Revista Cultura y Ocio

Cárceles y trabajos forzados en el primer franquismo. El discurso de la redención

Por Manu Perez @revistadehisto

En 1939, en España finalizaba una larga guerra civil que había sembrado de muertos y dolor todo el país. El nuevo régimen franquista se preparaba para una postguerra donde el fenómeno represivo aún tenía un gran papel que jugar.

Una de las grandes características de esa represión fue la articulación ideológica entorno al pilar religioso. La idea de "redención cristiana" se instauró en un entramado de trabajos forzosos que servían de "expiación" al condenado.

Este entramado ideológico fue posible debido a la paulatina "catolización" de los nacionalistas durante el conflicto y primeros años del franquismo. Un proceso que acabaría beneficiando tanto a la Iglesia como a los nacionalistas. La caracterización de la guerra como "cruzada" supuso elevarla de estatus tanto en el interior como en el exterior, y la Iglesia se acabó instaurando como factor básico de legitimación entre todas las familias políticas del régimen.

Cárceles y trabajos forzados en el primer franquismo. El discurso de la redención

Desde el mismo Franco hasta los encargados de la organización se desarrolló un discurso concreto de redención como una misión cristiana. Se difundía el discurso oficial de la caridad, el perdón y la redención de las almas.

Franco aludía en una entrevista en de enero de 1939 a

"los redimibles, los adaptables a la vida social del patriotismo".

Respecto a ellos piensa que

"es obligación nuestra disponer las cosas de suerte que hagamos posible su redención. ¿Cómo? Por medio del trabajo" [1]

En la memoria de 1941 sobre la aplicación de la Redención de las Penas por el Trabajo en 1940, se incluyen toda una serie de justificaciones religiosas acerca del trabajo en las cárceles. El documento afirma que

"la redención de penas no tiene plenitud de sentido si se aplica en un orden estrictamente jurídico: es una gracia de España, estado misional y cristiano que se gana con un rescate espiritual de arrepentimiento y un esfuerzo físico de trabajo." [2]

Es notable el peso de la religión en la justificación de un proceso jurídico o penal. Francisco Aylagas Alonso (Director general de prisiones hasta los años cincuenta) afirma que

"solo en una inteligencia católica como la del General Franco podía nacer esta idea de redención, dando al penado el delicioso encuentro del esfuerzo con el placer de la disminución de su pena".

No duda del "cristiano sentido misional" del sistema penitenciario, queriendo recuperar al recluso "como español y como hombre". Continúa afirmando que

"la Redención de Penas por el Trabajo (...) se inspira en la doctrina cristiana de la caída del hombre y la redención", en la afirmación evangélica de que "Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva"[...] "Esta es la savia cristiana y técnicamente penitenciaria que vivifica el sistema español en la actualidad"[3]

Realidad y práctica

La realidad de estos trabajos tiene más que ver con un mundo lleno de explotación y penurias que con una redención cristiana. Muchos prisioneros accedían a este tipo de trabajos para poder contribuir a la economía familiar, albergando alguna esperanza de acercamiento a su casa. El salario medio diario por un trabajo manual era de 10 pesetas al día, mientras que a los presos los contrataban empresas privadas por 5 o 6, de las que el gobierno se quedaba la mitad, y el resto en teoría se les pagaba a los reclusos. Se les quitaba una peseta por las raciones de comida, una se colocaba en una cartilla de ahorro que supuestamente se recuperaba al acabar la condena y la tercera era destinada a la familia.[4] La normativa de pagos del artículo 3º del Decreto constitutivo del Patronato no se cumplía en muchas ocasiones, y los penados a veces no recibían lo que debían. Cuando se trataba de obras públicas, el salario oficial era de 4,50 pesetas, y cuando eran entidades privadas el jornal se calculaba según la Delegación de Industria. Otras fuentes consultadas empeoran la estadística, citando que el pago normal del Patronato era de 2 pesetas al día, de las que 1.50 se destinaba a la manutención. [5] Algunas estimaciones calculan que entre 1939 y 1940 el Estado español se benefició con una cantidad total de 10,65 pesetas en relación a un jornal de 14 pesetas[6]. Alimentar al preso salía prácticamente gratis, quedando el gasto de vigilancia.

El trabajo que realizaban estos presos puede ser entendido por tanto como trabajos forzados o trabajo esclavo, donde destacan las obras del Valle de Los Caídos. Obreros de la construcción, médicos y mineros eran los más solicitados para la contratación, entre las que destacan algunas empresas privadas como Duro Felguera, Minas de Almadén o Moro S.A., Experiencias Industriales, Empresas Huarte, Industrias Egaña, Carbones Asturianos o el propio metro de Madrid. El cálculo aproximado de los beneficios, según Gutmaro Gomez, asciende a unos 800 millones de euros.[7]

La realidad moral y material era bien distinta del discurso oficial católico de misión cristiana. La penuria alimenticia era incluso peor que fuera de la cárcel. El hecho de ser un trabajador que redimía condena no significaba librarse del hacinamiento y la insalubridad. La escasez de camas era notable, siendo muchas veces simples sacos llenos de paja de maíz. La higiene estaba restringida en unos habitáculos llenos de humedades y charcos, donde muchos presos contrajeron enfermedades mortales que que derivaron en crónicos problemas de salud. Las penurias sufridas por los reclusos, unidas a las eventuales palizas, no era más que un medio para mermar la moral de presos y quebrantar su voluntad, dando lugar a que "su obediencia y conversión resultaran más sencillas"[8]

Autor: Jesús Rodríguez Ballesteros para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

[1] F. FRANCO, entrevista en Diario Vasco, 01 de enero de 1939, extraído de G. ACOSTA, (coord..), El canal de los presos..., p. 52.

[2] Patronato Central de Redención de Penas por el Trabajo, La obra de la Redención de Penas. La doctrina, la práctica, la legislación, Madrid, Imprenta de Talleres Penitenciarios, 1941. (Introducción)

[3] F. AYLAGAS, El régimen penitenciario español, Madrid, Imprenta de los Talleres Penitenciarios de Alcalá de Henares, 1951. Pp. 83-87.

[4] P.PRESTON, El holocausto español..., p. 661

[5] S. JULIÁ, Víctimas ..., p. 337

[6] G. ACOSTA, J.L. GUTIERREZ, L. MARTINEZ, A. DEL RIO, El canal de los presos..., p. 61

[7] G. GÓMEZ, La obra del miedo..., p. 243

[8] G. GÓMEZ, La obra del miedo ... p. 245

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Cárceles y trabajos forzados en el primer franquismo. El discurso de la redención scrito por: admin el 19/01/2016 average rating 4.1/5 - 11 Puntuación de los usuarios

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