Desde que se conoció la noticia no ha rodado ni una sola cabeza por tales "errores de protocolo"
l primer contagio por ébola en territorio europeo se ha producido en España. Es, precisamente, esta noticia extraída de las portadas internacionales, la que sitúa a nuestra marca – la marca España – en los estercoleros de la calle. Los 300.000 euros gastados en repatriar a Manuel y a Pajares, no garantizaron las condiciones de "seguridad plena" al personal sanitario del hospital madrileño. Tanto es así, que una auxiliar de enfermería contrajo el "virus importado" de las tierras africanas. Ahora bien, desde que se conoció la noticia no ha rodado – ni, probablemente, rodará – ni una sola cabeza, por tales: "errores de protocolo". A pesar de que nuestra Constitución obliga a los poderes públicos a velar por la seguridad y salud pública de los ciudadanos; Ana Mato y compañía han puesto en riesgo la salud de su país, por el capricho político de repatriar a dos enfermos moribundos, infectados de ébola.
Los 300.000 euros gastados en repatriar a Manuel y Pajares no sirvieron para garantizar las condiciones de "seguridad plena" a los sanitarios del Carlos III
El artículo 15 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales establece una serie de principios en materia preventiva. El primero de todos: evitar los riesgos. Dando cumplimiento a este principio legal, el riesgo biológico de ébola para los trabajadores del Carlos III se podría haber evitado. No olvidemos que un "error de protocolo" suponía un riesgo grave e inminente para la seguridad y salud de los trabajadores. Riesgo, les decía, innecesario ante las escasas posibilidades de vida de Manuel y Pajares. Otro principio: informar y formar a los trabajadores acerca de los riesgos existentes en su lugar de trabajo. Principio que al parecer no se cumplió, supuestamente, en los intramuros de Alcorcón. Tanto es así, que un facultativo declaró que "nadie les enseño a ponerse el traje"; obligación del empresario en materia preventiva. Otra medida legal ante riesgos biológicos, altamente peligrosos, es el "aislamiento". Aislar la fuente del riesgo es condición necesaria para evitar – por sentido común – la propagación del contaminante. A Teresa Romero – auxiliar sanitaria, contagiada por el ébola – no se le aisló del resto de sus compañeros, tras estar en contacto con los dos fallecidos, sino que anduvo como Pedro por su casa por los pasillos del centro hospitalario.
Culpabilizar del contagio por ébola a Teresa Romero es, sin duda alguna, la estrategia del Carlos III para quitarse las pulgas de semejante desaguisado. Así las cosas, el gerente del hospital la Paz – Rafael Pérez Santamaría – comunicó a los sanitarios de Alcorcón que todo se debía a un "fallo humano". Un fallo humano, les decía, con tal de "salvar el culo" a Ana Mato y exonerar de responsabilidad a las élites hospitalarias. La existencia de una negligencia por parte de Teresa, – por no cumplir las normas de protocolo al quitarse el equipo de protección -, invitaría a Rajoy y a los suyos a salir impolutos de cara a la galería. Aunque Romero cargue con la carga de la culpa, lo cierto y verdad, es que el origen del problema reside en la repatriación -oportunista- de Manuel y Pajares desde las tierras alejadas. Si no los hubieran repatriado – cuánta razón tenía el cuñado de Gregorio – hoy dormiríamos tranquilos; sin temor a ser contagiados de ébola. Luego existe un nexo causal entre la decisión del Gobierno y la infección de Teresa. Es, por ello, que desde los renglones de la crítica exigimos la dimisión de Ana Mato; como responsable política de una decisión equivocada. Una decisión, les decía, que entre sus consecuencias contaba con la posibilidad – aunque remota – de errores de protocolo; derivados tanto de fallos técnicos como humanos.
El tiempo transcurrido desde que tuvo lugar el contagio hasta su conocimiento, por parte de la víctima, ha puesto en riesgo de contagio a todas las personas que durante ese periodo han mantenido contacto ella. Tanto es así, que el perro de Teresa es señalado como probable infectado ébola. Matar al perro, si estuviera infectado, es condición necesaria pero no suficiente para romper el eslabón de la cadena. No olvidemos que el virus se transmite por la sangre; fluidos corporales – vómitos, heces y saliva -; agujas, jeringuillas y carne infectada. La hipotética infección del perro supondría una dificultad añadida para frenar la propagación del virus en tierras españolas. Una dificultad añadida, les decía, porque mientras la cadena humana de posibles contagios es fácil de detectar mediante preguntas y respuestas; la huella del can es más difícil de seguir por los investigadores. Mientras los flujos humanos están controlados por la institucionalización de los deshechos, los flujos animales no corren por los mismos derroteros. No los corren, cierto, porque los perros huelen y lamen la orina de los suelos; se lamen entre ellos como sinónimo de alegría y, saludan a sus amos con lengüetazos vespertinos. Así las cosas, la intoxicación de Teresa y la de su probable mascota traigan consigo más casos de ébola a las portadas internacionales. Mientras tanto seguiremos esperando a que dimita Ana Mato.
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