CARADURAS POR CATALUÑATras las elecciones al parlamento de Cataluña volvemos cosechar caraduras. Uno de allí y otros de aquí, sobresale especialmente Mas. ¿Alguien puede confiar en personajes como el valido de Pujol para nada serio, cuando sus propios lo han puesto de cuarto vergonzoso en la lista? Anda la misma senda que Rajoy, el preferido de Aznar. Les une al Presidente y al President la vieja máxima maoísta —¿quién lo iba a decir en dos burgueses irredentos?— de ir de derrota en derrota hasta la victoria final. Solo que en su caso tal victoria es más sueño que posibilidad.Insensatos manifiestos Desde que Mas inició su deriva independentista ha ido perdiendo apoyos en las urnas hasta dejar a su partido en precario. Ahora depende de Ezquerra y de los extremistas antisistema de la CUP. Resulta patético que la organización creada por el clarividente Pujol para aglutinar al conservadurismo catalán, por muy golfo que resultara ser, se haya abrazado en su locura rupturista a sus antípodas ideológicas. Rajoy, por su parte, desde que abandonó a sus votantes naturales con la estafa postelectoral más flagrante conocida en nuestra democracia; lleva cinco elecciones seguidas perdiendo votos. El “hostión” municipal y autonómico de doña Rita de Valencia, se ha visto reconfirmado en las catalanas. La ciudadanía no cree en su recurrida recuperación económica porque ni a sus bolsillos ni a sus expectativas llega; solo es cierta en parte para la banca y algunas grandes empresas. Lo que sí sabe es que con sus políticas ha llevado a España al mayor endeudamiento conocido; lo pagaremos durante generaciones. Y, también, que las corruptelas son el pendón más cierto de un PP a la deriva. Tampoco quiere enterarse de que, con él al frente, su partido no tiene nada que ganar. El apoyo mayoritario en las generales de 2011 se pierde sin solución por el desagüe de su inadecuada incompetencia. Y lo peor será que esa realidad, reiterada desde aquí, conducirá al PP a las sentinas de la España representativa. Con él de candidato en las próximas elecciones generales, los populares ocuparán el banquillo de la oposición para tiempo. Y no solo a ese; la corrupción les pasará una factura a la que se resisten con todo tipo de argucias legales.Lo más lamentable será, además, que en su caída arrastrarán a una pléyade de jóvenes políticos que ahora han echado por delante —Casado y compañía—, en lugar de haber dar un paso atrás los de la vieja guardia, dándoles la oportunidad de liderar la regeneración de su partido y ayudar a la de España. Esa idea que abandera quien lleva un camino diametralmente opuesto al de Rajoy y su PP: Rivera y Ciudadanos.Ingobernabilidad y riesgosEstas elecciones dejan un Parlament ingobernable, salvo que en aras a una imposible independencia — de este modo— , los conservadores de Convergencia y los republicanos de Ezquerra entreguen armas y bagajes a los minoritarios y extremistas de izquierdas de la CUP. En cualquier caso, mal asunto para ellos, para Cataluña y para España, porque la otra posibilidad sería que los antieuropeos y antisistema renuncien a sus proclamas y las quemen en la misma pira secesionista. Muchos sapos para tragar en tan poco tiempo. Lo normal será que se convoquen nuevas elecciones. Hay un hecho en nuestra historia reciente que deberían tener en cuenta. Aunque pueda parecer tan exagerado como lejano en el tiempo, a tenor de la radicalidad que se viene observando en Cataluña y de la clara división en dos grandes mitades de la ciudadanía, propiciada por la demencia egoísta de unos cuantos dirigentes; sería bueno que recordaran que durante la guerra civil que sumió a España en el salvajismo de los bandos enfrentados entonces —de todos, sin excepción—, los catalanes sufrieron en sus carnes la mayor y más diversa represión que hubo en aquel incivil enfrentamiento: religiosos, empresarios, burgueses y conservadores, por una lado, y comunistas troskistas del POUM, libertarios y anarquistas de la FAI y de la CNT— en una guerra civil catalana dentro de la Guerra Civil española— por otro, fueron masacrados con una crueldad tremenda, antes de Franco, por sus contrarios ideológicos. Los caraduras activos y pasivos de cualquier signo deberían valorar las consecuencias de su poca vergüenza política, y dejar que llegue la hora de quienes puedan aportar sensatez y serenidad a la situación que han engendrado. Nadie es insustituible en esas cuestiones. La criba de la vergüenzaPor mucho que Mas y su socio coyuntural Junqueras, apoyados por la AC, Ómniun, Guardiola y deportistas de postín, digan lo contrario, han obtenido menos votos que en las pasadas elecciones, tras votar quinientas mil catalanes más que en 2012. Esgrimir la escisión de la Unió Democrática de Durán como causa, solo señalaría los cien mil votos cosechados por estos, cuando ellos solitos y revueltos han perdido el doble.De la caradura se han apeado al propio Durán, que ha puesto su cargo a disposición; Pablo Iglesias, que ha reconocido su fracaso catalán; y Albiol, quien reconoce el batacazo del PP que él ha liderado en Cataluña, junto al inusual callejero Rajoy y a sus ministros “lenguaraces”, Margallo sobre todo.Los demás asoman su jeta hormigonada, salvo el de verdad triunfador Rivera, con Arrimadas de exitoso ariete, para intentar eso tan hermoso de regenerar España desde Cataluña. Empeño regenerador que tanto nos ilusiona a tantos.