Otro día caminando entre templos en ruinas. Nos despertamos a las 4 de la mañana para ver el famoso amanecer (que es bonito, pero no es para tanto). Es más divertido el espectáculo de turistas sentados en sillitas de plástico a los que por tomarse un café les prestan la silla gratis, muy buen negocio.
Hoy los niños estaban por todas partes, y sus caras decían "fotografíame", y no he podido decir que no.
Creo que esta es la última entrada sobre Angkor, porque me voy mañana por la noche hacia Bangkok. Me da pena dejar este país sin haber visto más que lo que vé todo el mundo, pero tiempo es tiempo, y creo que merece un regreso y una husmeada mucho mayor en un futuro, así que ahí te quedas Camboya, guardadita en mi caja de los tesoros para que te pueda redescubrir. Espero, sea pronto.
Y termino con la imagen curiosa del día, hasta los monjes necesitan su cigarrito para relajarse...