«Cara de pan es un concepto que Casi todavía no ha conseguido sacudirse por completo. Un concepto que tiene que ver con la forma en que se estira la camiseta para ocultar su cuerpo o en llevar mangas largas a pesar del calor. Con el pelo tapándole la cara y la ropa muy ancha».
En la adolescencia funcionamos por exceso o por defecto. O enseñamos de más o mostramos de menos. O desafiamos al mundo o nos ocultamos de él ansiando incluso desaparecer. Casi se oculta bajo su ropa de tallaje superior al necesario. Con su pelo intenta que pase desapercibida su cara de pan. No sabe muy bien por qué le dolió tanto que una compañera del instituto se refiriera a ella así: cara de pan.
Tampoco sabe muy bien por qué a la vez que trata de pasar desapercibida ansía con la misma intensidad que alguien repare en ella. Por qué desea tan vehementemente ser como aquellos con los que para nada se siente identificada, sentirse parte de esa identidad que no es la suya y que a la vez le produce rechazo, alcanzar la aprobación de aquellos que siempre terminan por provocarle resentimiento: si no se fijan en ella, malo; cuando lo hacen, mucho peor. Cara de pan.
Casi es una adolescente acomplejada por su aspecto a la que le cuesta relacionarse. Una niña aún entre otros niños que se creen adultos pero que en realidad solo juegan a serlo. Sus profesores insisten en que trabaje en grupo. Ella preferiría hacerlo sola. «En los grupos siempre hay alguien que lleva la voz cantante, que manipula a unos y a otros por el simple gusto de dominar. Se supone que los profesores organizan los grupos para promover la igualdad -usan esa expresión: promover la igualdad-, pero consiguen justo lo contrario: debilitar a los débiles y fortalecer a los fuertes».Tal vez es por una mezcla de todo esto o por una mezcla indescifrable de a saber qué que Casi decide un día no acudir más al instituto. En realidad no lo decide. Cuando sale de casa ese día no tiene nada planeado. Tan solo, de repente, sus pasos siguen el camino contrario al habitual. A los pocos días encuentra una zona discreta en un parque que le sirve de refugio. Allí pasa las mañanas. Allí, un día, la descubre el Viejo.
Casi recela, titubea, no sabe qué pensar, cómo comportarse. «El viejo engaña, tiene intenciones ocultas, intenciones sucias. Esto es lo natural, no lo contrario, y lo que se diga de este viejo en minúscula es también aplicable al Viejo en mayúscula, al Viejo concreto, a su Viejo, barriendo así todas sus particularidades y excepciones». Porque su Viejo (que el primer día se queda un rato, después una hora, dos, tres, hasta formar parte de las mañanas de Casi y de su vida) es una persona peculiar que escapa a convencionalismos: con su traje raído y elegante, su entusiasmo para lo que le apasiona, su cautela para resguardar su vida privada y su incomodidad cuando Casi la bordea, su paciencia y escucha, su excesiva preocupación por no resultar pesado. El Viejo «¡maneja tanta información, tantos detalles, es tan inteligente en las cosas inútiles!» «El Viejo tiene una inteligencia que los demás no entienden, eso es todo».
Hay dos cosas que apasionan al Viejo: los pájaros y Nina Simone. Nina Simone, que cantaba Blackbird: «Why you wanna fly, Blackbird? / You ain’t ever gonna fly, que significa por qué quieres volar, pájaro negro, nunca vas a volar, letra que al parecer trata de la opresión que padecían los negros en aquel tiempo, pero que quizá también trata de él -o incluso de ellos dos, nunca se sabe». Nina Simone, que, «dice el Viejo, era un nombre artístico, del mismo modo que ellos se han puesto los suyos, Casi y Viejo, para escapar del nombre real, que es una cárcel».
Ni Casi se llama Casi, ni el Viejo se llama Viejo. El Viejo llama a Casi Casi porque tiene casi catorce años y Casi llama al Viejo Viejo porque, aunque el Viejo tiene tan solo cincuenta y cuatro años, a sus ojos de casi catorce es un viejo. Aunque tal vez Casi se llame Casi porque está casi a punto de adentrarse en ese mundo que ahora la rechaza y por el que ella siente rechazo y el Viejo se llame Viejo porque para él ya es tarde para ingresar en ese mundo al que nunca ha pertenecido, en ese mundo de «los policías de la mente», que «solo lo dejarían en paz cuando él acatase una a una todas las imposiciones».
Con Casi y Viejo Casi y el Viejo escapan de sus nombres reales que son cárceles. Ellos son pájaros que escapan de la jaula en el que el resto de pájaros viven domesticados. Son como los pájaros sin patas de los que el Viejo le habla a Casi, que vuelan sin tocar nunca tierra. Su plumaje es azul pálido. Sus alas son casi trasparentes y a través de ellas se ve el color del cielo. Así se camuflan. Se protegen. Supongo que de los policías de la mente.
Pero Casi y el Viejo son también como esos otros pájaros que se resisten a participar en un experimento del que es también el Viejo quien le cuenta a Casi. Los científicos tiñeron el plumaje de una muestra de pájaros débiles. Querían observar si así se comportarían como pájaros dominantes, pues es el plumaje el que determina esta dominancia. En lo que no repararon los científicos es en unos pocos ejemplares que se negaron a colaborar en el experimento. «Cuando los teñían se morían de pena, se negaban a comer y volar, ¡ni siquiera se esforzaban en fingir! No querían entrar en ningún grupo, y si se veían forzados a ello, se mantenían aparte, aunque les costase el repudio. Sobrevivir con disfraz, para esos pájaros, equivalía a morir lentamente; por eso elegían acelerar su muerte, sin engaños». Aunque, siendo justos con los científicos, hay que señalar que sí repararon en esta minoría de pájaros aunque tan solo por un momento, el necesario para desecharlos por su inutilidad.
Nina Simone. Autor: RCA Victor
Fuente: Billboard, 23 Septiembre de 1967
Fotografía en dominio público
«Como a todos los demás, la habían educado en la desconfianza hacia los desconocidos: no hablar con ellos, no aceptarles regalos, no fiarse en absoluto, etc. Pero Casi ahora tiene casi catorce y las reglas del juego empiezan a ser otras. Si nunca se relacionara con desconocidos, piensa, no avanzaría. Un conocido ha sido previamente un desconocido, esto es así por fuerza: si fuéramos por la vida negándoles la palabra a quienes no conocemos, jamás conoceríamos a nadie. A ella le estaban insistiendo siempre en que debía tener más amigos, en que era bueno relacionarse con los demás y malo quedarse todo el día encerrada en casa. La forzaban a hacer trabajos en grupo con personas de las que no sabía nada, salvo que tenían su edad y estaban en su mismo instituto. ¿Solo por eso ya no son desconocidos? ¿Cuándo un desconocido alcanza la categoría de potencial amigo y cuándo se queda, solamente, en potencial peligro? Está claro que el Viejo no entra en la categoría de amigos que su entorno desea para ella, más bien corre el riesgo de aproximarse a la categoría de maníaco o de depravado, pero solo en razón de su edad y de que no está con ella en el mismo instituto».
Cara de pan narra la relación que se forja entre Casi y el Viejo a lo largo de esas mañanas en el parque. Es una historia de inadaptados, de aquellos que viven al margen de la sociedad. En ella Sara Mesa, como ya me tiene acostumbrada, «confunde las cosas, mezcla lo que se espera, lo que se teme y lo que se prejuzga, para que encaje con lo que es, lo que no tiene nombre. Atesora los momentos ambiguos» y juega con los límites de la moralidad. Y lo hace, como también me tiene acostumbrada aunque no por ello deja de maravillarme, con una sencillez que pasma. Su prosa desnuda y sin artificios desnuda a su vez a sus personajes y sus historias. No busca el impacto en cada frase, pero sin embargo es eso precisamente lo que consigue con la concatenación de todas ellas.
Me sería muy difícil decir cuál es el mejor libro de Sara Mesa de cuantos he leído. Me es muy fácil, sin embargo, declarar que Cara de pan es el más hermoso de todos ellos y el que más me ha conmovido. Y eso ha sido toda una sorpresa para mí. Podría decir muchas cosas de la escritora sevillana. No me cansaría de hablar de ella, de halagarla y de empoderarla. Lo que nunca se me hubiera ocurrido decir es que sus libros son hermosos y que conmueven.
Esa conmoción, ese encogimiento de estómago, ese nudo en la garganta, esa humedad en los ojos, ese lleno y vacío lo consigue Sara Mesa con unas metáforas preciosas, como la ya aludida de los pájaros sin patas (que en realidad no es idea original de la autora, tal y como aclara en nota final) y la de los pájaros anillados del final de la novela, pero, principalmente, con sus dos personajes protagonistas. Casi es fantástica como adolescente insegura de sentimientos contradictorios e imaginación peligrosa. El que me hace rebosar de ternura, sin embargo, es el Viejo. Es de esos personajes a los que solo quieres abrazar. Tristemente, de ser una persona en la vida real, cuán lejos estaríamos de ese gesto afectuoso y consolador. Imperaría la cautela y la distancia. Ese mismo viejo sería amenaza y peligro en el peor de los casos; en la mayoría de ellos provocaría recelo y sospecha; en los más benignos, la siempre dolorosa y humillante conmiseración.
«Hay muchísima gente que sueña con ser como esos pájaros, volar y volar siempre sin tener que mancharse de tierra. Nunca corromperse».
«Nadie anilla a nadie y luego lo deja volar libre».
«¿Sabe Casi que hace apenas unos días descubrieron una especie nueva de pinzón? ¡Apenas quedan unos trescientos en el mundo, tan pocos que por eso estaban sin catalogar! Increíble, porque su color es inaudito, azul puro, azul limpísimo. ¡Podría haberse extinguido y nadie, nunca jamás, habría dejado registro de su paso por el mundo!»
Gracias, Sara Mesa, por dejar registro.
Spread your wings and fly, fotografía de Dan Hutcheson bajo licencia CC BY-NC 2.0
Ficha del libro:Título: Cara de panAutora: Sara MesaEditorial: AnagramaAño de publicación: 2018Nº de páginas: 144ISBN: 978-84-339-9861-3
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