Thylane, Lea y Prune. Así se llaman las tres niñas, de entre 5 y 7 años, que protagonizan un reportaje de moda publicado en el número de enero de Vogue Francia, de dudoso gusto y detrás del cual está el genial Tom Ford. Un reportaje cuyas fotos se han reproducido hasta la saciedad.
Ford, diseñador de prestigio internacional, el mago que resucitó a la casa Gucci, injustamente encasillado como el padre del "porno chic"; el creador por cuyos vestidos deliraban años atrás las celebrities para la red carpet; el cineasta primerizo capaz de hilar un film tan interesante como "A single man", ofrece, como editor invitado en el penúltimo número del Vogue francés, una mirada transgresora en una polémica producción de moda, denostada por unos y alabada por otrosLas fotos de las niñas como si fueran tres modelos de primera fila, pintadas con exceso y vestidas de forma sexy, en poses sensuales, llevando vertiginosos zapatos de tacón e insinuantes vestidos, son un "regalo ideal para los pedófilos", según algunos. Para otros se trata de un reportaje artístico y provocador, que le ha costado el puesto, dicen, a la directora de la publicación, Carine Roitfeld.Creo que la jugada le ha salido redonda a un Tom Ford iconoclasta y de vuelta de muchas cosas en el mundo de la moda (su salida de Gucci no fue un camino de rosas, o en todo caso se las vio con rosas rebosantes de espinas).No puedo alabarle el gusto en las fotografías de las tres pequeñas, por el aura de erotismo que las rodea, algo para mi impropio de la infancia y que la enturbia sin remisión. Amén de que las niñas no llegan ni a Lolitas, porque la protagonista del libro de Nabokov comenzaba en eso de los juegos de seducción con 12 años y las infantas de las imágenes no son ni pre-púberes. Sea como fuere las instantáneas han inundado Internet, las páginas de periódicos, la prensa digital, los blogs de moda...Y sin embargo, aplaudo otras fotografías, menos divulgadas y hasta casi olvidadas, que Tom Ford realizó para el mismo número de la revista. En ellas un hombre y una mujer, cuyos nombres no han trascendido y que sin duda hace ya tiempo atravesaron la barrera de los 60, peinan canas y lucen arrugas ajenas al bótox. Y además, se besan con pasión, se abrazan con deseo y se acarician con lascivia. Sin duda, el deseo no ha de tener fecha de caducidad, la arruga también es bella, y en eso el Sr. Ford y yo sí estamos de acuerdo.