Cardenal Sandoval Iñíguez, un perro del Señor (Domini canis)

El Excelentísimo Sr. Cardenal Juan Sandoval Iñíguez, arzobispo de Guadalajara (México), acaba de publicar una nueva carta pastoral (la Wachtower o Atalaya de los obispos católicos) en la que nuevamente ofende y agrede la dignidad de las personas transexuales.

Efectivamente, el purpurado (antes, morado) afirma que la familia –qué fijación con el dichoso derecho romano- está en peligro en su archidiócesis, en Jalisco, en México y en el mundo entero. ¿Por qué razón?

¡Por culpa de las personas transexuales! Según Sandoval en su última carta sectaria, “un sistema de relaciones binarias, en el que las personas pueden elegir arbitrariamente a qué género quieren pertenecer, independientemente de su sexo biológico”. Su eminentísima persona no quiere conocer aquello por lo que tienen que pasar muchas personas transexuales para asumir su identidad, y –con la extrema y descarada frivolidad que le caracteriza- todo le parece una feria de géneros y sexos. ¡Será que tuvo una mala mañana de golf, ese día!

Este perro de Dios manifiesta, en su carta pastoral, tal desprecio a las personas transexuales, que da escalofrío.

Pero parece ser la nota dominante en la archidiócesis de Guadalajara, donde, desde El Semanario, su órgano –ejem- de expresión, no dejan de injuriar a las personas homosexuales.

Una muestra: el cura Antonio Gutiérrez Montaño, del consejo editorial, haciendo alarde especialísimo de indocumentación y encefalograma plano, dictamina que hay dos tipos de homosexualidad: una, transitoria, es producto “de una educación falsa, de falta de normal evolución sexual, de hábito contraído, de malos ejemplos y de otras causas”; la otra, irremediable, causada por “una especie de instinto innato o de constitución patológica que se tiene por incurable”.

Total que, entre unos y otros, parece que no hay por donde cogernos. ¡Agarrarnos, quise decir agarrarnos!

Estos graves enfermos de homofobia merecen el más diestro de los psiquiatras.

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