Sacrilegio. El Jack Kirby que más me gusta es el de los setenta, el que estuvo en DC y el de la vuelta a Marvel. Me parece un Kirby con un estilo más jugoso, más puro, que hace lo que le viene en gana. Y mejor entintado, no lo olvidemos, pues eso en la obra de Jack Kirby es algo fundamental. En 1976 Kirby se encarga de adaptar al comic la película de ciencia ficción mística de Stanley Kubrick 2001: A Space Odissey. En ella, una tribu de homínidos entra en contacto con un monolito flotante que repercutirá en su evolución. Salto al presente y en el año 2001 se descubre en la luna un monolito similar que hará que el ser humano dé un nuevo paso evolutivo. El Rey se siente como pez en el agua. Será su obra más desbordada y psicodélica. No hay más que ver esas páginas ambientadas en el espacio exterior y el viaje iniciático del astronauta Bowman a través de las dimensiones. Entusiasmado con el proyecto, al año siguiente comienza una nueva serie que, basada en la película y partiendo de ella, intenta contar la evolución cronológica del ser humano y cómo la figura cuasi-divina del monolito interviene en la historia.
En España la colección fue publicada por la editorial Bruguera, que entonces sacó también otras tres colecciones: Ka-Zar, La Mosca Humana y La Guerra de las Galaxias. Pequeñas sacudidas en el reducido mundo de los que entonces las descubrimos. Unas ediciones que entonces maravillaron la imaginación infantil de muchos críos y que hoy resultan decepcionantes por patosas. Con una horrenda rotulación mecánica y con las homéricas páginas dobles de Kirby divididas por una torpe maquetación. Quiso la casualidad que por aquel entonces programaran la película de Kubrick en un cine de mi ciudad y yo, absolutamente entregado como estaba al comic de Kirby, convencí a mi pobre padre de que me llevase a verla. Me disculparán los puristas, pero a mí me pareció ya entonces que la visión del dibujante refulgía con luz propia al lado de la fílmica. Kirby contaba un relato desbordante y bien hilvanado en el que recreaba sus obsesiones y las plagaba de exclamaciones, como si cada frase fuese declamada a gritos. Kirby sabía cómo reclamar la atención del lector y a la vez deslumbrarlo. Todo en sus páginas era chocante, estremecedor. Cuántas tardes de mi niñez transcurrieron copiando aquellos dibujos.
En el primer número de su nueva serie, El Rey cuenta cómo los pre-homínidos se convierten en humanos con el descubrimiento de las herramientas. El monolito siempre confiere al escogido más dotado la capacidad de hacer avanzar la especie un paso en la escala evolutiva. Abre su mente y hace que el desarrollo del ser humano se adelante. El Cazador de este primer episodio descubre las armas, lo que le permite abastacerse de carne, ser más fuerte, liderar la manada. Siguiendo el esquema de la película, en la segunda parte se reproduce un reflejo de la primera mitad de la historia. Un descendiente del Cazador será escogido de nuevo por el monolito para convertirse en ese ser superior evolucionado que será testigo del transcurrir de los eones.
El número 2 supondrá el descubrimiento de la religión. El ser humano está más avanzado. Ya no es ese ser velludo y simiesco del primer capítulo. Una mujer, el miembro más débil del grupo, se aprovechará de la ignorancia y la superstición de sus compañeros para ser adorada como un ser demoníaco y así conseguir alimentos y seguridad. De nuevo una astronauta descendiente de esta, será elegida por el monolito para dar el salto al siguiente estadío. Kirby siempre emplea más páginas en la primera parte del comic. Se nota que se divierte más y que también las necesita para recrearse en lo que quiere contar, llegar a donde quiere ir. La segunda parte será casi rutinaria, con la situación límite habitual que lleva a la aparición del monolito.
Pronto resulta patente que al autor le empieza a pasar lo mismo que en cada proyecto propio que emprende. Su propia imaginación lo rebasa. Parte de una idea y a mitad de camino cambia de opinión. O se le ocurren más cosas y tira por derroteros muy diferentes, y a menudo dispersos, en persecución de los temas que más le fascinan. Las grandes fuerzas cósmicas, los misterios insondables del tiempo y del espacio. Ya en un temprano capítulo 3 se da cuenta de que el modelo se le está agotando y que no puede dar mucho más de sí, de modo que decide utilizar dos comics para contar la historia que necesita mostrar. El primero de estos dos es una clásica historia de fantasía heroica, con un protagonista que recuerda a Conan el Bárbaro. El líder de un grupo de saqueadores que se limita a arrasar y rapiñar. Pero entonces llega el descubrimiento de la ciencia. Un viejo artesano creará armas de bronce ayudado por el monolito. Las duras armas de metal superarán las rudas puntas de piedra y el bárbaro se ve a sí mismo como fundador de un imperio.
El anciano le guía de forma sabia. Hasta ahora toda la evolución del ser humano se ha fundamentado en elementos de poder y violencia, en armas y en superstición. A partir de ahora el bárbaro descubrirá que es mejor unir que destruir. Su poder se expande, los enemigos derrotados no son ejecutados, se unen a sus filas. Crean aparatos de asalto y escudos defensivos. En el número 4 continúa la historia y se llega al fundamental descubrimiento de la rueda contado de forma magistral por Kirby. Qué visión tenía ese genio. Qué bien sabe llegar a ello y contarlo de forma natural, creíble y a la vez magnéticamente fantasiosa. El descendiente del bárbaro volverá a ser un astronauta que regresa a una especie de Arcadia feliz antes de convertirse en ese ser semejante a un feto que observará la evolución del universo desde su vientre materno protector. Pero esta vez Kirby decide introducir un cambio y no habrá paso evolutivo. Poco a poco El Rey va reconduciendo la trama para darle mayor variedad y profundidad. La pérdida de interés en el concepto original por parte de Kirby es cada vez más patente. Se ha dado cuenta de que con ese punto de partida no va a poder aguantar mucho tiempo la serie y da un salto al futuro en los números 5 y 6, que otra vez cuentan una historia en dos partes influída por otra película, Mundo Futuro protagonizada por Yul Brynner, una inspiración que también le había servido para un episodio de otra obra despatarrante, Kamandi. El Nueva York de 2040 es un lugar en el que todo es arficial, las playas, la comida, la existencia misma. El protagonista escapa a su frustración en una especie de parque de atracciones en el que puede jugar a vivir la vida de un superhéroe de comic. Decide hacer realidad sus ansias de una vida excitante y se apunta a un programa espacial, lo que le lleva a ser de nuevo el astronauta que se verá proyectado por la intervención celestial del monolito a otro estadío de la existencia. Kirby acabará con una hermosa reflexión final sobre el ocaso de la figura del superhéroe cuando llega la vejez una década antes de Watchmen.
Para el siguiente número, El Rey efectúa una ambiciosa maniobra. Decide mostrar qué pasa después con el ser que crea el monolito. Fabula con lo que nunca se ha mostrado. A dónde va, qué ve. Aprovecha así para mostrar civilizaciones en decadencia, uno de sus temas favoritos como dibujante, y de sus mayores preocupaciones como narrador. El ser llega a un derruído planeta post atómico en el que se establece como un vigilante, observando y aprendiendo cómo los mundos se crean, cómo surge la vida y cómo evoluciona. Y siempre con una mirada compasiva, reflejo de los propios pensamientos del autor. Con una filosofía esperanzadora y casi panteísta que refleja su confianza en el ser humano, en sus virtudes, y en la fuerza del amor y del bien. La imaginación de Kirby no tiene límites y se desborda en cada página a una velocidad que corta la respiración. Será en el número 8 donde Kirby dará un golpe de timón total cambiando de interés y de concepto. Presenta a X-51, un robot con conciencia de sí mismo, y que probablemente parte del HAL-9000 de la película de Kubrick. Un personaje que más tarde, con el nombre de Machine Man, tendría una larga carrera en la editorial Marvel. La historieta está plena de sentido de la épica y la última página nos deja al protagonista a las puertas de hacer contacto con el monolito… Aquí es donde se canceló la publicación hecha por Bruguera. La editorial norteamericana sacó un par de números más en los que Kirby ya no hacía mención a nada que tuviese que ver con Una Odisea del Espacio. El dibujante había puesto todo su empeño en Machine Man, la nueva serie a la que estaba dispuesto a dar el salto. Con Machine Man crea un personaje que le divierte más y que le permite muchas más posibilidades, pero la nueva colección también tendría una corta vida, nueve números. Machine Man fue recuperado varias veces, significativamente en una miniserie extraordinaria ejecutada por Barry Windsor-Smith en 1984. Problemas con los derechos nos siguen manteniendo a la espera de que 2001 tenga algún día la reedición merecida. Una obra perdida entra los puntales de un autor que cuenta con innumerables golpes maestros. El Rey Jack Kirby.
Fran G. Lara General, cara b 2001, barry windsor-smith, bowman, bruguera, conan el bárbaro, DC, el cazador, jack kirby, ka-zar, kamandi, kubrick, la guerra de las galaxias, la mosca humana, machine man, marvel, mundo futuro, una odisea del espacio, Watchmen