Capuchas y Burkas

Tras sufrir grandes disturbios, el tolerante Reino Unido del multiculturalismo se propone controlar a los encapuchados, incluyendo a quienes ocultan el rostro con niqab o burka, algo que nadie se había atrevido a exigir antes.

Los pandilleros amotinados en Londres y otras ciudades británicas que provocaron enormes daños y la muerte de cinco personas se caracterizan físicamente, más que por su raza, por sus prendas, entre las que destaca la capucha para hacer irreconocible el semblante.

La cultura europea se refinó cuando, entre otras medidas, prohibió ocultar la cara como hizo Esquilache con el embozo español en 1766, o consideró norma de educación retirar el sombrero al saludar y no ponérselo en lugares cerrados.

En las últimas décadas se perdieron esas precauciones en nombre de la multiculturalidad y la democracia –descubrirse se presentó como humillante--, al extremo de que se permitía circular en lugares públicos con el rostro tapado con niqab y burka, o con la capucha aprovechada para ocultarse.

El delincuente con antifaz es una figura clásica en las tiras cómicas, los etarras y filoetarras se ponen pasamontañas y sábanas como el Ku-klux-klan, aunque con boina encima, y varios terroristas disfrazados se encubrieron bajo las vestimentas islámicas, o capuchas.

En Francia, Bélgica se prohibieron recientemente burka y niqab. Sólo se permitirán embozos en ocasiones folclóricas. Las seguirán Italia y Holanda.

En España la capucha aún está poco extendida, pero domina la idea de que las coberturas islamistas las llevan voluntariamente las mujeres como felices penitentes perennes de Semana Santa.

Quienes difunden esta interpretación son paradójicamente mujeres arabistas supuestamente feministas, e incluso la Defensora del Pueblo interina, María Luisa Cava de Llano.

Como se ha comprobado en el Reino Unido, donde incluso un terrorista islámico huyó con burka, la cara permanentemente tapada sólo favorece el terror y el vandalismo.

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SALAS y el mundo en el que vivimos.