Revista Opinión

Carles Puigdemont, el mediocre y traidor que dejó a sus colegas en la estacada

Publicado el 31 mayo 2019 por Mike Sala @mikesala65

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Carles Puigdemont, el mediocre y traidor que dejó a sus colegas en la estacadaNo acabo de entender muy bien qué tipo de escala moral, ética, política, o de cualquier otro tipo deben tener los electores que han votado a un personaje como Puigdemont para diputado del Parlamento Europeo. Pero no deja de ser paradójico que, mientras otros golpistas independentistas permanecen en prisión, éste, que no tuvo el valor suficiente para enfrentar las responsabilidades de sus actos, lleve una vida de príncipe en el exilio.
Oriol Junqueras y otros presos independentistas han obtenido votos suficientes para lograr escaños en el Congreso de los Diputados. Su gente les ha votado, les tiene como mártires de la persecución del Estado español y todas esas majaderías, y los trata como a héroes. Todo eso entra dentro de lo normal, sin que lo normal sea necesariamente correcto, como suele suceder en política. Pero insisto; ¿cómo es posible que otros electores indepes hayan votado en número suficiente a un cobarde que se distinguió por dar la espantada cuando unas horas antes animaba a todos los demás a permanecer en sus puestos? Porque queda para la historia ese magnífico momento en el que, según contaron después fuentes del partido de Puigdemont, fue el mismo Artur Más quien llegó a exclamar literalmente “Què fill de puta. Però quin fill de puta“ cuando unas horas después ya era de dominio público que Puigdemont se hallaba fugado en Bélgica.
Seguro que alguien podría argumentar que Puigdemont huyó, o más bien, se retiró estratégicamente para poder seguir la lucha independentista desde el exterior. Pero eso es absurdo. ¿Han conseguido la independencia de las Vascongadas los terroristas huidos? Absolutamente no. Yo estoy convencido de que la fuga del perturbado independentista no es un asunto de heroísmo. Aquí no estamos hablando de la defensa a ultranza de la “república catalana” como un ideal. Esto, más bien, tiene todo el aspecto de ser la defensa del modo de vida de algunos amparándose en una utopía que permite vivir muy bien.
En la historia reciente de Cataluña ha quedado más que demostrado y documentado que el ideal político del nacionalismo y del independentismo, que al final se han fundido en uno solo como no podía ocurrir de otro modo, no era más que una pantalla, un disfraz y una pose. La corrupción que ha aflorado en la última década y media, que se podía intuir mucho tiempo antes y algunos ya denunciaban y anticipaban desde los inicios del pujolismo, acabó por convertir a la autonomía catalana en la más corrupta económicamente de toda la unión europea. Ése y no otro ha sido el verdadero fondo del ideal patriótico del independentismo catalán. Porque, desde el más falsamente “moderado” nacionalismo de los inicios de CiU hasta el radicalismo más abrupto de ERC, que en los últimos años se ha transformado en escisiones ideológicas ultras de disturbios callejeros y estilismo batasuno, todos, sin excepción han resultado ser maquinarias de desvío de fondos públicos para fines políticos y también personales.
Si el caso más flagrante es el del infame clan Pujol, hay otros muchos implicados en esta gigantesca operación de corrupción generalizada que abarca empresarios, banqueros, políticos y funcionarios.
En cierto modo, Carles Puigdemont es un recién llegado a la punta de la pirámide. Retirado Jordi Pujol en su momento, más por el acoso mediático y judicial que por razones de su avanzada edad, fue Artur Más quien tomó el relevo, puesto a dedo por el anterior, y fue el encargado de precipitar la tranquila marcha del independentismo expoliador hacia una independencia catalana de facto para que Jordi Pujol y su entramado corrupto no tuvieran que enfrentarse a la justicia española, en el hipotético caso de que algún juez suficientemente valiente, independiente y de pasado limpio decidiese admitir a trámite las denuncias por corrupción de los procedimientos de investigación que estaban siguiendo entonces la Guardia Civil y la Policía Nacional.
Pero Artur Más fracasó, quedó tocado y casi hundido y hubo de pasar a segunda fila. Fue en ese momento cuando un Puigdemont sin apenas méritos de ningún tipo, pero suficientemente sectario de la causa indepe, fue traído de esa misma segunda fila y puesto al frente del poder visible de esta trama corrupta. Y como personaje menor que es el fugado en cuestión, desde que cruzó los Pirineos no ha dejado interpretar un esperpento que a él le habrá venido muy bien para seguir viviendo como un privilegiado bajo el paraguas protector de un país de degenerados como es Bélgica, pero que le ha colocado en una situación que, por mucho que se prolongue en el tiempo y por muchos privilegios que él pretenda obtener, acabará por dar con sus huesos en la cárcel como asome la nariz por nuestro territorio nacional.
Lo más triste de toda esta delirante situación, bajo mi punto de vista, es que no pocos tarados contribuyen con sus donativos a mantener el exilio de príncipe de Carles Puigdemont cada vez que éste farsante anuncia que “hay que ponerlas” para mantener la lucha del “pueblo catalán por la libertad”. Y que estos tarados son los que dan la imagen general de una Cataluña fanatizada en la que también viven otros muchos que no son radicales, ni independentistas, ni corruptos, ni vagos que viven de lo público.
Carles Puigdemont, insisto, es un personaje intelectual y políticamente menor. No aporta nada digno que señalar a la causa independentista. Es el mediocre símbolo internacional de dicho independentismo, del que un periodista inglés llegó a escribir que “en cuanto llevas hablando con él 10 minutos, te das cuenta de que no es más que un loro que repite conceptos aprendidos para construir un discurso que representa a una clase dominante”. Es un cobarde que salió huyendo después de animar a otros a que permanecieran en sus puestos, y un personaje despreciado por ello en algunos sectores indepes que no le perdonan su rastrero gesto.
La suerte que tiene hasta ahora este fugado de la justicia es que enfrente tiene a políticos tan mediocres como él mismo, también simples marionetas de ese mismo poder que domina la gigantesca e inamovible trama de corrupción que quita y pone piezas en el tablero de juego según convenga a su interés y objetivos. Si el mediocre Puigdemont hubiera tenido enfrente a políticos comprometidos con España y los españoles, llevaría mucho tiempo paseando por el patio de la cárcel con el resto de servidores del poder político-económico-corrupto que gobierna buena parte de nuestra nación desde Cataluña.
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