguiréis jamás, jamás… Opel Wir leben Autos.

Y se volvió a desmayar.

Por partes. La que estaba en la cama de al lado era Ancleta  Miñambres,  que  entre  retortijones  y  pedos  podridos estaba con los ojos como peonzas viendo el espectáculo de la cama vecina. En la sustitución del 50% de los recuerdos por los culebrones, también se habían colado los anuncios de la emisión. Había que llamar al Dr. Inocencio Palominos. Anacleta al oír que iba a venir su amado, recibió una descarga gástrica 5.5 escala Richter. ¡Boooomba!

Capítulo 62.- San Vladimiro (te lo cuento y te has dormido)

En la orden de San Vladimiro, el Somnoliento, todo estaba en orden. A las seis de la mañana se levantaban y como siempre hacía frío a esas horas se volvían a acostar. Gracias a que uno se quedaba siempre de guardia, dormían hasta las 10 a.m. en que el pringao de turno les llevaba el desayuno a la cama (yogur desnatado, pan recién horneado, frutos secos, y té) y se quedaban de nuevo dormitando hasta la hora del aperitivo. En esa hora echaban una partida a los cirilos (un juego que un visitante asiático se apropió un día de tormenta en que lo acogieron y el muy desagradecido lo popularizó y hoy es lo que todos conocemos como “jugar a los chinos”). Pues bien, el perdedor en el juego de los cirilos era el que tenía que estar de guardia y trabajar para los demás las 24 horas siguientes.

Tras el aperitivo venía la comida y ellos eran muy dados a la comida ligera (liebre, perdiz, y cualquier otro animal que fuese muy ligero) aunque cada uno se comía varias piezas para hacer honor a su santo patrón y sentirse después somnolientos, a lo cual ayudaba también el generoso vino. Tras la siesta (que la inventaron ellos y no los españoles, pero esa es otra historia) se levantaban a las 7:00 p.m. y –tras estirarse, bostezar y quitarse las legañas- decían en voz alta “¿Qué tareas tenemos que hacer hoy” a lo que siempre había uno que decía “pero es que ya es muy tarde” y todos asentían diciendo “pues entonces vamos a comer algo y nos vamos a dormir hasta mañana”.

Tan  milagrosos  eran los sueños de la orden de San Vladimiro que cuando Sergei llegaba a este capítulo veía siempre dormidos a todos sus oyentes. Así que, menos Violeta que estaba en otra onda (la de los seriales de telenovelas) y Anacleta (que se tiraba pedorretas), todos se quedaron con los párpados caídos. “¿Lo ves como te has dormido?”.


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