Reconozco que, en este tema, estoy dividida.
Bueno, posiblemente «dividida» no sea la palabra exacta, pero ya me explicaré más adelante, porque la cosa da para mucho.
Lo que no se puede negar es que las caras famosas en la literatura romántica están de moda. Cada vez, más. Y por eso, este post se va a llenar de tíos buenorros (síp, cierto, también podría insertar imágenes de chicas… Mmmmm… ¿algún interesad@? ¿Allí, al fondo? ¿No? Vaaaale).
Cuando yo empecé a leer Romántica, allá por el Pleistoceno (y mirad que no digo en el Ordovícico o el Cámbrico; ni siquiera el Jurásico: el Pleistoceno. Soy jovencita :) ), la única referencia visual, más allá de la que tu mente proyectaba gracias a las descripciones de la novela, era la imagen de la portada que, en ocasiones, ni siquiera reflejaba a los protagonistas. Muchos recordarán a Fabio Lanzoni, uno de los más famosos —si no el que más— modelos de portada de novela romántica, de quien me guardaré la opinión; aunque yo nunca fui demasiado de histórica y, en la rama contemporánea, lo que abundaban eran modelos menos conocidos con rostros adustos y barba de dos días.
Pero, básicamente, lo que tenían en común —y que les diferenciaba de esta moda de la que hablo— son dos cosas: eran prácticamente desconocidos, y por tanto, un personaje de un libro no era igual que otro personaje de otro libro; y, probablemente, cobrarían por sus derechos de imagen.
Señoritas de mentes sucias, ¡dejad de utilizarme!Vamos a lo que vamos.
Lo que a mí me tenía dividida es… sí. Ese afán por ponerle una cara, un aspecto exacto a los personajes de las novelas. Yo soy muy peculiar, lo reconozco: hay novelas como Tras las puertas, de Shannon McKenna, que figura entre mis favoritas, cuyo protagonista tomó forma en mi cabeza la primera vez que la leí. Seth Mackey se parecía horrores a Stephen Dorff en Blade (no-me-preguntéis-por-qué).
Curioso, ¿verdad? Sobre todo, porque en posteriores lecturas me di cuenta de que Seth era moreno y de ojos negros. No me acuséis de comprensión lectora limitada; simplemente es que a veces… se me va. Y no os cuento más, porque no me gustaría chafaros ninguna lectura —ya sabéis cómo se las juega la mente—, pero básicamente diré que he cortado melenas y afeitado bigotes a mansalva.
Es un buen ejercicio, esto de leer e imaginar cómo son las cosas que nos están contando. Siempre me ha parecido mágico, porque mi imagen mental del prota nunca será como la tuya, aunque ambos hayamos leído el mismo libro con exactamente la misma descripción. Es saludable para la mente.
Quizá nos estamos volviendo sedentarios también con nuestra imaginación.
Algunos están buenos hasta cuando hacen los idiotas.La cuestión es que, como digo, estoy dividida. No me gusta que me lo den mascado. No me gusta, a priori, saber cómo es un personaje literario. Disfruto haciéndome mi imagen mental mientras leo. Me lo hago como quiero (aquí intervendrían varios procesos mentales que no vienen al caso, como que tendemos a idealizar hasta a los villanos).
Sin embargo, y para poner peso en la otra parte de la balanza, diré que, cierto, también me produce una curiosidad enorme saber cómo es la imagen que tiene de un personaje el resto de gente. Sobre todo, la imagen del creador, el escritor que lo ha parido. Es interesante comparar. Divertido, incluso. Hace que hagas amigos, jaja.
Pero claro, esto que estoy diciendo es subjetivísimo. Es decir, a mí no me importa conocer esa imagen a posteriori; incluso es algo que busco por curiosidad, aunque luego siempre es extremadamente difícil encontrar un modelo que se ajuste a lo que tú has imaginado: por muy perfecto que sea alguno que encuentres, en tu cabeza siempre tendrá las cejas un poco más rectas, o la cicatriz de la cara algo más grande, o los ojos más rasgados aún.
Nunca coincidirá exactamente con la tuya… a no ser que… se le haya puesto cara en la promoción o en la portada. En ese caso, [casi] todo el mundo se imaginará a ese personaje igual.
Pero volvamos al camino principal, antes de perderme [y perderos a vosotros conmigo] por los sinuosos y sombríos senderos de mi lógica interior.
Centrándonos en la Romántica, antes era más usual que fueran las lectoras quienes buscaran y asociaran una cara famosa a sus personajes favoritos por medio de fanarts (imágenes, vídeos,…), pero de un tiempo a esta parte, es una práctica que también llevan (llevamos) a cabo las escritoras, ya sea en las acciones de promoción como en las portadas (y en este caso, sobre todo autopublicadas, pero también lo hacen algunas editoriales, y luego hablaremos de ello).
El caso es que, público o no, como escritoras, solemos buscar modelos que se asemejen a los personajes que vemos en nuestra cabecita. Imagino que la conexión entre personaje y cara surgirá de distintas formas, según la autora. En mi caso particular, reconozco que es algo que me cuesta horrores: nunca encuentro a nadie que encaje del todo y si encaja del todo es porque ha sido primero el huevo que la gallina, no sé si me explico. En algún caso concreto, fue un rostro el que me sugirió un personaje que se quedó y me fue contando cosas.
Es útil. Recientemente he descubierto Pinterest para organizar historias con un toque visual y reconozco que es práctico. Me lanzo mucho antes a escoger y compartir los rostros de los secundarios, los escenarios o algún elemento distintivo, una moto, un coche. Con los protagonistas es complicado: hay una fuerza invisible que me compele a no compartirlos, aunque tenga claros sus rostros, que no siempre es así.
Lo que está claro es que, en una época donde prima cada vez más lo visual y lo interactivo, el mundo de las letras pide también su ración. Los libros tienen a su alrededor cierta cantidad de estímulos promocionales: booktrailer, web temática, fichas de personajes, carteles,… que espolean directamente los sentidos y logran involucrar al lector en la historia con mayor facilidad. La imaginación ya no tiene que hacer todo el trabajo y, a la vez, se ve alentada por todos esos estímulos.
Por tanto, compartir imágenes a priori (es decir, exponerlas para que el lector las vea antes de adentrarse en el libro) puede preparar el terreno de la lectura, funcionar como gancho, incitar curiosidad. El autor está compartiendo una parte de lo que encontrarás si decides leer su historia.
Y eso es bueno.
Yo también soy bueno. ¡Y estás bueno!Hay escritores que saben preparar y recrear estupendamente el ambiente para su historia. Eso llama la atención (sí, incluso de gente como yo, más «tradicional») y reconozco que a veces me he sentido reconfortada, si esa es la palabra, cuando he visto algunos cartelitos de novelas que me han gustado.
Sin embargo, no puedo terminar esta entrada sin mencionar algo importante al respecto. No sé hasta qué punto es legal el uso de imágenes cuyos derechos de explotación no nos pertenecen. Me consta que, para la utilización en portadas, sobre todo si existe ánimo de lucro, es ilegal. Pero eso no impide que se haga (ya no hablo de la autopublicación; hablo de editoriales de cierto renombre, lo cual, personalmente, me parece una irresponsabilidad para con el escritor, entre otras cosas).
“I’m a genie in a bottle”Y es que, en ocasiones, tendemos a pensar que nadie va a reconocer al susodicho en nuestra portada si modificamos algo por aquí y cortamos algo por allá. O si es menos famoso.
Al hilo de esta cuestión (bueno, en realidad, al hilo de todo el post al completo) tuvimos una conversación Mery y yo, y ella me contó cierta anécdota al respecto, sobre portadas con caras conocidas.
Nunca sabes quién va a reconocer qué.
Así que mejor os dejo con ella y que os cuente.
Toc, toc… ¿Se puede? Que vengo por aquí a contaros cosillas, pero después de leer a Brianna tengo que decir alguna cosa más.
Empiezo diciendo que yo no soy lectora habitual de romántica. Lo fui en su momento, pero en estos mundos de novela romántica en los que Brianna navega como pez en el agua (porque conoce a más autoras que yo) yo soy peor que un pulpo huyendo del San Froilán: no sé p’a dónde tirar (para las que no lo sepáis, el pulpo á feira es la comida tradicional de las fiestas patronales de Lugo, ciudad de donde soy yo). El caso es que incluso yo, que nunca me entero de nada, he visto novelas con portadas que lucían con orgullo la cara del famoso de turno. Algunos muy conocidos, otros no tanto. De David Gandy acabé harta hasta yo y la portadita con Jason Momoa saliendo de la lámpara cual genio de Aladino me llegó también a mí. ¡A mí, que vivo en mi mundo y ya pueden liarse a tortas todas las autoras de romántica que no me enteraría!
Entiendo que muchas se inspiren en actores o cantantes. Yo lo hago de vez en cuando (¿quién no se ha dado cuenta de que mi Colin está inspirado en el súper follable (¿puedo decir esto aquí, jefa? *) Colin Farrell?), pero no lo expongo públicamente porque no quiero condicionar al lector. Y por supuesto me encantaría usarlo en la portada porque el chico me pone y tiene fotografías maravillosas que representan perfectamente a mi Colin. Pero no lo hago porque tengo un poquito de sentido común. Aunque… me voy a dar el gustazo aquí y ahora…
(¡Diosss! ¡Atención, que va a poner la foto de la botellita!)
Absolutamente inspirador… para muchas cosasPero, volviendo al tema (el irlandés me pierde, me pieeeerrrdeeeee), Brianna os dijo que tengo algo que decir y así es. Quiero contaros una anécdota relacionada con él:
Que levante la mano quien haya visto esos ojos en tropecientas portadas. Yo tengo levantadas las dos, los pies y he sacado la lengua porque no tengo a nadie aquí que levante la mano por mí. Lo he visto en portadas (horrorosas, todo hay que decirlo) que deslucían la belleza del chaval. En una ocasión traté de avisar a una autora sobre el peligro de usar esta imagen de Kostas Martakis, que es un cantante griego que menea muy bien el cucu y que es bastante famoso en la tierra donde nació la Filosofía. Ella empezó a discutirme y a decirme que era imposible que yo estaba equivocada (decirme a mí eso cuando se trata de griegos es como decirle a Chicote que todas las cocinas de los restaurantes españoles están limpias y funcionan bien) y que no me metiese en sus asuntos. Le dije que no tenía intención de molestarla, solamente trataba de ayudarla y evitarle problemas. Entonces me dijo que yo no tengo ni idea y que es un modelo desconocido y sus imágenes son libres. Además, según ella no es griego. Pero lo es. Y es cantante. A las pruebas me remito:
La dejé por imposible. Discutir con necios te convierte en necia a ti también.
Lo volví a ver en más portadas y advertí a otra, que me salió con la misma excusa. No dije nada más. Cualquier día me da un arrebato, envío las portadas al señor Martakis y solucionado.
A mí me parece genial que en las promociones usen el rostro que quieran (y me lo parece porque ni hago caso ni me entero), pero en las portadas hay que cortarse un poco, por favor. No todo vale porque lo tengáis al alcance de la mano y gratis, porque las consecuencias pueden ser fatales para vuestro bolsillo y estoy segura de que tiráis de imágenes que encontráis porque no podéis pagar a ilustradores o a profesionales capaces que os preparen vuestras portadas. Esto respecto a los autopublicados. Respecto a las editoriales que consienten semejante atentado contra la imagen del personaje en cuestión, deberíamos recordarles de qué modo se tiran de los pelos cuando piratean sus libros. Pues eso y lo que ellos hacen con las fotografías es muy parecido. Señores, paguen a los modelos, actores o cantantes por aparecer en sus portadas y listo.
Bueno, yo casi que me voy ya que estoy viendo alguna antorcha por ahí y una muchedumbre congregada alrededor de un extraño poste rodeado de paja y ramitas. Nos vemos en otra ocasión, si eso.
Yo admito que no hubiera reconocido esos ojazos azules, pero es que, al contrario de la opinión que Mery tiene de mí, hace ya mucho que no me muevo tampoco entre las novedades de la Romántica. Ella tiene un máster práctico en griegos, rusos y orientales y… no le pasó por alto.
Resumiendo: utilizar imágenes para agregar un componente visual a los personajes está en alza y, para gustos los colores, hay demanda de ello. Los lectores lo piden. El quid viene cuando parece que se recurre siempre a lo mismo, porque termina siendo todo igual. Y es muy importante tener en cuenta los derechos de imagen por lo que pueda pasar.
Ah… tambiñen veo la pira en la que quieren quemar a la meiga de Mery. Voy con ella, que a mí me querrán quemar por intentar salvarla ;)
*Por supuesto que puedes: súper follable es un calificativo de obligado uso para según qué chavalotes según la RAHL (Real Academia de la Hot Library). Y Colin entra en la categoría.