Revista América Latina

Carlos Ayala, el asesino del lomerío trinitario

Publicado el 01 septiembre 2014 por Yohan Yohan González Duany @cubanoinsular19

Loma de La Popa, donde se encuentra situada la cueva en la cual el vil Carlos Ayala cometía sus actos criminales.

Loma de La Popa, donde se encuentra situada la cueva en la cual el vil Carlos Ayala cometía sus actos criminales.

Por Humberto Cardoso Cabrera

La historia de la villa de La Trinidad de Cuba es tan rica como las majestuosas playas que rodean su civilización, o tan misteriosa como las leyendas de sus riquezas, pero en ocasiones es tan sangrienta como los crímenes cometidos contra las esclavos que llenaron de vida y de oro a sus amos en la época colonial. Pero hoy no vengó ha hablarles ni de riquezas, de ni oro, ni de amos, ni tan siquiera de esclavos aunque si de sangre, pero no de la derramada por los negros en los campos y en los barracones por culpa del amo o del capataz, sino de la que el cobarde y asesino Carlos Ayala le extraía a los niños que robaba para mantener su horrendo comercio de sangre, ¿Quiénes eran sus clientes?, eso aún se investiga, lo que si se sabe es que sus crímenes llenaron de luto a un pueblo entero.

Hablar de Carlos Ayala en Trinidad es despertar mil rumores, mil incógnitas, historias inconclusas, es despertar deprecio por el criminar, y hasta simpatizantes por su comercio y sus horrendos actos. La actitud de Ayala fue tan cruel que muchos lo comparan con Gilles de Rais, el famoso militar y asesino en serie francés que acompaño a Juana de Arco en la Guerra de los Cien Años y del que se cuenta tenía un pacto con el Diablo, no se si Ayala pudiera ser considerado tan criminal como él, aunque para los trinitarios Ayala era el Diablo.

Se dice que el asesino trinitario era capaz de arrancarle los corazones a los niños aún latiendo en sus cuerpos, e instantes después de tan sangriento acto se los ofrecía a las divinidades de la cosmagonía africana, o al menos así lo narra Gervasio G. Ruiz en su artículo Dos Bandidos Trinitarios, publicado en la Revista Carteles del año 1953.

Para llevar a cabo sus crímenes, el vil Ayala se ocultaba en una oscura y profunda cueva de la Popa, cerro famoso en cuya falda está construida la parte viaje de la ciudad trinitaria. Allí el asesino llevaba las inocentes criaturas y las sacrificaba horriblemente. Fue allí mismo donde, un día caluroso del mes de julio de 1879, las autoridades coloniales capturaron al villano Carlos Ayala. Su última victima había sido una niña de nombre Carmen Díaz. En la caverna fueron hallados una cama, un cepo y diversos objetos del sangriento culto. Ayala, quien era corneta de bombero en su vida civilizada, negó las acusaciones en su contra y culpó a su padre de los crímenes, pero nadie le creyó, el pueblo necesitaba un culpable y ese era él.

El juicio en contra del famoso asesino duro casi dos años y durante ese tiempo sus amigos y clientes, muchos de poderosa fortuna, hicieron todo lo posible por callar la boca de tan sangriento criminal, se dice que hasta comida envenenada le enviaron al sujeto mientras estuvo en la cárcel para que éste falleciera, pero el hombre vivió así que no tuvieron más remedio que ubicar en su defensa al distinguido abogado trinitario, doctor Manuel Cantero, lo que atrajo la atención de todo el país por el popular juicio.

A pesar del buen abogado y de las poderosas manos que intentaron salvarlo de su castigo no pudo escapar de el y fue sentenciado a muerte con el apoyo del pueblo que vio en su ajusticiamiento el fin de los crímenes. El día 16 de febrero de 1882 fue llevado al garrote vil y en el trayecto al patíbulo iba comiendo queso y a intervalo rezaba, oraba en castellano, oraba en congo, o pronunciaba extraños dialectos como maldiciendo a los que exigían su muerte, muchos de los presentes sentían miedo de religión pero preferían su muerte y así fueron testigos de su fin, aunque hay quienes dicen que aun su espíritu ronda las montañas trinitarias y la cueva de sus fechorías porque mucho no se ha dicho aún.

Lo cierto es que Carlos Ayala murió, pereció en el garrote vil como todo criminal, mientras que su cuerva con el tiempo dejo de ser un misterio y un lugar de espanto para convertirse en una popular y gustosa discoteca que lleva el apellido de su antiguo inquilino. Parece que el trinitario como buen cubano que es y heredero de ese humor negro y pícaro que nos caracteriza, quiso aprovechar el ambiente del lugar y su distanciamiento de la ciudad para obtiene buenos dividendo económicos y divertir un rato a su pueblo y a los visitantes, nada, que cuando se puede hacer plata se hace y que la historia siga siendo solamente historia.


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