Revista Cine
No he visto toda la filmografía de Trapero como para aducir que Carancho es fiel a su estilo o no. De lo que he visto prefiero quedarme con las narrativas de Leonera o El Bonaerense, donde su representación de la realidad, que después de todo es lo que más se resalta de sus historias, son abordadas de forma más madura para mi gusto. Viendo Carancho sentí que esta vuelta Trapero denunciaba a los gritos y tortazos que en Argentina hay cosas sucias en relación a los accidentes de tránsito pero su forma casi locuaz de mostrarla directamente me hizo sentir subestimada, como si me metiera en el grupo de gente adicta a policías en acción y que no puede entender más que con piñas, patadas, sangre y más tortazos que la sociedad argentina-como muchas otras- puede ser realmente violenta, corrupta y mafiosa. Y con esto no critico que la película sea violenta, que lo es, sino que pareciera el único recurso para contar una historia que realmente podría haber dado mucho más de sí si no se focalizara en el estereotipo andante- y hasta diría ignorante- de ciertos ambientes. He trabajado durante 12 años en hospitales, clínicas y consultorios varios, privados y estatales, y si bien es cierto que las guardias son muchas veces caóticas y los recursos son escasos, estoy un poco arta de ciertos mensajes que terminan dando a entender que la realidad es unívoca. Es que a fin de cuentas este film es puro ruido, pura camilla va y viene, puro accidentado sangrante y puro médico corriendo desesperado mientras en paralelo hay abogados mafiosos que se aprovechan de los más pobres y desprevenidos para sacar provecho pero a la vez también, ¡hay que mostrarlo!, se pegan, se amenazan, se tirotean. Y entre todo ese ruido mezcla de ER y policías en acción como espectadora todavía estoy esperando saber y entrever qué me quiere contar el director, quien junto a otros tres también ha escrito el guión.
Es que uno se termina fastidiando de tantas escenas de golpes: le pegan a Sosa (Darín), mucho, todo el tiempo, le pega el chofer de ambulancia al accidentado abusivo, le pegan a la doctora, se muelen a palos dos encamillados que tan mal no estaban si se pueden dar tanta salsa. Y todo adornado con incontables jeringas, mazasos y más trompadas. Carancho es eso, no tiene diálogos inteligentes, no hacen falta para tanto impacto brutal que lo dice todo, lo dice en demasía y eso es lo que hastía y me hace sentir infravalorada. Si la peli siguiera la corriente actual del 3D habría que verla no solo con anteojos sino también con casco. Carancho no da pie a la tensión del qué vendrá, no da aires de claustrofobia y desesperación como en otros films de Trapero porque todo está ya canalizado, procesado y elocuentemente digerido desde los personajes.
Vemos a una Martina Gusman sosa junto a un Ricardo Darín que hace lo que puede con un personaje al límite pero con el que no pude llegar a identificar y el final, realmente es patético, infumable, todo un chiste infructuoso y nefasto. Un final de esos que dan ganas de pararse pero no para aplaudir sino para terminar, como termina todo en esta historia, dándole trompadas a la pantalla.
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