Autor: David Vann
Traducción: Luis Murillo FortEditorial: Mondadori (octubre 2011)Año de publicación: 2011Páginas: 288
Precio: 21,90 euros
El agua ya no era turquesa. De un azul oscuro, muy oscuro, con un toque de negrura, transparente, sin fango glaciar en la superficie. Irene no sabía cómo podía cambiar tanto de la noche a la mañana. Un lago diferente. Otra metáfora del yo, cada nueva versión una impugnación de la anterior. La persona que ella era hoy no cuadraba con la de dos semanas atrás, antes de los dolores de cabeza, y la que era entonces no cuadraba tampoco con la de hacía unos cuantos meses, sin jubilar aún, todavía en el aula con los niños. Y la persona que era entonces no cuadraba con la de cuando sus hijos vivían en casa, antes de que dejaran de ser una presencia cotidiana, y la que era entonces no cuadraba con cuando ella y Gary pisaron Alaska por primera vez, llenos de esperanza, menos aún con la época inmediatamente anterior, ella licenciada y con un empleo, libre e independiente por fin, un momento luminoso en que todo parecía posible.
No sé muy bien qué me sucede últimamente, pero estoy de lo más exigente con los libros que leo, aún gustándome, no puedo evitar encontrarles pegas, pequeños fallos que hacen que no lleguen a ser redondos. Con Caribou Island creo que el problema han sido las altísimas expectativas que tenía, esperaba muchísimo de él. Después de lo impactada que me dejó Sukkwan Island esperaba encontrar otro libro que me dejara tan impresionada, y me ha decepcionado. Tengo claro que la novela no me ha gustado tanto porque las comparaciones son odiosas, y la primera novela de Vann era impresionante, un listón muy alto que el autor no ha sabido alcanzar en esta segunda obra. Si Sukkwan Island condensaba en pocas páginas una tragedia que se palpaba en el ambiente, con apenas dos personajes, solos en medio de una naturaleza salvaje, con una economía del lenguaje que nos acercaba aún más a ellos, Caribou Island peca de todo lo contrario: demasiados personajes y tramas que no terminan de encajar unas con otras, y la sensación de que la misma historia se podría haber contado mejor con menos páginas y menos circunloquios.
Lago Skilak (Alaska), hogar de la pareja protagonista
Caribou Island vuelve a trasladarnos a Alaska, allí, Irene y Gary, un matrimonio que lleva más de 30 años juntos, vive la última y aplastante crisis de pareja. Gary trata de exorcizar su descontento con la vida que lleva y consigo mismo construyendo una cabaña en una remota isla a la que solo se puede llegar en barca. Trata así de hacer realidad un sueño de retorno a la naturaleza, al primitivismo y a lo más básico del ser humano en comunión con el entorno. Sin apenas conocimientos para poner en pie esa cabaña, el proyecto se revela pronto como un fracaso y una huida grotesca de lo que es su vida hacia el viejo sueño romántico de la Alaska salvaje. Por su parte, su mujer Irene asiste a este desmoronamiento casi sin rechistar, ya que adivina que el objetivo final de toda esta pantomima es que Gary encuentre algún motivo para poder abandonarla. Con una gran sensación de fracaso ante una vida que no ha sido lo que esperaba, un matrimonio lleno de silencios e incomunicación, Irene se enfrenta además a su máximo temor: el repetir el suicidio que cometió su madre cuando ella era solo una niña tras ser abandonada por su marido. Alrededor de estos dos personajes centrales encontramos a los hijos de la pareja, Mark, pescador interesado tan sólo en sí mismo, indiferente ante el drama que viven sus padres; y Rhoda que vive sin saberlo su propia crisis con Jim (ambos personajes aparecían ya en Sukkwan Island, el padre del autor y la segunda esposa de este) quien no acaba de comprometerse con ella y merodea alrededor de Monique, una excursionista que junto a su novio Carl han ido a pasar una temporada en Alaska, y a través de cuyos ojos vemos la belleza del entorno, pero también su dureza y lo despiadado que puede ser con quienes no se aclimatan a él.
Península de Kenai (Alaska)
Como comentaba antes, uno de los grandes fallos de esta novela es la inclusión de tantos personajes, ya que muchos de ellos no tienen fuerza suficiente o historias lo suficientemente interesantes como para igualar a la de la pareja protagonista. Parece que el autor se va por las ramas y que, al contarnos con detallada minuciosidad el trabajo en una fábrica de pescado, las infidelidades de uno de los personajes o una jornada de pesca, tan solo trata de hacer tiempo y rellenar páginas. No es que no sean historias interesantes, sino que con quienes queremos estar constantemente es con Irene y Gary, verdadero eje de la tragedia, que, al final, después de darle tantas vueltas y revueltas queda algo diluida y no tiene el impacto emocional que hubiera tenido en una historia más condensada en páginas, personajes y tramas. Aún así, los pasajes protagonizados por esta pareja son inigualables, los silencios cuentan tanto como las palabras, las críticas implícitas en sus actitudes o en lo que se dicen, retratan a la perfección a una pareja que ya no puede ni quiere hacer nada por salvar su matrimonio.
Montañas en Kenai (Alaska)
De nuevo, y como ya sucediera en Sukkwan Island, Alaska es un personaje más, con sus impresionantes paisajes, su dureza capaz de vencer a cualquier ser humano, más aún a esos aprendices de Thoreau que creen que sin conocimientos ni experiencia pueden vivir en medio de la naturaleza salvaje. Sin haberme entusiasmado, especialmente porque creo que le sobran muchas páginas, el libro, aunque de ritmo reposado, se lee con facilidad gracias a la abundancia de diálogos y a la tensión continua que se respira entre los personajes y que hace intuir desde el principio que todo esto no puede acabar muy bien. Si tuviera que recomendar a David Vann lo haría sin dudarlo con Sukkwan Island, de la que sigo pensando que es una de las mejores novelas que he leído este año. Si ya conocéis al autor y queréis seguir explorando ese complejo mundo interior que parece albergar y que exorciza con la literatura, adelante con Caribou Island. Quizá no sea culpa del libro sino algo personal y ciertamente esté excesivamente crítica y exigente con los libros que leo últimamente.
David Vann
David Vann nació en 1966 en la isla Adak (Alaska), y en la actualidad vive en California y da clases en la Universidad de San Francisco. Ha recibido numerosos galardones por su novela Sukkwan Island, entre ellos el Premio Médicis Étranger 2010 y el Premi Llibreter 2011. Caribou Island ha sido galardonada con Le Prix de la librairie Nouvelle de Voiron 2011 y Le Prix des Lyceens de Pau 2011. Vann ha colaborado en publicaciones como Esquire, National Geographic Adventure, Sunday Times, The Observer o Finantial Times, entre otras. Tanto Sukkwan Island como Caribou Island toman trágicos sucesos reales que han tenido lugar en su familia y que posteriormente ha transformado y novelado. En la primera, el suicidio de su padre, y en la segunda. la muerte de los padres de su madrastra. El propio Vann lo explicaba en una entrevista: “Cuando tenía 12 años, la madre de mi madrastra asesinó a su marido y acto seguido se pegó un tiro. Esto sucedió once meses antes de que mi padre se suicidara. Así que ambos sucesos llevan treinta años enfriándose dentro de mi cabeza. Para mí es importante que esta historia se conozca, porque pienso que la escritura es un proceso subconsciente pero real, que es un acto de transformación del mundo que te rodea. De ese modo, los lectores pueden conocer los cambios que se han producido entre realidad y ficción. Hace algunos meses, durante una lectura pública, comenté que con este libro había intentado comprender los motivos que llevaron a la madre de mi madrastra a matar a su marido, y varias mujeres entre el público me contestaron que no, que en realidad no les costaba tanto imaginárselos”.