Por Alfredo Rosso
La guitarra de Ry Cooder le puso elegancia al debut, Safe As Milk. Fue una ironía genial llamar “inofensivo como la leche” a un disco que desestructuraba el andamio rockero con su blues díscolo y deforme. Los críticos bufaban: “¿Cómo un tipo sin educación formal podía enseñarle a tocar a sus músicos?” La contradicción no era tal: Beefheart les enseñó su música -la que oía en su cabeza- y hasta les dio nuevos nombres para que la tocaran; una forma simbólica de dejar en suspenso sus vidas mundanas. A la paciencia y habilidad del guitarrista Bill Harkleroad (Zoot Horn Rollo) y demás miembros de la Magic Band debemos la traducción de las visiones de Van Vliet al formato de canciones.Alfredo Rosso
Las palabras, en cambio, fueron reino exclusivo del Capitán. Don las hacía girar en el aire y pararse de cabeza y adoptar significados más allá de los significados. Emociones primarias: mi sonrisa está atascada / no puedo volver a tu tierra de ceño fruncido (“Frownland”); luces y sombras: la luz flota bajando por el río diurno en una balsa roja de sangre / la noche bloquea los cielos como un enorme y brillante bicho negro (“Well”); mariscos mutantes: lúcidos tentáculos tantean, mangas y junturas con tramas de jade y puntiagudos diamantes / sueño carnal de neón de un pulpescado (“Neon Meate Dream of a Octafish”).
La marea del Capitán juntó masa crítica a través de álbumes como Mirror Man y Strictly Personal, y estalló en feroz maremoto con Trout Mask Replica, álbum doble editado en 1969 por Bizarre, el sello de Frank Zappa. Aunque buena parte se hizo en un estudio convencional, Replica comenzó en la casa que compartían Beefheart y la Magic Band. Sus pasillos y recovecos fueron sala de grabación y algunas partes se registraron al fresco, entre los arbustos del jardín. Replica no es para quienes prueban la temperatura del agua con el dedo gordo del pie. Tenés que tirarte de cabeza a la pileta de sus ritmos truncos y sus melodías retorcidas. Dejarte abrazar por la energía erótica de sus borbotones de estrofas y que la voz gutural, animal, de Van Vliet aúlle y orine tu sala, marcando su territorio. Toda catarsis tiene un precio.
Warner, distribuidor de Bizarre, le extendió el contrato y en los primeros años 70 aparecieron otros tres clásicos. Lick My Decals Off, Baby es la lógica continuación de Replica, con un rol instrumental más prominente, sobre todo de las guitarras. The Spotlight Kid fue un experimento en diferentes texturas de blues. Beefheart adopta un registro susurrante, misterioso. “I’m Gonna Booglarize You Baby” y “Blabber ‘n Smoke” recuerdan el tono amenazante y obsesivo de John Lee Hooker. Clear Spot tiene el drive intenso y marchoso del R&B de New Orleans; decorado de bronces y percusiones rodean a un Van Vliet singularmente versátil.
Beefheart horrorizó a los puristas cuando –típica jugarreta- decidió hacer dos álbumes “comerciales” para Virgin: Unconditionally Guaranteed (se lo ve aferrando un puñado de dólares en la tapa) y Bluejeans and Moonbeans. Hoy que la banalidad es moneda corriente en el rock, ambos pasarían como dignos exponentes de rock alternativo. En aquel momento, en cambio, recibieron palos de críticos serios, preocupados por la “caída en desgracia” de su ícono underground.
Beefheart se reunió con Zappa en Bongo Fury, del 75, una forma de calentar motores y volver a lo suyo. Con una nueva Magic Band, hizo Shiny Beast (Bat Chain Puller), un álbum rico y extrovertido que recupera su prosa exhuberante. Un favorito: “Tropical Hot Dog Night” (Noche tropical con panchos / como dos flamencos en lucha por una fruta / todo los colores del día arremolinados en la noche / yo toco esta música / para que las jovencitas salgan / a conocer al monstruo...). Lo sucedió la sofisticada belleza de Doc At the Radar Station y en el 82 apareció su último testimonio musical hasta la fecha: Ice Cream For Crows.
Harto de la escena rock, Captain Beefheart volvió a ser Van Vliet, se recluyó en una casa rodante del desierto Mohave, y se volcó a su otra pasión: la pintura. Varias exposiciones internacionales y la alta demanda de sus cuadros que reciben los marchands hablan de los resultados.
“Ya no existen danzarines, los posesos...” comenzaba diciendo un poema de Jim Morrison. Pensando en el Capitán prefiero decir: existen, tan sólo cambian de piel.