Revista Cultura y Ocio

Cargando con el peso del mundo – @_soloB

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Me llamo Sandra, tengo 38 años, estoy en la flor de la vida y cargo a mis espaldas el peso del mundo.

Somos casi 4 millones de almas soportando una losa capaz de destrozar una vida.

Tomo café con leche por la mañana, el único que bebo en todo el día, acompañado de un cigarro de liar que apuro hasta el final casi quemando mis labios, para empacharme y aguantar sin fumar al menos un par de horas.

Escucho de fondo en la radio las noticias del día, más mierda de lo mismo. Remuevo el azúcar con la cucharilla y la hago tintinear con el vaso. Me gusta más ese sonido que la voz de un político de mierda verbalizando mentiras cual serpiente

Voy a la ducha que se me va el tiempo, que se me va la vida, y hay mucho que hacer para acabar el día igual que ayer, antes de ayer, la semana pasada, hace un mes, y los 256 días anteriores a este.

Llevo a Martina al colegio. La despierto a besos, y su sonrisa me recarga al menos durante una hora. Me alejo del patio con la mirada perdida a grandes zancadas (vaya a ser que, irónicamente, alguien me esté esperando en cualquier sitio).

Miro a la gente que se va cruzando conmigo en el camino, me imagino sus vidas, sus familias perfectas cara a la galería, sus prisas para llegar al trabajo, sus conversaciones por el móvil quejándose que es viernes y qué pereza ir a trabajar.

Te cambio tu pereza por mis ganas, tus quejas sobre tu jefe por mi agonía en una casa que me ahoga nada más cerrar la puerta.

Ya llegarán tiempos mejores”, es la frase que más escucho y quiero creer, pero no consigo ver. Y mira que voy con los ojos bien abiertos para no perderme nada, y joder, debe ser que los relojes se pararon en algún momento, y yo no tengo la llave maestra para que el tiempo corra y deje de doler este drama. Ni tú, ni nadie. Estamos sometidos a esta puta crisis en la que solo podemos no dejar de luchar.

Dentro de dos horas voy a un curso subvencionado por el Inem. Solución momentánea que permite formarme y renovarme, y pintarme los labios de rojo, la coleta bien alta, y gafas para no quedarme en casa manchando todo de lágrimas color desesperanza. Me niego a morir en este campo de batalla en el que me hallo, en la franja que ninguna empresa quiere. No eres menor de 30 ni mayor de 45 para ser contratada con subvención. Vaya por dios…qué mala suerte haber nacido cuando lo hice, ¿no?

¿Quién habló de tirar la toallla? Eso me pregunto cada día. Rendirse es la solución fácil, luchar sin ver resultados a corto-medio-largo plazo, es lo habitual.

Disculpad mi osadía, pero es que soy una de esos tantos millones que no encaja, que no tiene suerte, que la vida no le sonríe bonito. Y no solo por cuestión de trabajo, no nos vamos a poner a hablar de amor, porque entonces parecería esto una carta de suicidio, y no. Tengo más ganas de vivir que cualquier jefe amargado que pone los cuernos a su mujer, y aborrece ir a la oficina. Aunque a final de mes sonría por esa cantidad impensable de euros que aparece en su nómina, a la que yo ni en 6 meses lograría tener en mi cuenta corriente cobrando la prestación.

Tengo la espalda destrozada por cargar con un peso que no creo soportar, y por los latigazos que yo misma me doy. Me agobio, me duele el pecho. Viene la taquicardia, puta ansiedad descabellada.

Y luego llega Ella… y me calma cualquier mal. Con lo chiquitita que es, cómo puede hacer tanto con tan poco… Eso es la octava maravilla del mundo, de mi mundo. Y que le jodan a los problemas. Nos hacemos búnquer, nos cuidamos, protegemos, somos dos en una y una en dos. Ella es mar, brisa y yo roca, ola, barco y capitán de la isla.

No tengo nada, y a la vez tengo tanto. Por eso lloro y me ahogo en un mar de lágrimas. Río y sonrío siendo consciente de que la tengo a ella. Que tenemos salud, no está todo perdido mientras podamos caminar, mientras flotemos juntas, mientras siga habiendo abrazos que son puta salvación.

Viviremos peor, pero nunca nos faltará este amor mutuo e incondicional por mi parte.

Gracias vida por joderme de una manera, y regalarme otras en las que es imposible rendirme.

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