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Captain Beefheart & The Magic Band - Lick My Decals Off, Baby (1970)

Publicado el 16 abril 2020 por Moebius
Captain Beefheart & The Magic Band - Lick My Decals Off, Baby (1970)#Músicaparaelencierro. Luego del legendario Trout Mask Replica, Captain Beefheart salió con este disco que a él le gustaba más. Producido por él mismo, Lick My Decals Off, Baby, es otro ejemplo de por qué el Capitán Corazón de Bife debe ser considerado un músico visionario, un auténtico revolucionario en la historia del rock. Para mostrarlo, hemos traducido una reseña tan legendaria como el propio disco, escrita por Lester Bangs y publicada en 1971 en la revista Creem.
Artista: Captain Beefheart & The Magic Band
Álbum: Lick My Decals Off, Baby
Año: 1970
Género: RIO, rock experimental, poesía, protopunk
Duración: 38:43
Nacionalidad: EUA
Probablemente la crítica y la memoria se quedaron con Trout Mask Replica como el mejor y más importante disco de Captain Beefheart, con su leyenda y su innegable genialidad, pero el que más le gustaba a él, el que él consideraba su mejor trabajo, fue Lick My Decals Off, Baby, lanzado en 1970, inmediatamente después del álbum de la leyenda, con una renovada Magic Band detrás y con el empuje poético un poco más madurado, si fuera posible aplicar una idea tan mainstream como la de maduración a la locura creativa del Capitán.

Captain Beefheart & The Magic Band - Lick My Decals Off, Baby (1970)

[pintura de Van Vliet
remaster de 1989]

Otra categoría tradicional que podríamos aplicar a este trabajo de Captain Beefheart si fuera posible aplicarle categorías, sería la de álbum conceptual: por todas partes se refiere a la tierra, a la excavación, a lo que se encuentra al excavar, desde el simple lodo (que en inglés puede ser sinónimo de suciedad, dirt) hasta dinosaurios. El Capitán cava, exhuma muertos (como el anquilosado Smithsonian Institute), revive dinosaurios, enloda prestigios y se revuelca con la mujer ideal de la que parece estar hablando siempre. Pero “Lick My Decals Off, Baby” tiene un sentido que va en contra de la aplicación de categorías de sellos, de etiquetas a lo que Captain Beefheart hace: las decals, calcomanías, pegatinas, stickers, como quieras traducirlas, son las etiquetas con las que se ha querido encerrar al Capitán y a sus locuras a partir del éxito relativo obtenido por Trout Mask Replica. “Chúpame las calcomanías, nena”, además de ser explícitamente sexual, lúbrico, erótico, deliciosamente pornográfico, equivale también a decir, “sácame las etiquetas que me han puesto los sabihondos”: nada de lo que escucharás aquí se parece a nada que hayas escuchado antes ni a nada que escucharás después. Porque hasta los imitadores, los músicos que crean bajo la influencia beefheartiana quedarán detrás del universo de significaciones abiertas, contestatarias e inasibles de la genialidad de Don Van Vliet.
Hay en este gran disco nuevas instrumentaciones, particularmente la marimba que le da un sonido novedoso al ya experimental ruido del Capitán, y avezadas parodias del pop de la época, como el hecho de burlarse abiertamente de los Beatles (“Más que tomarte de la mano, lo que quiero es chuparte toda”) o de Don McLean, el de “American Pie” (“las nubes están llenas de vino, no de whisky de centeno”).
Lester Bangs dedicó a este disco una reseña casi tan legendaria como su objeto. El crítico que fue expulsado de Rolling Stone porque “desprestigiaba a los músicos” (luego de publicar una crítica sobre Canned Heat), un escritor irreverente que hereda la tradición beat, escribió sobre este disco que se trata de una puerta al futuro. En buena medida tenía razón; Captain Beefheart estaba más allá de su tiempo. Aún lo está. A continuación nuestra traducción cabezona de la reseña de Lester Bangs sobre Lick My Decals Off, Baby, de Captain Beefheart & The Magic Band.
Una mirada a través de los anquilosados horizontes de la música pop, más allá de la ineptitud cínica, de la solemnidad pseudointelectual, de la regresión neurótica y de los deprimentes callejones sin salida a los que llegan las grandes bandas, hay una figura que sobresale por encima de las tinieblas creando un arte a la vez aventurado y humano: Don Van Vliet, conocido como Captain Beefheart por una cultura que él mismo está volviendo anacrónica.
Aunque aún hay un montón de gente que no traga al Capitán, que cree que su música es una especie de broma local o un experimento fallido (o como me dijeron los miembros adolescentes de una banda local: “es el tipo de cosas que hacen los músicos cuando están nomás jodiendo”), o un simple puré de ruido, la aparición de Trout Mask Replica el año mpasado fue un auténtico evento para la música, una señal de que por fin hay algo nuevo en el aire. Incluso personas contrarias a la música contemporánea de “vanguardia”, encuentran en Beefheart una continuación de las tradiciones que aman y una sensibilidad de sana frescura en estos días en que tantos artistas experimentales se sienten impulsados a revestir sus innovaciones en manifestaciones de locura y destrucción.
Beefheart puede ser verbalmente obtuso y dar la impresión de que convierte en basura todo lo “hermoso” (o eufónico) de siglos de tradición musical occidental, pero lo que en realidad está haciendo, junto con gente como Cecil Taylor, Albert Ayler, el primer momento de la Velvet Underground y la Tony Williams Lifetime, es crear un vocabulario musical absolutamente nuevo a partir de las cenizas y el aire de muerte que ha dejado un imperio tambaleante de estilos exhaustos. En lugar de destruir, el Capitán toma formas que parecen no tener ya más kilometraje por recorrer y las trabaja para convertirlas en profecías de un mañana que será de largo alcance para el rock y para la música postidiomática, tal como lo hizo la divergencia radical de Ornette Coleman para el jazz hace una década.
La comparación con Coleman es válida en más de un sentido: ambos marcan el comienzo de nuevas décadas con concepciones de improvisación grupal nunca antes escuchadas, al grado de generar gran controversia; ambos han vinculado su música con el despertar del espíritu humano, la natural compasión y la instrospección que llevaron a Coleman a escribir temas como “Lonely Woman” y “Beauty Is a Rare Thing”, y a Beefheart “Frownland” y “I Love You, You Big Dummy”. Y lo que es aún más significativo, sin importar qué tan lejos haya llegado cada uno de ellos, la herencia primitiva del blues estadounidense ha estado siempre implícita en todo lo que los dos han hecho. El lamento esencial de alegría y angustia de los lastimeros graznidos de Coleman es simple genialidad que hace eco a los gemidos iniciales de una era de atonalidad y distorsión. Y mientras más la escuchas, más te das cuenta de que en la bulliciosa terquedad de las peludas excursiones de Beefheart, lo que parece cacofonía siempre se mece con la seguridad de lo mejor de las tradiciones de jazz y rock de las que abreva. Los ritmos pueden cambiar demasiado y los músicos pueden aparecer como saliéndose de los ondulantes ángulos, pero el latido de ese corazón siempre se mueve con la seguridad de subibaja de un viejo boogie.
Quien quiera escuchar música que cruza la barrera del sonido sin que su sensibilidad se destruya; quien huye de la negra rabia de Archie Shepp o de Sun Ra a la cabeza de su Arkestra, viajando a través de las galerías de Nova como un sacerdote babiblónico salido de alguna película épica de Hollywood; quien escapa del festín de especialistas de Alice Cooper y del micrófono torpedo de Iggy Stooge (“Toma, tu garganta/Gracias por el préstamo”), encontrará un espíritu más afín en Captain Beefheart. Lo que no quiere decir que es más o menos válido que cualquiera de los anteriormente mencionados, sino simplemente que, en una época de penetrante negativismo artístico, tenemos en el Capitán a un nuevo anciano que se niega a descartar el corazón, la humanidad, la inocencia esencial que la cultura occidental ha pretendido (cuando menos) cultivar durante tres mil años y que nuestra relativista y electrificada generación parece estar dispuesta a convertir en chatarra como irrelevante mierda sentimental. Cuando el Capitán gruñe “Mi sonrisa está atorada/no puedo volver a tu ceño fruncido/Mi espíritu está hecho de océano/y de cielo/y de sol y luna/Y todos mis ojos pueden ver… Toma mi mano/Ven conmigo/No es demasiado tarde para ti/No es demasiado tarde para mí…”, se coloca en un punto de iluminación prístina que ni el ácido es capaz de proporcionar.
Esto es instinto primordial; no una mutación repentina, y vierte sobre nosotros su sabiduría desde un ingenuo afán de compartir lo que ha encontrado sin falso orgullo. Pues aun si tiene La Respuesta, el Capitán no es Mr. Natural. Su humor es lujurioso, rabelaisiano, perenne: “Mamá estaba aplanando manteca con su rodillo esmaltado…” [“Mama was flattenin’ lard with her red enameled rollin’ pin”]. Cualquiera que conozca las Looney Tunes o a W. C. Fields se puede relacionar con eso, así como cualquier Luther Burbank [famoso botánico estadounidense del siglo XIX] de los arbustos de panllevar debería comprender “Dulces, dulces bulbos crecen/todos en el jardín de mi dama” [“Sweet sweet bulbs grow/All in my lady’s garden”], y el estado mental de los 50 se anima de manera surrealista en líneas como “Cuando ella maneja su Chevy/los maricas ni se atreven a mirar…/sus dos flautas mágicas zumbando semen de carbón” [“When she drives her Chevy/Sissies don’t dare tuh glance…/Her two pied pipes hummin’ carbon cum”].
Podrían escribirse largas disertaciones académicas sobre la brillante perspectiva de Beefheart en cuanto a las letras de las canciones.  Atrás quedan, polvorientos, tanto las pretensiones “poéticas” postdylanianas como el acercamiento primitivista que confunde superficialidad con sencillez. Las líneas del Capitán son huaycos mágicos de asociación libre que por alguna razón nunca se enturbian; extraños arreglos de imágenes como joyas; hilarantes miniviñetas de vividores disolutos y mujeres jugosas, embrolladas en overoles y zoot-suits. Podrían ser ilustrados por Robert Crumb, aunque en su visión serían amenazantes (o estarían amenazados). Estas escenas son el mundo interior de Beefheart, que florece tan salvajemente como un paisaje de Van Gogh, y al mismo tiempo son algo muy estadounidense, desde Pappy, el “chivo barrigón y cabizbajo en el corral” [“bowed goat potbellied barnyard”], a Mrs. Wooten y el pequeño Nitty cortando alcaparras bajo la luna de Vermont, al regreso a casa de Ishmael después de haber sido “shanghaizado por un hombre de sombrero alto y bigote de castor” [“shanghaied by a high-hat beaver mustached man”], en varios capítulos de un sueño americano que se revela, ricamente afectado aun cuando el Capitán cante en su propio estilo de estrujantes “Lágrimas de ira” [“Tears of Rage”]: “Lloro/Pero no puedo comprar/tus amapolas del día del veterano…” [“I cry/But I can’t buy/Yer Veteran’s Day poppy”].
En Lick My Decals Off, Baby (Straight Rs-6420), la visión se extiende e, incluso si las texturas sonoras son en ocasiones más complejas y angulares que en Trout Mask, las letras han adquirido y añadido universalidad; muchas de ellas dando un paso atrás respecto de los arreglos de imágenes caleidoscópicas de las canciones del año pasado. “Lick My Decals Off, Baby” es estupenda música obcena; tan descarnadamente sexual como un relato de Boccaccio: “Más que tomarte de la mano/quiero tragarte toda/y quiero lamer todas tus partes rosas/y todas las partes que puedas pensar/Todo el kit y kaboodle en el caño de la cocina...” [“Rather than I wanna hold your hand/I wanna swallow you whole/’n’ I wanna lick you everywhere it’s pink/’n’ everywhere you think/Whole kit ‘n’ kaboodle ‘n’ the kitchen sink”].
El espíritu detrás de esas proposiciones es de un goce orgásmico primigenio, cantado con toda la astucia lingual que sabe deslizarse jubilosa, como la de un viejo blusero del Delta en una parrillada en el jardín. A pesar de la posible “vulgaridad” de lo que él le pide a ella, el sexo es festivo, afirmativo, en la tradición (en vías de desaparición) de la seducción a través de la risa; Tom Jones y Moll Flanders [novelas picarescas del siglo XVIII; la primera de Henry Fielding, la segunda de Daniel Defoe]. La sensación de desesperación que corre como nervio ahorcado a través de todo el manejo de lo sexual en el arte moderno, desde Parejas [novela de John Updike, 1968] y El almuerzo desnudo [novela de William S. Burroughs, 1959] hasta el cine porno de las salas pobres del centro, esa sensación no se ve nunca en el universo Beefheart.
El nuevo álbum irradia el ingenio de Beefheart por todas partes: “I Love You, You Big Dummy”, “Woe-is-a-me-bop”, “I Wanna Find a Woman That’ll Hold My Big Toe Till I Have to Go”. ¿Quién tiene títulos como esos? Quién más podría pensar en ellos: son tan obvios que son clásicos, verdaderos títulos de rock ’n’ roll que te dicen que la música detrás de ellos —no importa si se dirige a la estratósfera— tiene ese ethos gutbucket [concepto intraducible que describe el origen en las entrañas del espíritu del jazz y el blues] de Little Richard y Chuck Berry corriendo por sus venas. “Big Dummy” muestra algunos de esos falsetes desgarrados y extasiados del Capitán, mientras “Woe” resulta una sorprendente pequeña progresión que se arruga mecánicamente como Tinkertoy [juguete mecánicos de madera] que camina aprovechando bien la marimba que introduce este álbum para subrayar frases cuyas sílabas se enganchan y se tuercen: “el hueso de la pierna conectado al de la rodilla” [“the-legbone’s connected-to-the-knee-bone”]. Y parece escuchar la jerga de cierto R&B de principios de los 50 o de mucho antes; del “Really the Blues” de Mezz Mezzrow, de las esquinas de Harlem, del parloteo joyceano del floclor negro.
Pero este álbum no tiene vistas beefheartianas disfrazadas de levedad. Muestra una maduración orgánica de una preocupación ambiental que sólo había sido sugerida antes en canciones como “Bill’s Corpse” de Trout Mask. “Petrified Forest” comprime una rabiosa acusación contra los contaminadores y una imagen de pararte los pelos sobre una revuelta de la naturaleza tipo Armagedón, todo en un minuto y 40 segundos: “¡Trágate el suelo!/Sopla vida en los dinosaurios muertos/Deja que los viejos demonios vuelvan y escupan fuego en el aire del ahora/La alfombra se ha desgastado de tanto caminarle encima/Pronto luchará y nosotros caeremos… Si el dinosaurio grita con sangre en los ojos/y se come a nuestros bebés por nuestras mentiras/Eructa fuego en nuestros cielos/Tal vez moriré pero él temblará/a través de tu bosque petrificado” [“Suck the ground!/Breathe life into the dead dinosaurs/Let the past demons rear up ‘n’ belch fire into the air of now/The rug’s wearing out that we walk on/Soon h will fray ‘n’ we’ll drop….If the dinosaur cries with blood in his eyes/’n’ eats our babies for our lies/Belches fire in our skies/Maybe I’ll die but he’ll be rumblin’ through/Your petrified forest”].
Desde que Dylan escribió “Los tiempos están cambiando”, camionadas de poetas, juglares y simuladores han fallado en mil canciones justicieras al intentar hacer la distinción crucial entre arte que comenta lo social y vil opinión. Esa canción es arte.
Y no creas que sólo los líderes de la ecocida industria estadounidense caen ante la pluma del Capitán (villanos tan a la mano de los mitos justicieros de los 70 como lo fueron los prejuiciosos sureños blancos para la hermandad liberal de los 60). Trágate “Space-Age Couple”: “Pareja de la era espacial/¿por qué no flexionas tu músculo mágico/por qué no sueltas tu genial estupidez/y repartes tu asquerosa joyería?/Cultiva los campos/son lo único que queda… Sostén tu copa ante los ojos después de/recoger un poco de cielo/que ya no es azul/Lo que hay sobre las hojas ya no es rocío” [“Space-age couple/Why don’t you flex your magic muscle/Why don’t you drop your cool tomfoolery/And shed your nasty jewelry?/Cultivate the grounds/They’re the only ones around….Hold a drinkin’ glass up to your eye after you’ve/scooped up a little of the sky/’n’ it ain’t blue no more/What’s on the leaves ain’t dew no more”]
Si toda la propaganda de la contracultura fuera verdad y realmente existe un hombre nuevo, quizá iluminado por el ácido o por Esalen [un instituto de educación “alternativa”, humanista en California] y mutado por la benéfica proximidad de millones de freaks que han superado el materialismo, el desperdicio y el egoísmo caníbal del viejo mundo, si todo eso es cierto, el Movimiento debería haber encontrado alguna alternativa a la deseperación y a la ira romantizada que aún prevalece, y “nuestra” gente debería estar relacionándose con algo más que su propia burbuja de fantasía. Beefheart cuestionaría los mitos y las mentiras de la contracultura tan duramente como lo hizo con aquella “amapola del día del veterano”, y pagaría sus deudas con el “Dachau Blues”; queda para nosotros encontrar la diferencia entre la pareja de la edad espacial y Maggie y Jiggs de pelo largo y dulce humo. La canción termina con un terso giro que lo resume todo y parece comentar de pasada la creciente alienación química de nuestros cuerpos: “Pareja de la era espacial/¿Por qué no haces eso?”.
El sonido Beefheart se mueve a través de Lick My Decals Off, Baby en dos sentidos principales: canciones relativamente mainstream como “I Love You, You Big Dummy” y la extraña y ominosa “The Buggy Boogie Woogie”, bajan el tono de Trout Mask, pero del otro lado, muchas de las canciones, especialmente del lado B, dejan una impresión inicial de energías difusas que dejan a las más salvajes excursiones de Trout Mask como algo ya domesticado. “Japan in a Dishpan”, por ejemplo, es un jam de choque construido sobre un riff de saxo obsesivamente repetido que suena como al “¡Aooh-gah!” del cláxon de un carro viejo. Al escucharlo otras veces, sin embargo, se aclaran las canciones que te habían golpeado como un tsunami al principio, y se dejan ver las esquinas de la improvisación colectiva, revelando esas letras increíbles.
Captain Beefheart exige al principio un proceso de irte acostumbrando a él, lo mismo que Ornette, Ayler los Velvet e incluso los Stooges (¿no sonaba Dylan también muy raro la primera vez que lo escuchamos?). Pero si de hecho requiere de cierta paciencia y de mucha atención, también es una de las experiencias musicales más gratificantes de nuestros días. Lo cierto es que la música de este hombre, quizá más que la de cualquier otra persona que haga rock ahora mismo, es punto de partida para una apabullante supercarretera que lleva lejos de la decadente era de las superestrellas, hacia un futuro donde cada persona tendrá oídos capaces de escuchar música más allá de nuestros sueños más salvajes, música como nadie ha escuchado en la Tierra hasta ahora. No quiero hacer declaraciones apocalípticas, pero creo que se acerca rápidamente un tiempo en que casi todos los estilos —excepto la música libre, la que renueva y trasciende todo de nuestras tradiciones, incluyendo la armonía y la lírica fresca; por ejemplo lo que está haciendo Pharoah Sanders— se agotarán a sí mismos. La misma vieja canción puede seguir moliéndose por los tubos de AM y FM desde aquí hasta Alphaville, pero cada vez más gente se mueve lejos de ahí. Así que, sin irme muy lejos, diré que Captain Beefheart es el músico más importante surgido de los 60, mucho más significativo y de mucho mayor alcance que los Beatles, quienes sólo hicieron lindos collages con material del dominio público, si los miras con cuidado. Es tan importante, ya lo he dicho, como Ornette Coleman lo fue para el jazz hace diez años y como lo fue Charlie Parker quince años antes de eso; como lo fue Leadbelly para el blues al que el Capitán le ha hincado el diente. Su música es un presagio del futuro, pero sus mensajes son universales y cálidos como el corazón de los Estados Unidos con el que alguna vez hemos soñado. Esa combinación no es fácil de vencer.
No se pierdan este disco del Capitán, es una verdadera joya (recomendamos dedicarle tiempo; el Capitán no es fácil de oír. Al fin que por ahora tenemos bastante en el encierro).
Captain Beefheart & The Magic Band - Lick My Decals Off, Baby (1970)
Lista de temas:
1. Lick My Decals Off, Baby
2. Doctor Dark
3. I Love You, You Big Dummy
4. Peon
5. Bellerin' Plain
6. Woe-is-uh-Me-Bop
7. Japan in a Dishpan
8. I Wanna Find a Woman That’ll Hold My Big Toe Till I Have to Go
9. Petrified Forest
10. One Red Rose That I Mean
11. The Buggy Boogie Woogie
12. The Smithsonian Institute Blues (or the Big Dig)
13. Space-Age Couple
14. The Clouds Are Full of Wine (not Whiskey or Rye)
15. Flash Gordon's Ape
Alineación:
- Captain Beefheart / voz, clarinete bajo, saxos soprano y tenor, armónica
- Zoot Horn Rollo / guitarras
- Rockette Morton / bassius-o-pheilius
- Drumbo / percusión, escoba
- Ed Marimba / marimba, percusiones, escoba
Captain Beefheart & The Magic Band - Lick My Decals Off, Baby (1970)

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