Revista Cultura y Ocio

Carlomagno

Por Joaquintoledo

El Imperio Carolingio en su máximo esplendor

En los años siguientes Carlomagno se dedicó a nombrar a sus hijos reyes de Aquitania e Italia, fortaleciendo su dinastía y el dominio sobre esos territorios. Cuando tuvieron edad suficiente, sus hijos marcharon al frente con su padre enfrentando a numerosos enemigos, como los bretones, sajones, checos, avaros, eslavos, bizantinos y hasta españoles. En la península ibérica e Italia los francos entraron en contacto con los musulmanes, los cuales ofrecieron un pacto de paz para acercarse a los europeos. Carlomagno aceptó creyendo que al menos así podría firmar el avance del Islam e incrementar sus dominios en dichos lares.

Sin embargo las relaciones no mejoraron a pesar de que los francos inclusive recibieron e intercambiaron embajadores con los del califato de Bagdad. El hecho es que los intereses entre islámicos y cristianos francos chocaron tras la conquista de estos últimos en el Mediterráneo: Córcega, Cerdeña y las Baleares en el año 799. Lo que es más, los piratas musulmanes empezaron a azotar estos territorios y obviamente perjudicó las relaciones de Carlomagno con los hijos de Alá asentados en España. Si bien estos últimos pedían ayuda a los francos para así poder terminar la conquista de la península, poco a poco el alejamiento se hizo evidente. Finalmente el enfrentamiento entre musulmanes hispánicos y francos se hizo inevitable. A pesar de que la guerra no es muy conocida, se podría decir que no arrojó resultados muy favorables para los francos a pesar de sus victorias pues los islámicos continuaron dominando aquella región.

Pero Carlomagno tuvo muchas obligaciones a lo largo de su vida entre ellas la guerra contra Sajonia, la cual duró varios quinquenios (casi tres décadas). Otros de sus grandes enemigos, fueron los avaros los cuales invadieron las fronteras orientales, en un conflicto que duró casi siete años. Los eslavos también azotaron estas fronteras, además de los citados avaros. Sea como sea, el Imperio Carolingio se mantuvo incólume en todos estos años, a pesar de la constante presión en todos sus territorios, sea por mar o por tierra. Esto le otorgó a Carlomagno una reputación muy extravagante y muchos rumorearon que tenía planes de resucitar el Imperio Romano en occidente. Más allá de la presión de los innumerables enemigos mencionados, a Carlomagno le preocupaba que muchos de ellos fueran paganos y que el cristianismo corría un gran peligro.

Hacia los años finales

Su reputación y fortaleza era tan grande, que hacia el año 800, Carlomagno acogió al Papa León III quien huyó de Roma bajo amenaza de muerte. Sería el rey franco el que lo reinstauró en la Ciudad Eterna y aplastó la sublevación de los romanos. En agradecimiento el 25 de diciembre del año 800, León II coronó a Carlomagno en la Basílica de San Pedro. Esto generó graves consecuencias diplomáticas con los bizantinos, pues al rey franco se le dio el título de “Emperador de los romanos”, que más allá de generar ambigüedades, sólo desató enemistades innecesarias entre los cristianos. La gota que derramó el vaso, llegó cuando los territorios de Italia bizantinos, peligraron ante el avance de los francos. Resulta que Venecia solicitó ser protegida por los francos, específicamente por Pipino, hijo de Carlomagno, y así, estalló la guerra entre bizantinos y francos, la cual tenía de fondo, el reclamo del título imperial. A pesar de que parecía que la guerra se prolongaría indefinidamente, sólo duró hasta el 810, cuando los venecianos aceptaron volver a la protección bizantina. En efecto, reconocieron a Carlomagno como “emperador”.

En el este, las provincias francas habían llegado casi hasta la zona llamada Escandinavia, la cual incluye a Dinamarca. Allí los daneses empezaron una resistencia tenaz contra lo que podría ser una futura dominación total de los francos y se emprendieron ataques contra estos últimos y sus aliados fronterizos. Sin embargo todo llegó a su fin con la muerte de Godofredo el rey danés, el cual fue sucedido por su sobrino quién firmó el Tratado de Heiligen con Carlomagno hacia fines del año 811. Para entonces el rey de los francos ya era viejo, y dos años más tarde decide coronar a su hijo Ludovico Pío con sus propias manos. Con esto, abdicaba formalmente. La vida le había dado muchas aventuras, y había mantenido un gran imperio durante muchísimos años, ganando la mayoría de guerras y batallas.

Sin embargo ahora Carlomagno sucumbía ante el más ineludible de los enemigos: la muerte. Después de haberse retirado se dedicó a la lectura, la cacería y a pasar tiempo con su familia. En los primeros días del año 814 enfermó y dio inicio a su agonía. Murió finalmente el 28 de enero del mismo año. Se le sepultó en la Catedral de Aquisgrán.


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