Hace algo más de un mes, el destino quiso que el Real Madrid y el Barcelona se vieran las caras en la final de la Copa del Rey. Poco después, ese mismo destino puso a nuestro alcance dos clásicos más en semifinales de la Champions. A estos tres encuentros había que añadir el que disputarían en el Santiago Bernabeu correspondiente a la Liga. Durante varias semanas disfrutariamos de cuatro trascendentales partidos entre los dos grandes de nuestra Liga.
Nadie podía esperar que cada uno de estos encuentros tuviera un final diferente. El primero de todos, el partido de Liga dejaba ver el respeto que se profesaban ambos equipos dentro del terreno de juego. En el segundo encuentro imperó el fair play y los buenos modos tanto por parte del campeón como por parte de los vencidos.
El tercer enfrentamiento se podría calificar como “la batalla”. Tanto antes, como durante o después del partido fue una auténtica batalla. Más allá de errores arbitrales o de enfrentamientos dialécticos entre los dos entrenadores, este partido cambió el rumbo de los dos anteriores.
La crispación se nota en el ambiente de las dos aficiones, la imagen que se está dando por parte de los dos equipos es decepcionante. No hay excusas para ninguno de ellos, como se suele decir; dos no se pelean si uno no quiere. No importa quién haya empezado la guerra porque la otra parte la ha seguido. Es una pena que en estos partidos no se siga dando la misma imagen de cordialidad que dimos durante el pasado Mundial.