Investigadores del CERN, el gran centro europeo de física de partículas, acaban de anunciar durante un seminario los primeros resultados del detector AMS (Alpha Magnetic Spectometer), instalado en mayo de 2011 a bordo de la Estación Espacial Internacional
y cuya misión principal es la de encontrar antimateria y materia
oscura. Y resulta que, justo al lado de nuestro propio planeta, el
espacio parece bullir debido a una gran cantidad de lo que parecen ser
partículas de antimateria de alta energía. De hecho, muchas más de las
que cabría esperar encontrar. Los investigadores, que publicarán estos
resultados en Physical Review Letters,
creen que este exceso de positrones detectados (las antipartículas de
los electrones) podrían ser en realidad señales que indicaran la
presencia de materia oscura.
Sea como fuere, lo cierto es que, por ahora, los
científicos no están seguros de cuál es la naturaleza de lo que han
visto. Lo que sí tienen claro es que los resultados demuestran con
creces la utilidad del detector AMS, uno de los experimentos de física
más complejos y costosos jamás enviados al espacio. De hecho, y desde su
privilegiada posición a 350 km. de altura, el AMS podría estar a punto de proporcionar la clave que permita explicar de qué está hecha la materia oscura.
En estos momentos, sin embargo, los responsables del
experimento se afanan por comprender a qué se debe exactamente el exceso
de positrones detectados cerca de la Tierra. Para Samuel Ting,
uno de los «padres» del instrumento, podríamos estar ante un «nuevo
tipo de fenómeno de la Física». Durante su intervención en el seminario
del CERN, el físico afirmó que «este experimento es el primero que
prueba en detalle la naturaleza de este exceso (en el número de
positrones). Hemos observado muchos fenómenos nuevos y pronto, el origen
de esos fenómenos será comprendido».
Desde que fue instalado a bordo de la estación espacial en mayo de 2011, el AMS ha detectado más de 30.000 millones de rayos cósmicos.
Y ha calculado con gran detalle la proporción que existe entre los
electrones y sus antipartículas, los positrones, lo que podría ser una
forma de detectar la presencia de materia oscura. A caballo de los rayos
cósmicos, que proceden de estrellas que explotan y otras fuentes muy
energéticas y que bombardean continuamente la Tierra viajan, como se
esperaaba, un gran número de electrones de alta energía. Pero los
positrones deberían ser mucho más escasos de los que AMS ha conseguido
detectar.
Aunque ambas constituyen un gran misterio para la Física
actual, es necesario no confundir antimateria y materia oscura. La
primera es la imagen especular de la materia ordinaria: cada partícula
tiene, de hecho, su correspondiente antipartícula, que es exactamente
igual a ella excepto por la carga eléctrica, que es la opuesta. Cuando
una partícula ordinaria entra en contacto con su antipartícula (por
ejemplo, un electrón con un positrón, o un protón con un antiprotón)
ambas se aniquilan en una explosión de energía. Los modelos teóricos
actuales nos dicen que durante el Big Bang se creó la misma cantidad de
materia que de antimateria, pero todo lo que podemos observar hasta los
confines del espacio está, aparentemente, hecho de materia. ¿Dónde está,
pues, la antimateria que falta?
Por otra parte, la materia oscura tiene ese nombre
precisamente porque no emite radiación (ni luminosa ni de otro tipo) y
por lo tanto no podemos detectarla con los instrumentos actuales.
Sabemos que existe por la acción gravitatoria que ejerce sobre la
materia que sí podemos ver, y a partir de ahí se calcula su cantidad.
Según los últimos datos de la misión Planck, publicados hace apenas unos días, la materia ordinaria,
de la que están hechas las galaxias, las estrellas y los planetas, solo
da cuenta del 4,9% del total de la masa del Universo. Del resto, un
26,8% es materia oscura y un 68,3 energía oscura, que podría ser la responsable del hecho de que el Universo se esté expandiendo cada vez más deprisa.
Pero volvamos a los positrones detectados por el AMS. Otros
experimentos ya habían sugerido un exceso similar en el número de estas
antipartículas, pero ninguno de ellos pudo corroborarlo con datos lo
suficientemente fiables y, lo que es peor, hasta ahora nadie había
podido aventurar lo que significan. «Los físicos teóricos -dijo Ting a
sus colegas del CERN- tendrán ahora una excelente ocasión para jugar con
estos nuevos datos».
Los científicos creen que la materia oscura podría estar formada por un extraño tipo de partículas a las que llaman WIMPs (weakly interacting massive particles o partículas masivas de interacción débil).
Cuando dos WIMPs chocan, se destruyen mutuamente y sólo dejan tras de
sí una pareja de partículas, un electrón y un positrón. La masa de estas
dos partículas depende de la que tuvieran los WIMPS originales y de su
energía en el momento de la colisión. Por eso, encontrar positrones en
un determinado rengo de energía podría ser una señal de esas
aniquilaciones de partículas de materia oscura y, por lo tanto, delatar
su esquiva presencia en la región del Universo que nosotros ocupamos.
El problema, por supuesto, es que los positrones también pueden proceder de otras fuentes, como los púlsares,
que los expulsarían en todas direcciones debido a su rápida rotación.
Desde un punto de vista puramente matemático no debería de existir
ningún positrón, porque todos tendrían que haberse aniquilado con sus
correspondientes partículas de materia ordinaria tras el Big Bang.
Pero los datos son tozudos, y demuestran que, contra tóda lógica, están
ahí, y en un número muy superior al que cabría esperar. Ahora, los
investigadores esperan que los nuevos datos del AMS ayuden a encontrar
una respuesta.
Fueron necesarias varias décadas de lucha para convencer a la NASA
de la necesidad del AMS. Y casi veinte años de investigación y trabajo
para diseñar, construir y llevar finalmente el AMS a la estación
espacial. El detector es el instrumento científico más preciso y
sofisticado jamás enviado al espacio y su coste se acerca a los 2.000
millones de dólares. Pesa siete toneladas y funciona de un modo parecido
a los aceleradores de partículas del CERN, con una serie de magnetos
enfriados criogénicamente y que capturan las partículas procedentes del
espacio. La forma en que esas partícuals curvan su trayectoria revela su
carga y también su naturaleza. Gracias a los nuevos datos, la Física
podría estar a punto de resolver algunos de los misterios sobre la
composición y evolución del Universo en que vivimos.
Fuente: abc
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