Revista Cultura y Ocio
"...Cara a cara con sus miedos, cara a cara con su eterna compañera, la soledad, Octavio contempla la botella medio vacía sobre una mesa ovalada. Se burla de su sufrimiento, le incita a seguir bebiendo, hasta que explote la noche con su festival estrellado. Mariana se ha marchado dando un portazo. Le ha jurado que jamás regresará. Está dolida, por supuesto. Han sido quince años de promesas fementidas. Están cerradas las cortinas, oscuras las habitaciones que huelen a abandono. Un silencio atronador recorre los pasillos de la casa y las plantas tropicales comienzan a languidecer, con sus hojas en forma de lágrimas pendiendo hacia el suelo "desaseado". El teléfono está sonando en alguna habitación. Debe ser Jacinto, piensa Octavio, con un deje de desdén y animosidad torva (feroz). Pretende llevarle por el viejo Madrid a través de lóbregos callejones, quemar los gaznates con alcohol y acaso, buscar solaz con trasnochadoras meretrices de espeso maquillaje y artificiosa salacidad comprada con buenos fajos de billetes.
Jacinto fue el epicentro de su declive, la pieza sobrante de un mecanismo abocado al descarrilamiento. Crápula, licencioso, libertino vividor, embaucador y taumaturgo (mago), sabe utilizar las palabras adecuadas para conducirle a senderos de perdición. Octavio se levanta y coge la botella entre sus manos. Se dirige al baño y allí arroja el burbujeante contenido al interior de la cloaca maloliente del retrete. En ese instante se siente dichoso, heroico, redimido. Pero al momento pasa como un tranvía la efervescente pasión. Lo ha hecho tantas veces... De nada sirve deshacerse de la botella si mañana compras otra, medita taciturno entre lágrimas y temblores...
Alguien viene. El sonido de unas llaves en la puerta. Octavio se apresura a observar por la mirilla. Demasiado tarde. Una mujer se perfila ya en el umbral. Su semblante es una mezcolanza de piedad y furia, debatiéndose ambas entre marcharse o instalarse junto al hombre abatido que la observa hipnotizado. Se abrazan, lloran juntos. Mariana ha regresado. Farfulla condiciones innegociables para quedarse, una vez más, una última oportunidad. Octavio apenas puede escuchar sus palabras. El sonido de su llanto las oculta bajo un velo plañidero. Octavio es tan feliz que apenas puede creer que el cuerpo voluptuoso de la mujer que le abraza sea el de su Mariana, que ha regresado a su lado para ayudarle a remontar las escarpaduras de un sendero preñado de puñales y espinas..."