1. LA MALA REPUTACIÓN DE LA FILOSOFÍA NACIONAL EN EL EXTRANJERO
España pertenece, por muchas razones, a la categoría de pueblo cosmohistórico, aunque la difusión de su pensamiento filosófico en el mundo ha sido inferior a la influencia que ha ejercido en otros aspectos ha ejercido en el extranjero. No sólo se trata de su hegemonía política y militar que en determinados momentos haya mostrado, sino también una irradiación en cuanto a nuestra literatura, nuestra cultura, y nuestro arte en general, despertando el interés más allá de sus fronteras.
Por otra parte, el interés de los círculos cultos del extranjero por la filosofía nacional ha sido escaso o nulo para largos periodos de nuestra historia, debido al geocentrismo de unas naciones que siempre han presumido liderar la cultura filosófica universal: Alemania, Francia y, desde el fin de la II Guerra Mundial, Estados Unidos. Autores alemanes, franceses y angloamericanos se citan entre mutuamente, pero raramente a españoles, o incluso hispanoamericanos.
Una de las leyendas negras atribuidas erróneamente a España es el hecho de considerar que el hombre hispano carece de atributos filosóficos. Un hombre tan afín a nuestra cultura como Albert Camus, llegó a decir que este era un país inepto para la filosofía. En la voluminosa Historia de la Filosofía que el preceptor alemán Hegel escribió en la segunda mitad del siglo XIX sólo incluyó a Ramón Llull y dándole una importancia secundaria.
En The Enciclopedy of philosophy, Neil McInnes escribió en 1967 un amplio Spanish philosophy, en cual afirmaba que nuestro pueblo sufría una perene oposición a filosofar, una permanente aversión a la filosofía.
Josef Soder, en cambio, en su Franz Suárez und sein Werk, escribió que el Siglo de Oro español “había pasado a la historia por su alto y extraordinario número de grandes eruditos”.
El motivo de esta breve historia del pensamiento español es la exposición de lo que España ha aportado mediante la difusión de sus ideas al pensamiento universal, atribuyéndole el mérito que merece y que allende nuestras fronteras no supieron valorar. En definitiva, sacar del olvido y redescubrir los valores y los ideales del pensamiento español.
BIBLIOTECA NACIONAL DE MADRID
2. LA PONDERADA VALORACIÓN DE LA FILOSOFÍA NACIONAL EN ESPAÑA
En 1876 Gumersindo de Azcárate relacionó el desarrollo de la ciencia al amparo que el Estado prestase a su libertad, y en 1782 Nicolás Masson de Morvillierhabía reconocido progreso científico en ocho países europeos, negándolo a la España posterior a 1182. Polémica de la que se hizo cargo Menéndez Pelayo, y en la que intervino Manuel de la Revilla, también en 1876, afirmando que en España sólo habían sido filósofos algunos escolásticos. Todos confunden ciencia y filosofía, pero la verdad es que España ha sido más patria de literatos que de filósofos, e incluso científicos; pues nuestros grandes científicos del siglo XX se formaron casi todos en universidades de los Estados Unidos.
Menéndez Pelayo ensalza con razón el lulismo, vivismo y suarismo, pero el lulismo es Ramón Llull, el vivismo Luis Vives, y el suarismo Francisco Suárez. Tres filósofos españoles de fama europea, que vuelven a confirmar que en España ha existido filosofía, pero sin muchos filósofos.
Nicolás Salmerón no reconoció validez al término filosofía española, por nuestros escasos filósofos, que es lo que afirmó después Alejandro Pidal y Mon, aunque volviendo a exceptuar la escolástica. Jaime Balmes se lamentó de que en España se hayan “descuidado mucho los estudios filosóficos”.
Laín Entralgo, en La polémica de la ciencia española (1962), acierta al alabar la España del siglo XVI, pero no aporta nada a la polémica a que nos referimos.
Menéndez y Pelayo defendió siempre que la filosofía española es similar a la italiana y la francesa, pero no acertó ni al compararnos con Italia; con lo que tuvo razón Unamuno, al afirmar que Menéndez Pelayo llama filósofos a comentadores y expositores de filosofías ajenas, y estudiosos o eruditos de la filosofía. El propio Menéndez Pelayo reconoce que sólo hemos tenido figuras secundarias, y Guillermo Fraileexagera también la importancia de nuestros filósofos. Manuel de la Revilla escribe en 1876, y por tanto es cierta su afirmación de que hasta entonces España no había aportado nada de importancia a la historia científica humana. Menéndez Pelayo no tiene pues razón al ensalzar el talento de los autores secundarios, ni al decir que el genio lo da Dios, lo que equivale a afirmar que no hemos tenido grandes filósofos porque el Dios católico no lo ha querido. Tiene pues más razón Federico Schlegelque declaraba que España no cuenta con ningún gran filósofo, que Gumersindo Laverde reconociendo que en las bibliotecas españolas yacen los más grandes monumentos del pensamiento.
Desde luego no es lo mismo la filosofía que las ideas, porque las ideas son también políticas, literarias o estéticas. A partir de Augusto Comte la filosofía se ha convertido en teoría de la ciencia, lo que ha supuesto el abandono de la metafísica, y una gran crisis filosófica, porque ya no se concibe la filosofía como se concibió hasta el siglo XVIII. No hay que confundir la ontología con la literatura, la genialidad con la locura, por cuanto genialidad es clarividencia mental y, por tanto, ausencia de estado patológico; lo que no equivale a negar que algunos genios filosóficos, Nietzsche por ejemplo, hayan sido filósofos cerebralmente enfermos. El filósofo ha sido siempre más solitario que soberbio, pero siempre ha estado inmerso en su cultura nacional.
FUSILAMIENTOS DE TORRIJOS Y SUS COMPAÑEROS EN LAS PLAYAS DE MÁLAGA(1888), POR ANTONIO GISBERT
3. EL PENSAMIENTO Y EL ESCENARIO GEO-ESTRATÉGICO DE PODER
El pensamiento de los pueblos es juzgado por la posición económico-política que ocupan sus respectivos países. Por ello, los pueblos hegemónicos acaparan el interés de los demás pueblos de escasa relevancia, no sólo por su poder político, económico y tecnológico, sino también por su producción intelectual. Un claro ejemplo en las últimas décadas son los Estados Unidos de América, a pesar de que su filosofía sea un producto derivado de la europea y de la aportación de sus intelectuales judíos, y agraciado por el ascenso del inglés como lengua franca internacional.
España tuvo su época hegemónica en los siglos XVI y XVII, ejercido una influencia cultural en los demás países europeos que, iniciaron un movimiento de aversión contra la Monarquía hispánica. Dos fueron los motivos de este odio hacia la primera potencia europea:1- el designio imperialista de la Monarquía hispánica basado en su fuerza militar.2- el advenimiento del ProtestantismoLa Monarquía española se convertía en la defensora de la unidad católica y, por tanto, en enemiga de Lutero y de Calvino. Sus discípulos se dedicaron a combatir encarnizadamente no sólo la política belicista de Carlos I, Felipe II y demás Habsburgos, sino también todo lo que estuviera relacionado con nuestro país. Pero, la ofensiva protestante además de tener motivos de carácter religioso, estuvo también fomentada por el afán de poder y la codicia geopolítica. Pero no sólo los países nórdicos alentaron esta cruzada anti-española, la católica Francia también la apoyó. Por cierto, un país enemigo habitual, que en nombre de la Ilustración también se dedicó a menospreciar a España. El Protestantismo además de una insurrección religiosa terminó convirtiéndose en un pretexto ideológico de príncipes alemanes, ingleses y holandeses para apoderarse de los bienes de la Iglesia católica y para controlar las conciencias de sus súbditos en ausencia de la influencia del Papa.
Cuando en el Siglo de Oro el pensamiento español alcanzó su máxima madurez, en los países nórdicos se estaban gestando las bases ideológicas de sus burguesías propias del advenimiento de la Modernidad, desde el Nominalismo y el Liberalismo al Mercantilismo y el Nacionalismo. Estas doctrinas ideológicas terminarían por imponerse ante la caída del proyecto imperial de los Austrias y la consecuente desmoralización de nuestras clases pensantes, época conocida como la Decadencia.
PRONUNCIAMIENTO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1812, POR SALVADOR VINIEGRA
4. EL PENSAMIENTO Y EL CONTEXTO INTERNO SOCIOCULTURAL
Las condiciones políticas establecidas a menudo en España han dificultado en alto grado el desarrollo tanto cultural como filosófico de sus gentes, sometidas a la censura del Estado o de la Iglesia. Pero la censura o la quema de libros llegó a ser una constante histórica hasta en países pioneros en libertades como Francia e Inglaterra, por eso no existe una relación directa entre libertad de pensamiento y producción intelectual. En España eran los mismos monarcas quienes pedían consejo a los teólogos sobre determinados temas, cuyas respuestas no eran siempre agraciadas para la Corona; así lo escribió Bernice Hamilton en su libro Political Thought in Sixteenth-Century-Spain: “expresaban libremente su opinión sobre la conducta y las pretensiones de los Papas y sus seguidores”. Pero está claro que 340 años de Inquisición ejercieron una mala influencia en las minorías pensantes de España.
La filosofía de una nación no solo un producto exclusivo de la genialidad de sus autores, sino que es el resultado de la influencia que ha ejercido en ellos factores como la historia, el entorno sociológico, el paisaje o el clima. Uno de esas características históricas fue su continua conflictividad frente a enemigos exteriores y el consecuente trauma para la vida pública. Por razones ajenas, España siempre estuvo obligada desde los comienzos de su historia a convertirse en un pueblo de soldados, una tradición que empezó como una necesidad de defenderse de invasiones exteriores y que se convirtió en una profesión militar a partir del imperialismo de los Austrias. Esta desviación conllevó a decadencia militar con un cierto paralelismo en la literatura y tareas intelectuales durante el siglo de la Decadencia.
A pesar de las muchas circunstancias adversas a las que ha tenido que enfrentarse nuestros intelectuales, España siempre ha aportado cultura y arte universales, logrado resultados tan fecundos y elevados como los de otras naciones que presumen de monopolizar la creación intelectual.
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA:SEDE DE LA ESCUELA TEOLÓGICA Y ECONÓMICA DE SALAMANCA
5. LA HETEROGENEIDAD DEL PENSAMIENTO FILOSÓFICO NACIONAL
El pensamiento de un pueblo no tiene que exponerse necesariamente en forma de filosofía formal y académica, sino que puede encontrar otros medios de expresión como la Literatura o el Arte popular. Este ha sido el caso de España, como demostró María Zambrano en su obra Pensamiento y poesía en la vida española, o como escribió Miguel de Unamuno en obra Del sentimiento trágico de la vida: “pues abrigo cada vez la convicción de que nuestra filosofía, la filosofía española, está líquida y difusa en nuestra literatura, en nuestra acción, en nuestra mística, sobre todo, y no en sistemas filosóficos”.
La literatura española tiene un fondo claramente filosófico, desde las coplas de Jorge Manrique y los poemas de Miguel de Unamuno hasta el Quijote de Miguel de Cervantes. José Ortega y Gasset, Angel Gavinet y Miguel de Unamuno escribieron mucha prensa diaria, Séneca compuso nueve tragedias escénicas, pero no por ello dejaron de ser filósofos de altísima categoría.
El concepto de Filosofía ha variado continuamente durante toda su historia dependiendo de las tendencias dirigidas por la crítica y la industria de la cultura dominantes en cada respectiva época, desde la metafísica griega hasta el postmodernismo de las últimas décadas. Y de la misma manera que existen sistemas de pensamiento cerrados, han existido corrientes ideológicas que niegan la legitimidad de otros sistemas de ideas. La experiencia histórica demuestra que si la Filosofía pudiera ser fiel a su origen y significado etimológico de la palabra, entonces se alejaría bastante de encontrar un sentido a la vida del hombre como ser y buscar soluciones a los problemas reales del hombre.
La filosofía española no ha estado exenta de deformaciones, pero en general ha sido más concreta y cercana a la realidad que la de otros países. La filosofía alemana se dedicó a la Especulación abstracta, la inglesa a la reduccionismo simplista del Empirismo, y la francesa al Racionalismo. En cambio, como explica E. Allison Peers en su libro The Mystics of Spain: “Los españoles han tendido siempre a huir de las abstracciones y sutilezas y a concentrase en lo concreto y sustancial”. Si la filosofía nacional no ha sido lo suficientemente valorada en el extranjero es porque no se ajusta a las reglas formales establecidas allende nuestras fronteras. Y que la filosofía española no ha sido nunca superior o inferior a la de otros países, sino simplemente distinta.
Cada comunidad nacional ha establecido su propio patrón de Filosofía: el logocentrismo griego, el profetismo judío, el cartesianismo francés, el idealismo alemán, el Empirismo inglés, el Pragmatismo norteamericano. España también buscó la verdad por caminos propios. El pensamiento teórico de cada pueblo es el reflejo de lo que Voltaire llamaba “el espíritu de las naciones” y Herder “el espíritu de los pueblos”. Ateniéndose a estén principio, así lo han hecho las grandes intelectualidades nacionales, y cuando no fue así fue para imitar modelos ajenos.
Pero todos los sistemas de ideas se enriquecen en mayor o menor medida de aportaciones procedentes de otras naciones, y son siempre una síntesis de la fusión de diversas culturas. La filosofía española también ha asumido elementos de otros ámbitos culturales, religiosos e ideológicos.
Por último, sería un grave error juzgar el valor concreto de una filosofía nacional teniendo en cuenta tan solo su volumen de producción. Esto sería dar pábulo a la ideología burguesa del cálculo, gestada en los países protestantes del norte, y no en la península Ibérica, motivada por factores inmateriales y trascendentales. En España, no tendría mucho sentido tomar como modelos de referencia a filosofías que han perdido el sentido utilitario como la voluntad de poder de Hobbes, el panteísmo de Estado de Hegel, la absolutización del yo de Fichte, el hedonismo de Bentham o el culto a la muerte de Novalis y de Heidegger, sin tener en cuenta la anti-filosofía de Derrida, Lyotard, Deleuze, Vattimo y demás figuras del postmodernismo.
La filosofía española se distingue por su gran variedad, pero su rasgo central ha sido el sentido de la trascendencia, cuya versión más alta y pura fue desarrollada por los grandes místicos, nunca igualada por ningún otro país occidental. Ahora bien, esta vocación trascendente, lejos de ser el único rasgo, ha estado siempre acompañada del realismo que también caracteriza nuestra producción tanto literaria y artística como filosófica. Ambos modos de pensar y sentir la existencia corresponden a la dialéctica entre sueño y decepción que siempre ha caracterizado al hombre hispano y a nuestro proceso histórico en general.
Si nuestra comunidad nacional ha podido crear una tradición humanista, que constituye uno de los rasgos distintivos de nuestra historia, es porque España posee una cultura filosófica. Eso explica la admiración que tantos extranjeros ilustres han sentido desde tiempos remotos por nuestra manera de ser y de pensar. Un ejemplo es el inglés Gerald Brenan, quien escribió en su obra El laberinto español: “España es el pueblo más humano de Europa”.
JURAMENTO DE LAS CORTES DE CÁDIZ EN 1810, POR JUAN CASADO DEL ALISAL
6. LA SOCIOLOGÍA Y EL PENSAMIENTO
La sociología del conocimiento ha transformado la historia de la filosofía en historia de las ideas, obligando al historiador de las ideas a ser también sociólogo. La desorientación de la sociedad actual y la crisis histórica por la que hemos atravesado exigen una preocupación sociológica que no se daba en otras épocas, pero en realidad sociología y filosofía son disciplinas independientes, unificadas o emparentadas por error de los sociólogos contemporáneos, con la buena intención de construir un mundo mejor.
Desde el punto de vista de la historia de las ideas, la filosofía es conciencia de determinados grupos, épocas u hombres, que tienen una especial significación en la historia intelectual de la humanidad; momento de conciencia intelectual que adquieren determinadas culturas, grupos, clases sociales o individuos. Como dijo Jean-Paul Sartre, una filosofía se constituye para dar expresión al movimiento general de la sociedad.
La Historia de las Ideas es así una concepción pluralista del devenir cultural de la especie humana, que justifica que podamos hablar de filosofía española, porque no se trata de ver si nuestra historia filosófica ha aportado algo definitivo a la filosofía, sino estudio crítico de los momentos de máxima conciencia del pueblo español, que han sido siempre más históricos que filosóficos.
Ya Menéndez Pidal, en 1959, insistió en que la historia española ha sido vaivén entre etapas de aislamiento y de comunicación. Los de aislamiento períodos de exclusivismo, estancamiento, intransigencia y cerrazón, para conservar nuestra tradición y no contaminar nuestros valores; los de comunicación afán innovador, actitud tolerante, deseo de apertura a tendencias culturales foráneas, a modas europeas, con deseo de viajar, salir fuera, imitar lo foráneo, anhelo de cambio y dinamismo: etapas de europeísmo y de intercambio con otras culturas, o que acaba produciendo cierta aceleración histórica.
La tendencia al aislamiento se basa en la sobriedad hispana, mientras la tendencia a la comunicación tendría su base en el impulso a la exageración, en la vehementia cordis de la que ya habló Plinio. Y este contraste ha sido varias veces simultáneo, con españoles propendiendo al aislamiento, y otros considerando necesaria la comunicación intelectual con otros pueblos. Las etapas de aislamiento han sido largas, y las de comunicación cortas; apatía e inmovilismo habitual, seguido por cortos períodos de actividad revolucionaria, ya que revolución significa cambio. Aislamiento en los tiempos de nuestro subdesarrollo, comunicación en los de nuestro desarrollo, por lo que el contacto con el exterior ha sido favorable a España, si exceptuamos el tradicional catolicismo español.
Nos hemos considerado unas veces inferiores a otros pueblos, y evidentemente lo fuimos en desarrollo económico; y nos hemos creído pueblo elegido en otras, por orgullo religioso.
Ya en la antigüedad fuimos más partidarios de Escipión (Roma), que de Aníbal (Cartago). Nos constituimos Estado con los Reyes Católicos, pero la palabra español existió desde el siglo XII, por provenzalismo importado. Nuestra historia nacional comenzó pues en el siglo XV, y ha sido casi siempre historia religiosa, católica. En 1480 se promulgó la pragmática que liberaba de tributos la importación de libros, y en 1502 se exigió licencia gubernativa para vender o imprimir libros. Con Carlos V nos abrimos a Europa, y con Felipe II nos aislamos.
Con la Guerra de Sucesión, en el siglo XVIII, nos afrancesamos, y con Jovellanos, Olavide o Cabarrús, en los reinados de Carlos III y IV, nos abrimos a Europa, especialmente a Italia. Ilustrados o tradicionalistas fueron nuestros dirigentes desde Fernando VI, aunque la ilustración terminara con Carlos IV, y después fuese lucha de liberales y tradicionalistas.
La historia contemporánea española ha sido pues sucesión de cortos períodos revolucionarios y largos períodos conservadores. Izquierdas y derechas españolas han buscado fuentes de renovación en el extranjero, aunque lo hayan hecho más las izquierdas. Filósofos, jansenistas y masones ensalzaron la Revolución Francesa, mientras los reaccionarios la denigraban. Y todos nuestros tradicionalistas (Donoso Cortés, Vázquez de Mella, Maeztu, Ledesma Ramos, etc.) se inspiraron en pensadores europeos.
Por regla general nuestros tradicionalistas han rechazado la innovación, y nuestros innovadores se han renovado en corrientes extranjeras, pudiéndose hablar de decadencia cultural española a partir del siglo XVI, cuando nos opusimos a la Reforma y al libre examen, aunque de vez en cuando hemos contado con regeneracionistas como Joaquín Costa y Macías Picavea, Giner de los Ríos después, y por supuesto Unamuno, Ortega y Gasset y Ganivet. Teniendo también razón Azorín, Maura y Ortega y Gasset, al afirmar que no puede decaer lo que no ha gozado de altura. España subordinó sus intereses políticos, militares y económicos a los religiosos durante los siglos XVI y XVII, pero comenzó a crecer en la década 1960-1970.
Hoy vivimos en un ambiente secularizado, en el que la religión apenas tiene importancia social. Pero históricamente la religión ha tenido importancia en el desarrollo de los países europeos, especialmente a partir de las Reformas protestantes, porque las Iglesias controlan y moldean las vidas de sus miembros. No ha sido igual la vida de un católico o un calvinista, y esta diferencia se mostró en el desarrollo del capitalismo, e incluso en la elección de profesión, por cuanto el protestantismo elogió la riqueza, procurando que no fuese perjudicial: lo que supuso crecimiento capitalista y desarrollo industrial. El catolicismo medieval toleró la mendicidad, que prohibió Calvino. Entre los calvinistas la riqueza fue síntoma de elección divina, mientras entre los católicos fue la pobreza.
El protestantismo ha sido pues causa de desarrollo económico, y el catolicismo permitió más el inmovilismo social. El calvinismo pidió uso práctico y generoso de la riqueza, y supo reinvertir el ahorro en progreso, a la vez que formó una rigurosa ascesis moral. Incluso en los países católicos surgió una cultura gastronómica que no existió en los anglosajones. El Carnaval fue católico, y también la fiesta religiosa. El protestantismo propició más la libertad intelectual, y el desarrollo de la ciencia.
El protestantismo hace depender la relación del individuo con la Iglesia de la relación del individuo con Cristo, mientras el catolicismo lo liga a la Iglesia. Los anglosajones siempre han manifestado cierto grado de superioridad, que se hizo patente en la colonización inglesa de América. El protestantismo fue más comunitario que individual, mientras el catolicismo fue lo contrario.
La religión anglosajona del éxito social e histórico lleva a valorar al ser humano por su posición social y su capacidad económica, por lo que en filosofía produjo objetivismo, positivismo, empirismo, pragmatismo, utilitarismo e idealismo: mientras el catolicismo valora más al ser humano por lo que es que por lo que tiene, por lo que produjo eticismo, vitalismo, existencialismo e idealismo moral.
En el catolicismo predomina la filosofía como negación del éxito, y por eso produjimos el erasmismo, la doctrina antropológica y teológico-jurídica de la colonización americana, la teoría del Estado de la Contrarreforma, el ideal del príncipe cristiano, los vitalismos de Unamuno y Ortega y Gasset, el krausismo, el liberalismo, la crítica de la sociedad de consumo, etc.
ANTONIO MACHADO, GREGORIO MARAÑÓN,JOSÉ ORTEGA Y GASSET Y RAMÓN PÉREZ DE AYALA
7. LOS FACTORES INFLUYENTES EN LA PRODUCCIÓN DE LA FILOSOFÍA NACIONAL
Antropologíafue el estudio de los pueblos primitivos. Sí ha habido y hay culturas superiores e inferiores, y el ser humano, por serlo, no es culto, pues la cultura se adquiere con experimentación y estudio.
Culturano es pues adaptación al medio ambiente, y desde luego cultura no es exactamente igual a conocimiento, porque la cultura es más amplia.
Antropología cultural es así el estudio y análisis de una cultura determinada en relación con los seres humanos que la viven; sociología del conocimiento puede ser el estudio de los factores extraintelectuales que están en la base del conocimiento, y actúan en su formación, y podemos aceptar que sus áreas de estudio sean las relaciones entre pensamiento y sociedad, y las formas y manifestaciones que esas relaciones han tenido en la historia.
Microsociología puede ser estudio de los factores profesionales y organizativos, y macrosociología de la sociedad en general.
Factores intrínsecos pueden ser los que explican las ideas y sus valores, y extrínsecoslos que las comparan con otros factores humanos.
Determinismo geográfico es explicar al ser humano por su ambiente tecnológico Y explicarlo por los instrumentos de trabajo que usa:
- corporal por condicionamientos cerebrales;
- hórmica considerar los pensamientos resultados de deseos e impulsos naturales;
- sinferóntica expresar el determinismo de los intereses por intereses prácticos;
- coinónico-monogenética dar importancia a factores sociales enfatizando la interacción social como un sistema total;
- coinónico-holística dar más importancia a un factor determinado, y teoría idealista considerar todo fenómeno cultural emanación de alguna actitud mental básica.