España tiene un problema de identidad muy acusado en su concepción de Estado, que todavía no acaba de asimilar la dificultad de que sus ciudadanos acaben de respetarla como país, queriéndola y defendiéndola por encima de sentimientos contradictorios provenientes de una guerra civíl que parece no haber terminado, o de nacionalismos extremos fecundados en un orgullo rancio, amasado en una cutura distinta envuelta en pesadas banderas de revanchismo y no de trapo, a lo que habría de añadir el aprovechamiento torticero de politicos que únicamente se prestan a cantar sus inquinas y defectos, cuando supuestamente la atencion recae en ellos por la denuncia de la "eterna" corruptela, casi siempre presente que les acecha frecuentemente y les devuelve a los años de las independencias después de las conquistas del "nuevo y encriptado mundo", no mucho más allá de 1492, después de que la reina
Isabel I de Castilla dotase, con poca inversión de maravedí las arcas de los muchos navegantes que contribuyeron al descubrimiento de América, a los que se añadieron soldadesca de fortuna con mucha más gente de mal vivir que sobraba en la península y se moría de hambre, mientras expulsaba a la morería y judería.
La historia sería larga, incomprendida y jocosa, pero nos sirve para añadir que ya desde el siglo XII hasta nuestros días, desde los pliegos de condiciones y órdenes reales, las muchísimas leyes que se han promulgado, las que afectan a las actuales autonomías y las constitucionales, han entrañado siempre el riesgo de no entenderlas claramente cuando llega el momento de considerar su máxima expresión, no de aplicarlas, sino ya en principio de someterlas a la tortura de aprobarlas y engranarlas, a sabiendas que después pueden ser impugnadas, cuestionadas por su falta de transparencia de legible comprensión y coherencia, que las somete a interpretaciones distintas por los muchos doctores en la materia, como ya lo estamos comprobando en el interminable caso
Puigdemont, por lo que cabría hacer pensar a estas alturas una siembra perturbadora en la paradoja al no tener todavía nada claro si procede o no investirlo como
President de Catalunya, o sin más excusas enviarle a prisión por rebelión y otros motivos que en otros tiempos le hubiesen llevado al garrote víl, o al no menos salvaje paredón y proyectil en la nuca por si entre los tiradores ha habido fidelidad, respeto o compasión.
Escuchando a la
Vicepresidenta del Gobierno de
España, a la que reconoceríamos en este teatrillo verdulero al aire libre como
Doña Soraya Sáenz de la Pinta, la Niña y la Santa María, biznieta de
Torquemada, y dentro de la esperpéntica puesta en escena, en la que la contemplaríamos delante de blasones patrios y majestuosas guirnaldas, imagino, ya que por hacerlo todavía no hay delito ni peaje se paga, que la misma pudiera haber asistido al reconocimiento y plácet obligado con refunfuño y manifiesta queja, de las independencias de ultramar y otras, tramitadas que consiguió el descendiente de vascos, concretamente de La Puebla de Bolivar, Vizcaya, ubicada en la merindad de Marquina,
Don Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolivar y Palacios, popularmente conocido por
Simón Bolivar nacido en Caracas (Venezuela) en 1783, 291 años después de darse el trabucazo de salida de la primera regata del Atlántico, y fallecido a la temprana edad de 47 años, después de no dar mucha guerra al enemigo y cancha a la corona de España, liberando con la ayuda de otros muchos españoles, igual de siesos, reconocidos cabrones y conversos a libertadores,
Venezuela y
Colombia en todas sus extensiones, creando una escuela de emancipación que desencadenó a continuación del yugo conquistador a
Bolivia,
Ecuador y
Panamá, toda vez que
Perú se logró a la vez con mayores complicaciones de las previstas, quizás por el estigma gafado que había dejado otrora en sus selvas
Aguirre,
la còlera de Dios en busca de su Dorado.
Con tales demostraciones de afectividad por un sentido universal, como ya lo anticipó Colón, y volviendo al primer párrafo que describía la falta de carisma que tiene la enseña nacional como democracia europea, hay que decir que lo de separarse y no anexionarse viene de antaño y aburrido, sin olvidarnos de los iberos, los visigodos, los romanos, los isabelinos y los carlistas, los otros nacionalistas y los republicanos, y así recordamos como homenaje a lo que estamos tratando, que los padres de Bolivar, casados en 1773 con una gran diferencia de edades, dado que Juan Antonio Bolivar y Ponte Andrade tenía la misma que la de cuando falleció su hijo, es decir 47, y su madre María de la Concepción Palacios y Blanco 15 primaverales años, ambos conyugues de vida y proyectos, uno por convencimiento "separatista" acuñado por sus ancestros en el caserio lejano que ya izaba una tela verde y roja a modo ikurriña que servía a los galos para dar marcha atrás, y la que todavía era niña que estaba ya con permiso de gestar a tres machos y ua hembra que al poco de nacer murió, empezaron a pensar que eso de seguir pagando un
quinto al "rey" de turno se tenía que terminar, máxime cuando igual había que asumir dichos impuestos a otras voluntades, como la de piratas, bucaneros, corsarios y filibusteros, a los que muy bien podríamos comparar con los actuales de
Bárcenas,
Granados,
González y
Millet el catalán. Por todo lo cuál, a
Simón, el más travieso, sin flequillo y cabello engominado, le inculcaron ideas libertarias que a la vez luchaban contra la corrupción, y no se sabe bien si ya uniformado con su primer traje de comunión y una simbólica espada, optó por prescindir de cualquier otra ley que le obligase a acatar el menosprecio y la desidia que siglo a siglo ha hecho que los primitivos españoles pensasen más en defender su casa que una plaza en la que te están esperando, para que cuatrocientos sinvengüenzas multiplicados por diecisiete, de verborrea fácil, ensañamiento doctrinal político y aparentemente democrático, además de acérrimos defensores de las imposiciones fiscales que no se saben bien a donde irán, lo único que pretenden es que nada se reciba a cambio, ni el sol, que si lo mirás de frente te deslumbrará y les servirá a esos trileros para sacarte más pasta, aunque sea la dentrifica, dejándoles tu rastro para saber donde estás.
Si no hay un cambio radical en fecundar un proyecto de libertades y transparencias, de racionalidad e interés económico y frentes de asistencia para elevar un espíritu de colaboración social, si no hay oportunidad de enamorarnos de un gris pero todavía bello país que poco a poco nos mira desconfiado, desencantado, cada día habrá más atrevidos a romper las alianzas, no pudiendo impedir que a algún
Puigdemont le siga un
Simón.
Si nos damos por vencidos y aceptamos que tenemos lo que nos merecemos, mi modesto consejo es embarcarse con ilusión y arribar o volar a otros puertos y destinos, y así tener la licencia de enviarle al vecino que ya no te habla, una postal de amistad desde cualquier parte de un "nuevo mundo".
Ya es hora, el Bolivar de España, el que no se movió te abre la puerta.