Revista Belleza

Caritas pintadas y caras de hormigón.

Por Patlawmakeup @PatLawmakeup

Algunas personas tiene la cara de hormigón, también en el espacio que ocupa el pintacaras.
    Cuando aterrizas en este mundo, con origen en escenarios menos ideales, es algo que prefieres obviar, pero tarde o temprano, acabas comprobándolo a través de tu propio pincel
    Aunque siempre he pintado para fines benéficos, y en alguna rara ocasión, por trueque, a veces recibo propuestas de trabajos "remunerados", si es que se les puede llamar así. Dos experiencias personales recientes servirán para ilustrar mis palabras. 
Caritas pintadas y caras de hormigón.    Este verano recibí una llamada. Un conocido animador infantil, me proponía acompañarle en uno de sus eventos públicos, que transcurría en un municipio de la costa, desde la tarde hasta la madrugada, por el módico pago de 35 euros totales. Digo totales, esto es, por el global de la "jornada", no por las horas que ésta tuviera. Me pareció un pago vergonzante, situación que, de hecho, fue empeorando cuando al intentar confirmar que mediaría factura, me dijo que "no hacía falta facturar". Por lo visto, hacer facturas está pasado de moda, es mucho mejor ir por ahí contratando con empresas, particulares y administraciones públicas sin emitirlas. Y supongo que sin seguro de responsabilidad, claro, qué atraso. La idea era, entonces, ir, pintar ocho horas, hacer más de ochenta caritas y volver. Yo creo que debo ser idiota o, al menos, parecerlo.  
Caritas pintadas y caras de hormigón.Hace varias semanas recibí un email. Una profesional del marketing, más o menos reconocida, buscaba urgentemente un pintacaras angloparlante. En pocos días un cliente celebraba un evento público, el lanzamiento de un novedoso producto, y el pintacaras de costumbre les había dejado colgados (¿a quién puede extrañarle?). A cambio, "el pago" sería estar allí, o sea, "promoción", así lo llamó. Debe ser la palabra técnica que usan los especialistas en marketing para denominar el simple hecho de tener presencia física en un lugar en el que, en cualquier caso, vas a tener presencia física. O quizá hay alguna manera de pintar caritas en un lugar sin estar en él, y yo la ignoro. No tenemos presupuesto para pagarte pero el cliente estaría dispuesto a hacerlo con el producto que lanzamos. Qué generoso. Dinos algo, me pedía, dinos si tienes dos horas esa tarde. Dos horas allí, teletransportada, supongo, no me consta que desplazarse a Estepona requiera menos de una hora de trayecto, y sería mi deseo volver a mi casa al terminar, mira tú qué tontería.
Caritas pintadas y caras de hormigón.    Amigos míos, más allá de la pericia, el material, la carretera, los seguros que os cedería graciosamente... (todo importante, pero secundario), os diré algo: regalo mi tiempo siempre que puedo pero, por supuesto, a quién a  mí me parece conveniente. El tiempo es un préstamo que Dios o el destino nos hace, no hay mayor estupidez que entregarlo a quien no lo valora ni lo merece. Y, tristemente, una vez lo aplicamos, ya no hay modo de recuperarlo. 

Lo mismo ocurre con el respeto, una vez te lo has perdido a ti mismo, los demás te lo habrán perdido. 
Imagino que algo así le ocurrió a mis dos interlocutores, un mal día dejaron su respeto tirado en algún sucio rincón, por alguna peregrina razón que seguro nos darían si a alguno nos importara un bledo saberla, y poco a poco se acostumbraron a despreciarse a sí mismos, de manera que ahora ya no son capaces de respetar a los demás. Lástima por ellos. 
Debemos aprender a respetarnos, es la única manera de que el resto del mundo lo haga, ya pintemos caras, arreglemos tuberías o diseñemos puentes. 

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